domingo, 11 de octubre de 2015
APUNTES BIOGRAFICOS
1895 - 1979
VICTOR RAUL
CRONOLOGÍA DE UNA VIDA SIN TREGUA
1895: 22 de febrero: Nace Víctor Raúl Haya de la Torre, en la casa de la calle San Agustín, Trujillo. Sus padres: Don Raúl Edmundo Haya y Doña Zoila de la Torre.
1902: Ingresa al Colegio San Carlos
1907: Ingresa a Colegio San Marcelo o “El Seminario”, dirigido por padres lazaristas.
1912: Funda y dirige el club deportivo y cultural “Jorge Chávez” de su localidad. 1913: Ingresa a Filosofía y Letras en la Universidad de Trujillo. Con Antenor Orrego, César Vallejo, José Eulogio Garrido, Alcides Spelucín y otros, forman el Grupo Norte.
1916: Escribe para su amigo César Vallejo la pieza teatral “¡Triunfa Vanidad!”.
1917: Viaja a Lima, trasladando su matrícula a San Marcos, Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Políticas. En el Cuzco es testigo de la injusticia que sufren los campesinos. Ingresa a la Universidad cuzqueña. Trabaja como secretario del Prefecto.
1919: Participa en la lucha de los obreros por las ocho horas. Es elegido Presidente de la Federación de Estudiantes del Perú.
1920: Organiza y preside Congreso Universitario en el Cuzco.
1921: Funda las Universidades Populares González Prada.
1922: Viaja en misión estudiantil a Uruguay, Argentina y Chile.
1923: Encabeza movimiento del 23 de mayo, contra la utilización de la religión con fines políticos. Es nuevamente elegido Presidente de la F.E.P. El primer destierro.
1924: 7 de Mayo. En México, funda la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA). Es secretario de Vasconcelos y luego viaja a Rusia y Europa.
1927: Participa en el Congreso Mundial Antimperialista de Bruselas.
1930: 20 de setiembre, sus partidarios fundan el Partido Aprista Peruano (PAP).
1931: El regreso del destierro. En octubre participa como candidato a la presidencia. Gana el fraude, despojándolo del triunfo.
1932: Es tomado prisionero. Estalla la revolución de Trujillo.
1933: Libre Víctor Raúl, pero se inicia la terrible persecución.
1945: El Frente Democrático Nacional, con al apoyo del APRA, eleva a la presidencia a José Luis Bustamente y Rivero.
1948: Golpe de Estado. Vuelve la persecución, se quiebra la democracia.
1949: Haya se asila en la Embajada de Colombia. El asilo durará 5 años, tres meses. Se le despoja de la ciudadanía.
1954: Termina el asilo. La justicia triunfa. Haya inicia un periplo mundial de observador, periodista, analítico y escritor que va a durar siete años.
1962: Postula a las elecciones presidenciales y es despojado de sus derechos, mediante un veto declarado de las FFAA.
1963: Por un pequeño margen Haya queda segundo en las elecciones generales. 1968: Golpe de Estado, cuando el APRA se vislumbraba como vencedor en 1969.
1978: Víctor Raúl es elegido Presidente de la Asamblea Constituyente.
1979: 2 de agosto. Fallece el Maestro indoamericano. Sus restos yacen en Trujillo.
En Trujillo, capital de La Libertad: Febrero, 22
Le esperaban y desesperaban. El amor es así. Raúl Edmundo y Zoila Victoria -luego de la tenaz oposición familiar- se habían podido casar un 28 de abril de 1894, justo cuando él cumplía los 32 años y la novia -cinco días antes- asomaba a sus veintinueve primaveras.
Le esperaban y desesperaban, porque estaban profundamente enamorados. Si, habían pasado diez meses desde entonces, desde aquel 28 de abril, cuando el mozo alto y medio rubio, don Raúl Edmundo Haya y de Cárdenas, esperó -ante el altar de la Iglesia de San Agustín de Trujillo- el tradicional "si" de la elegante novia, doña Zoila María de la Victoria y de las Mercedes de la Torre y de Cárdenas.
¿Pero, a quién esperaban ahora? Era febrero. Habían pasado diez meses. El sol, máxima deidad del Perú antiguo, reinaba en todo su esplendor en esta hermosa ciudad norteña.
Esperaban al fruto del amor. Al primogénito. Ella, con los rigores que propone la vida, la maternidad, y él, con la inquietud de todo hombre que va a ser padre por primera vez.
Y llegó el 22. Con él, la sonrisa a la vida y el llanto ansiado de un niño. La mansión de la calle San Agustín, entonces se convirtió en un loquerío.
Trujillo, Febrero 22
El médico de la familia sonrió satisfecho:
- Es fuerte este muchachuelo-dijo-, los Haya y los de la Torre deberán estar contentos, ha heredado muchos detalles de ambas familias... ¿Cómo le llamarán? Espero no sea nombre de caudillo...
- Y ellos que aún lo estarnos pensando, que ya no serán más de cinco nombres como lo hacían nuestros antepasados, que serán solo dos nombres exactos, contundentes, poéticos...
- Víctor Raúl-dijeron- sólo Víctor Raúl, así le llamaremos...
- ¿Y qué quiere decir Víctor?, le preguntaron a la venerable abuela adelante Jacoba y ella: “'Vencedor”. ¿Y Raúl?, y ella: “Guerrero atrevido”.
Vencedor y guerrero atrevido: Tías, sobrinas y primas emitieron susurros de admiración. “El sobrino promete –dijeron- ¿será cacerista o pierolista?”.
Y la convaleciente Zoila Mercedes: “Que no será político, que ya veremos, que Cáceres es el líder indiscutible, ya veremos”.
Pero, aunque en la solariega residencia familiar, se discutía constantemente sobre temas políticos, se cuidaba de no alterar el diálogo ni inmiscuir en ellos a las inocentes criaturas.
El pequeño Víctor Raúl, podía entonces reír o llorar a su gusto, mientras su padre se afanaba por sacar adelante el diario “La Industria”, y sus tíos reanudando las discusiones políticas que -felizmente- siempre tenían un desenlace amistoso.
12 de julio de 1895, cuando el pequeño aún no había cumplido los residencia seis meses de nacido, lo llevaron a la pila bautismal sus padrinos, Carlos A. Washburn y Salas de la Torre y su tía adorada, doña Ana Lucía de la Torre y de Cárdenas.
El hogar materno, la familia
Por ese entonces, la familia deja la casona de San Agustín para trasladarse a la de la calle San Lorenzo. La casa se convirtió en un incesante ir y venir de gente, desde los pasos apurados de los elegantes hombres de la casa, las damiselas en su intenso quehacer diario, hasta los niños que no se cansaban de corretear con primos, amigos y servidumbres, siempre con la risotada que retumbaba en las paredes coloniales de la vieja residencia trujillana.
Las primeras urgencias infantiles del primogénito de los Haya de la Torre, fueron responsabilidad derivada ala “mamá” Julia, porque doña Zoila Mercedes ya aguardaba la llegada de su segundo retoño. Doña Julia, era la “ama” negra y bonachona que vivió hasta los 92 años, siempre leal a la familia Haya de la Torre.
Si bien es cierto que su morena ama se ganó los afectos del pequeño Víctor Raúl, tampoco demoró el niño en dirigir sus sonrisas a la bella Tía Ana Lucía, a quien cuando ya balbuceaba sus primeras palabras, aprendió a llamarla cariñosamente “mamá-tía”.
Mamá-tía y su “pico de oro”
Por otra Parte, en la ciudad y en el hogar materno, se respiraba siempre el tierno aroma de la naturaleza. Desde muy pequeño aprendió a convivir con sus mascotas, aquellas que con tanto amor cuidaba su abuela Jacoba.
Ya, desde entonces, Víctor Raúl participa en las excursiones a Moche, Chán-chán y Huanchaco, nutriendo sus pulmones del viento limpio del cielo trujillano. Amaba a su tierra y fue escalando sus primeros años aspirándolo todo, viéndolo todo.
El tiempo pasó de prisa. Cuando fue dando pasos firmes, le enseñaron como se lograban hermosas tonalidades de esa lustrosa e inmensa mole llamada piano. Y también aprendió a danzar la música, siempre alegre, siempre con la sonrisa en los labios y con sus ocurrentes palabras que hacían delirar a los demás.
Más, cuando ingresaba a la solemne biblioteca de don Edmundo, el niño sentía una curiosidad increíble, la que se disipaba de pronto ante el requerimiento de sus primos que lo reclamaban para ir a los huertos a trepar montañas, a nadar en los riachuelos, a hacer deporte en la campiña trujillana.
Cuando caminaba entre los siete u ocho años, también aprendió a conocer a su gente, a los otros niños que no gozaban de los privilegios de su estancia, a los curtidos cañeros que le hablaban sin resentimientos, a las mujeres que -a la orilla del río- le invitaban a probar de las comidas que sólo ellas sabían preparar a los suyos.
No entendió las diferencias. Para él, todos eran iguales.
Cuando su mama-tía Ana Lucía viajó a Europa, sus tíos Eduardo Gonzáles y Adela Orbegoso, fueron sus nuevos consentidores. Don Eduardo se preocupaba por entrenarlo en las prácticas de la natación y el boxeo; mientras que a doña Adela, le fascinaba esas dotes que precozmente iban asomando en él: “Será orador-vaticinó-, claro...si desde ahora es un “pico de oro”
Yo poeta, brindo mi copa... (Vallejo)
pichón de cóndor
...Yo profeta, anuncio que volará alto!
Su añorada mamá-tía proseguía su viaje matrimonial en el continente europeo. En la Navidad de 1907, cuando frisaba los doce años, Víctor Raúl se sintió el niño más feliz del mundo al conocer la noticia de su pronto retorno.
Doña Ana Luda volvió del brazo de su flamante esposo, el chileno Marcial Acharán. La dama no había olvidado al sobrino consentido, le había escrito varias cartas desde los países que visitaba y ahora le entregaba su hermoso presente navideño:
- ¿Qué es?... indagó Víctor Raúl
- Anda, míralo tú mismo...
y él se apuró en hacerlo. Era un precioso reloj pulsera y unas postales y planos vistosísimos de los lugares más hermosos de Europa.
Corrió a abrazarla y le dijo al oído: “te quiero mucho mamá-tía”.
Le emocionaban esos gestos.
El sentirse querido por la gente, el querer a los demás, a todos: a los suyos, a la cocinera, a la ama-Julia, a los cañeros de las haciendas, a sus mujeres ya sus hijos, a sus nobles mascotas. Si, le fascinaba ese contacto con la gente buena y también con sus plantas y sus animales. Su corazón se iba haciendo grande.
Primeros dolores, primeros alegrías
Pero la vida es cambiante y ese pequeño corazón iba sufrir una primera herida tres años después.
Víctor Raúl recién había cumplido quince años, era el año 1910 cuando le dieron la fatal del fallecimiento de Ana Lucía, la dulce mama-tía, su querida madrina del bautismo, la hermana de su madre.
La compañía de sus hermanos amenguaban estas peripecias. Siempre fueron así: juntos en las alegrías y en los juegos, juntos en los castigos y en el llanto.
Agustín (Cucho) era menor que él sólo por un año, le seguía Lucía, Zoila y Edmundo, el benjamín de los Haya de la Torre, nueve años menor que Víctor Raúl.
A la sazón, sus padres lo habían matriculado en el Seminario de San Carlos, uno de los mejores colegios de Trujillo, donde dictaban clases los padres franceses lazaristas.
Desde ya, Víctor Raúl se había en un lector empedernido y un acucioso observador de la realidad que lo rodeaba.
Había leído a Unámuno y Nietzsche. Aprovechando que su padre se encontraba en Lima cumpliendo en labores parlamentarias como diputado trujillano, él estaba adueñado de aquella biblioteca que siempre le había apasionado.
Entonces tuvo que aprender a dominar el inglés, el francés y el alemán. "Habría sido un pecado no hacerlo" -les decía a sus condiscípulos, gesticulando y comentándoles las lecturas universales de Shakespeare, el Quijote de Cervantes o los Miserables de Víctor Hugo.
Pero también debía volver al de piano, haciendo un travieso dúo con el violín de su tío Eduardo, y más tarde colaborando con la precaria orquesta que dirigía un maestro de apellido Tejada, improvisando con músicos de urgencia, a su hermano Agustín y su primo Macedonio de la Torre.
Lee, lee, lee
Fue por ese tiempo que apareció en el cielo del mundo, la huella del temido Cometa Halley. Víctor Raúl y sus hermanos se levantaban de madrugada para observarlo con la ayuda del telescopio de don Carlos Washburn, su afable padrino de bautismo.
Había entusiasmo por observar al enigmático cometa y aunque apenas se divisaba una cola de luz, saltaban de alegría porque aquella experiencia no se volvería a repetir hasta dentro de 75 años.
La lectura siguió siendo su mejor compañera. En el Seminario hizo amistad con un estudiante tres años mayor que él, cuya conversación agradaba por el magnetismo que imponía a las palabras y por sus amplios conocimientos filosóficos: Antenor Orrego era su nombre.
Con él, Víctor Raúl comprende y gusta más de los ensayos de Unámuno, ingresa al campo minado -en ese entonces- de las obras de Flaubert y le da la bienvenida a Gonzáles Prada, a Kropotkin, a Gorki y a José Ingenieros.
Los bellos recuerdos del grupo norte
Eran tiempos intensos, con el entusiasmo juvenil de aprenderlo todo. Víctor Raúl lo entendía así, había leído aquella frase de Rubén Darío: “La juventud -decía el poeta- en todas partes, es atrayente, animosa y vencedora”.
De improviso llegó el bautizo para presentarse a la gente con su verbo oratorio. Lo hizo con ocasión del discurso fúnebre en homenaje a un condiscípulo suyo, José Julio Espinoza, aquella tarde gris de un mes de julio. Le aplaudieron, no lo había hecho tan mal y cuando el más cercano de los amigos se adelantó a felicitarle, él le dijo con voz quebrada: "No sabes cuánto miedo he tenido".
Y las experiencias sobrevenían. Apenas había cumplido los 17 años y ya se convertía en presidente de un club deportivo de su localidad. Lo bautizaron con el nombre de "Jorge Chávez” y así como se accedía a las intensas jornadas futbolísticas, también lo dotó de un admirable movimiento cultural. Y ese entonces, ya se había convertido en colaborador –con seudónimos- de artículos periodísticos publicados en el diario La Industria.
Incansable investigador, había reparado en una Biblioteca Obrera y clavada en las afueras de la ciudad de Trujillo. Cuando pidió permiso para poder ingresar a la sala de lectura, la respuesta fue auspiciada y entonces se convirtió en el mas asiduo de sus concurrentes. Allí se codeó con Darwin y su Origen de las especies, con los anarquistas y con el joven agitador limeño, el joyero Carlos del Barzo y su vibrante pluma sindical.
En esa lúgubre pero cultísima sala, Haya de la Torre entabla cerrada amistad con los cañeros y Campesinos de la zona. Alejándose condonaire de la adolescencia, esta vez indagaba las preocupaciones del hombre - del Campo, se interesaba de sus necesidades, se solidarizaba con sus sufrimientos y empezaba a tomar distancia con aquellas figuras y figurones del ambiente político nacional.
Entonces ingresa a la Universidad de Trujillo. A sus 18 años, llega al puerto esplendoroso de una vida. Y precisamente es en aquel 1913 cuando se hace amigo para siempre del veinteañero hijo de Santiago Chuco, César Vallejo Mendoza.
Así los apellidos Orrego, Vallejo, Haya, Garrido, Spelucin y Sandoval, se imprimen en la partida de nacimiento del Grupo Norte, faro y guía de la intelectualidad, nave de un esplendoroso amanecer.
Llegan entonces las mañanas y tardes de estudio y observación; las noches y madrugadas de extensas y amenas tertulias.
Una noche de febrero de 1916, los integrantes del Grupo Norte se encontraban reunidos en el restaurante "Los Norbos" de Trujillo.
Rubén Darío había muerto y ellos retornaban del funeral pagano realizado en el cementerio como homenaje al gran poeta nicaragüense.
Al momento de hacer el brindis recordatorio, Orrego levanta su copa y con tono emocionado:
- Rubén Darío ha muerto...Hoy, proclamó a César Vallejo como el primer poeta de América.
Todos aplaudieron y cuando Antenor se acercó al poeta con el ademán de coronarle, Vallejo lloró en silencio.
Sin embargo, en los días siguientes sus poemas fueron tomados con escepticismo por la crítica liberteña.
A la par, Vallejo sufre una decepción amorosa. Todas estas incidencias sonde conocimiento de Víctor Raúl, quien escribe especialmente para él una comedia que titula “Triunfa Vanidad”, que es representada en el teatro “Ideal” por la compañía española de Amalia Isaura.
A la sazón, se produce en elecciones estudiantiles en la universidad de Trujillo y Vallejo al ser testigo del trabajo de Haya en estas lides, le vaticina, con entusiastas palabras:
- Yo Poeta, brindo mi copa por este pichón de cóndor... Yo profeta anunció que volará alto, muy alto.
Son los vientos de una generación innovadora, brillante. El grupo norte recibe la vista del baluarte del grupo “Colónida” de la capital peruana, Abraham Valdelomar.
La intelectualidad norteña se enlaza con los colónidas limeños José Carlos Mariátegui, Percy Gibson y Alberto Hidalgo entre otros.
La Universidad liberteña, Víctor Raúl da sus primeros pasos como dirigente universitario al ser elegida la lista que postulaba al Centro Universitario de Trujillo.
Es entonces que siente la necesidad de avanzar más en sus inquietudes juveniles. "Quiero desencantarme -les dice a los suyos- quiero conocer de cerca a nuestros políticos ya nuestros intelectuales".
Se da la hora de una nueva experiencia: el primer alejamiento de sus seres queridos. De una despedida serena, sin prisas, calma.
Y él, tengo que estudiar en Lima, no se preocupen queridos padres, no se preocupe ama Julia, te escribiré Cucho, Lucía, Zoila, a ti también Pequeño Edmundo.
Y doña Zoila Victoria, vuelve pronto hijo mío; y don Edmundo, está bien, está bien, ya eres todo un hombre.
Y Víctor Raúl, adiós tierra bendita de La libertad.
Adiós esos primeros amores, adiós Armida, Raquel, Emilia.
Adiós, Pícaro y Flea, mis leales perros, mis grandes amigos.
Era 1917. Lima, la capital, anunciaba la llegada de Víctor Raúl.
El joven Víctor Raúl:
“Mis recuerdos de Gonzáles Prada”
Fragmento
“Yo era entonces un joven a la criolla, enfermo hasta los huesos de esta frivolidad epidémica -peste de la gente “decente”- que manifiesta sus primeros síntomas del colegio, y se agudiza hasta el colapso a la entrada de la Universidad. Había crecido oyente decir que Gonzáles Prada era el demonio y viendo santiguarse a las viejas cada vez que alguien recordaba su nombre. Sin embargo, un sentimiento de curiosidad y respeto me atraía hacia la figura del viejo luchador. Recuerdo haber oído conversaciones calurosas de algunos artesanos de mi provincia sobre Gonzáles Prada.
Lo cierto es que había en mí, cuando llegué a Lima, cierta atracción para tratar personalmente a Gonzáles Prada. Pero, debo confesar que entonces –periodo lamentable de nebulosa-, también me atraían otros personajes... Por eso, yo llegué a Lima pensando en el inmenso honor de verme en las aulas cerca de ciertos personajes de quienes tantas cosas decían los periódicos. El “maestro Fulano”, el sabio “doctor Zutano”, el genial “señor Parencejo”, me producían cierta fascinación. Y la primera impresión -¡oh, la primera impresión de nuestros hombres!- fue verdaderamente admirable. Solemnes, elegantes, gentiles hablando con la voz ahuecada y los gestos de teatro, me parecieron genios, genios absolutos, genios indiscutibles, genios universales. Decididamente, Lima era el centro del mundo...
Haya de la Torre se alojaba, en el número 138 de la calle Plateros San Agustín, altos del Café Péndola... (Texto en blanca: Luis Alberto Sánchez, de su Haya de la Torre y el APRA) ...De allí partió el 26 de Abril de 1917, a las dos de la tarde, después de acicalarse cuanto pudo, rumbo a la Biblioteca Nacional, situada a cuatro cuadras, en la calle de Estudios; iba a visitar a Gonzáles Prada. Como credencial, Víctor Raúl llevaba una carta y un libro de José Félix de la Puente Ganoza, su cuñado, marido de Lucía y autor de la novela La visión redentora. Prada cubría su acostumbrado traje negro con un largo guardapolvo color curdo. Era un hombre alto y erguido. Tenía la tez blanca y rosada a pesar de la edad (69 años y dos meses). Los ojos grandes y azules disimulaban su miopía con una inquisitiva fijeza. Blanco, copioso y discretamente retorcido el mostacho; plateado el cabello; el mentón cuadrado; la nariz larga y recta. Don Manuel tendió ambas manos al joven y le saludó con una voz que, por lo queda, sorprendió al visitante, el cual esperaba un rugido de león. Confuso, Haya de la Torre hacía girar rápidamente ente las manos su sombrero de paja una “sarita” (por Sara Bernhardt) o canotier. El diálogo se desarrolló, según el mencionado testimonio, en la siguiente forma:
- ¿Es usted un joven escritor?
- No señor, yo soy un estudiante que vengo a la universidad.
Prada hizo un gesto apenas perceptible, y dijo:
- ¡Ah, la universidad!
- Bueno, y la universidad, ¿qué?
- La universidad será para usted un crisol; será consumido por ella o se salvará usted.
- ¿Es tan mala la universidad?
- Tan mala, tan mala que ya no tenemos juventud.
- Pero, en provincias tenemos una juventud...
- Es verdad.
- Déjeme usted venir a verlo, señor Gonzáles Prada.
- Venga usted, venga usted siempre. Mi casa está en la Puerta Falsa del Teatro. Vaya usted allá .
El diálogo iniciado en la Biblioteca Nacional se reanudó en una modesta casita de la calle Puerta Falsa del Teatro, a cuya entrada, traspuesto el minúsculo zaguán, las madreselvas se enredaban a columna y ventana. Una de las veces, Haya de la Torre, -¡cómo se habría enorgullecido don Raúl Edmundo oyéndole!- explotó:
- Detesto a Piérola.
- ¿Es usted civilista?, preguntó don Manuel.
- Señor, también los detesto, porque me parecen todos malos.
- Y, ¿con quién se quedaría usted? Muerto Piérola, no han quedado sino civilistas.
- No sé, señor, pero los detesto a todos – fue la insegura y sin embargo, tajante respuesta del joven.
Prado calló un rato, y luego, juntando sus manos finas sobre la mesa, cerca de la cual velaba como siempre doña Adriana, su esposa, exclamó con melancolía:
- Tiene usted razón; son malos, tan malos que han hundido y seguirán hundiendo al país... El pueblo del Perú es un pueblo desgraciado...
Haya de la Torre seguía saliendo”de la nebulosa”.
...En el mes que siguió a su muerte (culmina su confesión, el joven Haya de la Torre) yo sentí hambre por primera vez, y comencé a comprender el dolor de los otros”.
Tras las huellas de González Prada
El líder
...San Marcos, los obreros, los políticos
Inmediatamente pudo percibir que Lima era la poderosa célula del centralismo republicano. Todo giraba en torno o a favor de la tres veces coronada villa. Nada se hacía sin su consentimiento y, obviamente, sin la anuencia de quienes detentaban el poder político, militar y económico de la Nación.
La vieja Universidad de San Marcos fue la primera preocupación del estudiante trujillano. Matriculado en ella, había llegado en la hora precisa cuando soplaban vientos de renovación.
El doctor José Matías Foro Manzanilla es el primer personaje en ofrecerle un puesto de trabajo.
El dolor de la tierra
A los pocos días va en busca del Maestro, Manuel Gonzáles Prada e inicia con él una amistad que –a pesar de su brevedad- va a acompañarle durante toda su vida. “El único amigo que tuve”, sin que él lo supiera, quizá”, repetirá en más de una entrevista, tal como lo evoca en sus confesiones recopiladas por Luis A. Sánchez cuyo texto recogemos en la página 15 de esta obra.
En Agosto de ese 1917 se le presenta la oportunidad de visualizar con su propios ojos la injusticia del centralismo limeño.
Un allegado a su familia, el coronel César Gonzáles, ha sido nombrado Prefecto de la ciudad del Cuzco e invita a Víctor Raúl acompañarle como secretario de la autoridad política del departamento.
Su respuesta está matizada de un entusiasmo desbordante y hace todo lo posible –hasta lograrlo- para tramitar su traslado de matrícula a la Universidad del Cuzco.
Único y brevísimo cargo público que aceptará con buen talante.
El viaje fue por mar y tierra. Primero, del puerto del Callao a Mollendo, vía el vapor “Imperial”. Luego, por ferrocarril, en la ruta de Arequipa, Juliaca y Cuzco.
El Cuzco se presenta como la luz eterna de nuestro pasado, como las paredes de piedra y adobe que laten avisando de la inmortalidad del inca, como la majestuosidad del cóndor, como el silencio de sus gentes. Y al estudiante trujillano le lacera ese silencio, le va hiriendo esa soledad que superaba los cuatro siglos de incomprensión, de olvido, de abusos inconfesables.
Y ese dolor le erosiona el alma y le hace brotar lágrimas porque se siente culpable de tanta injusticia que –como ríos de sangre- va siguiendo la ruta del Urubamba, de Paucartambo, de Canchis, de Abancay y Apurimac. -¡Los odio a todos!- lanzará el grito de protesta ante Gonzáles Prada, pero también nace la decisión de mover cimientes piedras, de apretar el dedo donde brote la pus y de iniciar ese largo peregrinaje por la redención del indio americano. En su breve visita a La Paz entiende que el dolor es común en esta parte del continente.
De regreso a Lima siente que le falta tiempo para denunciar todo lo que visto en las serranías del Perú y Bolivia. En una de sus cartas escribe: “Usted no puede imaginarse los horrores que allí se cometen. He visto indios con las carnes tajadas por las vergas con que los azotan”.
Pero se siente solo, sin fuerzas. Acude donde el Maestro porque sabe que sólo él le trasmite entusiasmo y fortaleza, sin embargo, esa llama se apagará para siempre. Don Manuel fallece el 22 de Julio de 1918 y Víctor Raúl siente que su mejor amigo se ha marchado. Al día siguiente sentirá hambre por primera vez, como para sentir el dolor de los demás.
Muy pronto se agotaron sus recursos económicos, pero él había decidido no recurrir a sus padres.
Busca trabajo y lo encuentra amanuense en el estudio del doctor Eleodoro Romero Salcedo. Le pagaban 50 soles mensuales.
Mientras tanto, el infierno de la política peruana descubría las fauces por la voracidad del poder.
Siempre en el entorno universitario, participa con Manuel Abastos, Guillermo Luna Cartland, y Raúl Porras Barrenechea del Conversatorio Universitario que sesionaba en la casa de Porras.
Por ese entonces ya ha entablado vigorosa amistad con José Carlos Mariátegui, Joaquín García Monje y Gabriela Mistral. Lectores empedernidos, habían coincidido en elevar sus admiración por las obrad del escritor francés Romain Rolland.
Corría 1919. víctor Raúl es integrante –como delegado de Trujillo- de la Federación de Estudiantes que presidía Carlos Barreda y Laos.
Ya se siente en la atmósfera estudiantil, los vientos aurorales de la Reforma Universitaria de Córdova. Y va llegando el momento del diálogo obrero-estudiantil, la nueva alianza.
El joven Haya está enterado del histórico Manifiesto de Córdova del 22 de Junio de 1918, liderado por Gabriel del Mazo, Dardo Rocha, Pablo Vrillaud y Armaldo Orfila, entre otros estudiantes argentino. Sabe también que del lado de los catedráticos ha surgido el apoyo de ilustres intelectuales: Allí están los nombres de José Ingenieros, Alfredo Palacios y Alejandro Korn. A la sazón, asumía el gobierno argentino, don Hipólito Irigoyen.
Y el resto del mundo se estremecía también con el estallido de la revolución mexicana y la protagonizada en Europa por el pueblo ruso.
En la Facultad de Letras se constituye el primer comité reformista. Corre Mayo de 1919. por esos días intensifica su amistad con quien va a ser el compañero de toda la vida, si amigo, su biógrafo, su hermano: Luis Alberto Sánchez. Con él, con Jorge Guillermo Leguía, Jorge Basadre, Manuel Seoane, Aquiles Gamarra y José León Bueno –ente otros- va a conformar el comité que sigue las huellas de los reformadores de Córdova.
Por razones políticas, el líder trujillano deja su trabajo del estudio Romero; siempre acepta ser el profesor de un colegio religioso de la cale Valladolid, luego cumplirá el mismo papel en el Colegio Anglo Peruano.
El 4 de Julio de 1919, Leguía llega al poder con el apoyo de la fuerza y autoproclamándose como el gobierno de la “Patria Nueva”.
Lima es un hervidero. San Marcos está recesada y se constituye el Comité de Reforma Universitaria.
El régimen de Leguía, queriendo ganarse las simpatías de los universitarios, cede ante sus pedidos y -vía la Asamblea Nacional- dicta las primera reivindicaciones reformistas como el funcionamiento de la cátedra libre y el derecho a la tacha.
Durante el trámite para la aprobación de dichas leyes, Víctor Raúl es elegido Presidente e la Federación de Estudiantes del Perú.
En su calidad de tal, es convocado por el Ministro de Instrucción Pública, Alberto Salomón, quien no duda en proponerle un cargo de profesor en el colegio Guadalupe. Víctor Raúl lo rechaza.
A los pocos días se entrevista con el mismo presidente Leguía, en quien ve al sagaz y bien enterado creador de la “Patria Nueva”.
El 2 de Noviembre la intelectualidad peruana sufre un duro revés: muere a la temprana de edad de 30 años, el escritor Abraham Valdelomar. Por encargo de la familia, Haya es el encargado de arrastrar el luto de la familia. En el cementerio, pronuncia una emotiva despedida.
Por ese entonces se afianza la cercanía con dos personas que acompañarán a Víctor Raúl en pasajes importantes de su futura vida. Una de ella es Ana Billinghurst, la hija del presidente, aquella hermosa muchacha a la que amará hasta el final del camino. La otra persona, Manuel Seoane, el leal compañero de su larga trayectoria política.
El 11 de Marzo de 1920 –en el Cuzco- se inaugura el Congreso Nacional de Estudiantes. Como presidente y organizador, bajo al llano cuando le toca defender su pedido de activar las Universidades Populares.}
Y triunfa.
Su primera gran aspiración fecundada quizás en las empinadas calles del Cuzco durante su primer viaje, ha salido vencedora en aquella Universidad que aún no se despojaba de su prendas conservadoras.
Las cartas con Gabriel del Mazo se multiplican a partir de entonces.
Al año siguiente, octubre de 1920, siendo presidente de la FEP, Francisco Valega, Haya es designado para una misión trascendental:
- Señor Haya de la Torre –le dicen- ha sido designado presidente de la Comisión que pondrá en práctica las Universidades Populares... ¿Ha pensado dónde empezar?.
- Si dijo -Víctor Raúl-, el primer curso será con los trabajadores de la Fábrica de Tejidos de Vitarte. Se dictará en el Palacio de la Exposición.
La alianza obrero-estudiantil recibe su bautizo de fuego en 1921.
Desfilarán por el podio de los catedráticos, Jorge Basadre, Manuel Abastos, Enrique Cornejo, Oscar Herrera, Raúl Porras, Luis Heysen y –en 1923- José Carlos Mariátegui.
Hermosos días de un apostolado histórico. “Un estudiante obrero –proclama Haya- no es un niño de escuela, ni un muchacho de colegio, ni un mozo de Universidad; tiene algo de los tres y mucho de sí mismo”.
Multitudes, discípulos, pero también la soledad
Invitado por YMCA (Asociación Cristiana de Jóvenes) y conforme al compromiso pactado con Gabriel del Mazo, en 1922, Haya viaja a Argentina y Uruguay en un periplo que se nutre con la avanzada lucha estudiantil y política que se libran en estos países del sur.
En ese viaje sostiene una entrevista con el presidente argentino, Hipólito Irigoyen, quien deslumbrado por los conocimientos del estudiante peruano, le dirá:
- No sé donde vaya usted, pero presiento que lejos... Haga que su vida sea una línea...
También por esos días, los estudiantes argentinos le otorgarán el título de “personero del sentimiento de paz”.
En Chile, contrastado con los ánimos belicistas de algunos, es recibido apoteósicamente por los estudiantes universitarios del sur.
A su retorno al Perú, no demora la respuesta del odio trasladado a las letras de molde: “Vendido al oro de Chile”, le dirán, pero el lodo no logrará marchar su excelente travesía.
Elogiado por su accionar, Leguía intentará atraerlo –sin conseguirlo- ofreciéndole una beca para Inglaterra. Ambos hablan diferente.
Al estudiante trujillano no le hacen mella los ataques infundados. Cuando retorna a Trujillo, se apresura en contactarse con estudiantes y trabajadores, promoviendo coloquios en los que va a relatarles la penurias que él ha observado en las serranías del territorio peruano.
Sin embargo, la autoridad política al servicio del dictador le prohíbe continuar su prédica social. Tampoco se amilana ante esta eventualidad. Con la semilla de las Universidades Populares, siembra y funda el Centro de Estudiantes y Obreros de Trujillo.
En lima, la dirigencia de la Federación de Estudiantes, acepta el pedido del delegado Haya de la Torre.
- Las Universidades Populares –dice su resolución- recibirán el nombre de Manuel Gonzáles Prada.
Mientras tanto, Leguía, acosado por el descontento social y presintiendo que la redención de los más necesitados no demora en llegar, se decide por emplear una estrategia reñida con la libertad de creencia: Consagrar la República al Corazón de Jesús.
Se inicia así la cruzada del 23 de Mayo de 1923, la que tratará de impedir los designios de Leguía.
Víctor Raúl lidera el movimiento que incluye a trabajadores y estudiantes universitarios.
La protesta se inicia en los claustros de San Marcos y prosigue en las calles principales de la capital, mientras que la represión policial no demora en movilizarse.
El enfrentamiento es intenso, considerando la gran magnitud de manifestantes. Producto de ello, caen abatidos el tranviario Salomón Ponce y el estudiante Manuel Alarcón Vidalón.
Los funerales de ambos, simbolizan la procesión de la protesta, el sacrificio de la sangre de los trabajadores y estudiantes del país.
Leguía retrocede. La iglesia suspende el acto de la consagración.
Víctor Raúl, líder de la lucha por la libertad de conciencia, con la delegación de obreros y estudiantes y las autoridades sanmarquinas, encabeza el cortejo fúnebre que sale del local de la morgue, se dirige a San Marcos y finaliza en el cementerio. Allí Haya pronuncia un emotivo discurso que vibra con un mandamiento: “El quinto, ¡No matar!”.
El destierro
La capital seguía conmovida luego de los sucesos del 23 de Mayo. En San Marcos se elegía a la nueva directiva de la Federación de Estudiantes del {Perú. Los contendientes: Manuel Seoane y Haya de la Torre.
Sin embargo, Víctor Raúl no se presenta al acto eleccionario. La noche del tres de octubre, es detenido por la policía y conducido apuradamente a la Isla San Lorenzo.
El líder de la alianza obrero-estudiantil se declara en huelga de hambre, mientras que el gobierno desata la persecución contra los dirigentes estudiantiles y obreros de la capital. Cuando las autoridades se enteran que Víctor Raúl se niega a probar alimento alguno y su salud quebranta, entonces se impone el mandato de la dictadura:
- Destiérrenlo... ¡a las buenas o a las malas!.
Es embarcado en le barco “El Negada” con destino Panamá.
Débil y sin dale la oportunidad de comunicarse con los suyos, recibirá un afectuoso recibimiento en la zona Canal.
Haya responde con igual afecto y con un lenguaje revelador que va a conmover las mentes latinoamericanas, insistiendo en aquella nueva aceptación que graficaba la suerte de nuestros pueblos: “¡Imperialismo!”, dirá el joven estudiante trujillano, al tiempo que su imagen va creciendo a nivel continental.
Recibe la solidaridad escrita de Gabriela Mistral, de los estudiantes panameños y la brillante invitación del Maestro mexicano, José Vasconcelos, para convertirse en su secretario personal. Ferviente devoto del Frente Único, en Cuba aprecia sus primeros frutos, al participar en la inauguración de la Universidad Popular “José Martí”, mártir de la causa americana.
Aquel 7 de Mayo:
El 16 de Noviembre de 1923 Víctor Raúl llega a México. Siendo secretario de Vasconcelos. Alterna en los circuitos intelectuales, estudiantiles, obreros y agrarios del país del primer movimiento social del siglo XX.
Alentado por los trabajadores e intelectuales y respondiendo a la enseñanza y hospitalidad de los jóvenes mexicanos, un día miércoles 7 de Mayo de 1924, Víctor Raúl entrega a la Federación de Estudiantes de México, una inmensa bandera, bautizado así la nueva religión, el nuevo apostolado de la patria grande que soñó Bolívar:
“La tesis aquí –levantará su voz Haya de la Torre- El rojo dirá de las aspiraciones palpitantes de justicia que, en esa hora admirable del mundo, inflama las conciencias de los pueblos que nuestra generación proclama con la nueva humanidad; nos habla, también del amor convivido de la justicia. Sobre el ancho campo, la figura en oro de la nación indoamericana señala las tierras vastas que unidas y fuertes brindarán hogares sin desigualdades a todos los hijos de la raza humana”.
Era la más hermosa ceremonia que anunciaba al mundo la llegada de la Alianza Popular Revolucionaria Americana, del APRA, aquél 7 de mayo.
El acto es difundido por la prensa mexicana y se transmite a todo el continente indoamericano.
Habían sido dos años intensos, fértiles, continentales.
Haya se desempeña como corresponsal rentado del Universal Gráfico que dirige Ernesto Hidalgo.
En Mayo llega a Nueva York y a los pocos días se embarca con destino a Rusia. Quería ser testigo, estudioso, analista de los que sucedía con los revolucionarios de 1917.
Nace el Aprismo
Un inmenso letrero les da la bienvenida: “Trabajadores del mundo, uníos” –dice la propaganda comunista y lo proclaman a viva voz –en distintos escenarios- Trotski, Zinoviev, Bujarin, Zetkin y Lunatcharski. Pero el joven estudiante peruano también interviene en nombre del espacio indoamericano: “Los comunistas no son numerosos en nuestro continente” dirá, mientras que en el Perú de Leguía empezarán a acusarle de “comunista al servicio de Moscú”.
En octubre de 1924, Haya desembarca en Suiza, aquejado de un proceso de tuberculosis, lugar donde se acercará a la brillante genialidad de Romain Rolland. Sin embargo, ni en el país supuestamente más democrático de la tierra, dejarán de hostigarle, de perseguirle. Esta vez se le acusa de conspirar contra el Perú desde la lejanía. Luego de violentar sus pertenencias, prácticamente es expulsado de Suiza. Vaya ironía.
A más persecución, más entusiasmo, más valentía, parece ser la frase que le trasmite más deseos de continuar. Visita Génova, Nápoles, Venecia y luego París.
Y de pronto, un momento de tregua, la más hermosa, la más fraterna, la más sorpresiva: 22 de febrero de 1925. Cumplía 30 años. Caminaba por las calles parisinas con sus dolores, con su soledad y... allí la voz inconfundible del hermano mayor, el dejo propio del Trujillo inolvidable, el tono inconfundible del poeta de América, el de las vanidades juveniles, de la bohemia norteña...
- ¡César... César! – él, abrazándole.
- ¡Víctor, Víctor, hermano, Víctor!... – Vallejo, llorando el reencuentro, saludando al Perú en medio de tanta soledad parisina.
Allí quedó sellada la amistad de siempre. Vallejo se afiliaría al comunismo en 1927, pero jamás dejaría de ser el hermano, el amigo de Haya de la Torre.
Mediante colaboraciones en diversos medios americanos, Víctor Raúl alivia su presupuesto de residencia en Europa.
En Inglaterra escribe en la revistas Foreign Affairs y Labor Monthly. Con Vicente Huidoboro y Asturias entablan inolvidables diálogos de política y literatura.
José Ingenieros lo designa Secretario adjunto a la delegación Argentina al Congreso Mundial en Londres de Derecho Penal. Luego se matriculará en Oxford.
En 1927 publica su primer libro “Por la Emancipación de la América Latina”. Ese año se realiza el Congreso Antiimperialista de Bruselas. Allí, va a deslindar su posición con los dictados del comunismo soviético.
En Setiembre retorna a Norteamérica. Dicta conferencias en la Universidad de Columbia y en el Instituto de Ciencias Políticas de Williamstown a propósito de la Doctrina de Monroe. En Octubre lo hace en Cambridge y después en Harvard.
A fines de 1927 vuelve a México luego de una hermosa despedida en la ciudad de Nueva York.
En 1928 escribe “El Antiimperialismo y el APRA”, pero recién lo publicará en 1936.
Las autoridades reaccionarias de Guatemala promueven su expulsión y en El Salvador se le obliga a asilarse en la Embajada de México, avisado de un complot contra su vida. Entonces se acoge a la tregua que generosamente le ofrece Costa Rica.
A fines de 1928, autoridades panameñas le impiden desembarcar en el muelle Balboa. El terco destierro lo conduce a los puertos de Berlín.
Mientras que Víctor Raúl sufre todas estas penurias, en Lima se tejen las telarañas para eliminar al APRA. Es su peor momento, quizá. Por ese entonces se produce la ruptura de Mariátegui con el aprismo.
En Julio de 1930, el oncenio de Leguía se viene abajo. Asoma entonces otra feroz dictadura.
Perseguido
Es Abril de 1930. José Carlos Mariátegui, otro gran luchador de su tiempo, fallece víctima de una penosa enfermedad.
El Perú es un hervidero. En Agosto, un oficial llamado Luis Sánchez Cerro se subleva en Arequipa. Al mes siguiente, Setiembre, se organiza el Partido Aprista Peruano. Extraña fiesta: Bautizo y persecución comenzaban prácticamente de la mano.
Leguía, preso y olvidado, la oligarquía se regocijaba con su nuevo mayordomo. En el ínterin, el caos se había apoderado del gobierno de Lima.
La Junta de Gobierno de turno convoca a elecciones generales.
En mayo del 31 se funda el diario La Tribuna y en Julio, Víctor Raúl se embarcaba rumbo a América. El retorno del largo exilio estaba determinado. Su flamante partido lo había lanzado como candidato presidencial. Tenía sólo 36 años.
Aquel 12 de Julio, siente una emoción suprema al volver a respirar del aire peruano, al sentir su suelo, al abrazar a sus gentes. Lo reciben sus partidarios, su himno patrio y la novedosa marsellesa aprista.
La campaña electoral se caracteriza por el sentimiento del líder y la correspondencia de un pueblo alborozado. En Trujillo, Orrego lo recibe y le dice: “No te queremos ni superhombre, ni infrahombre, sino hombre pleno...”.
Pero la oligarquía ya tenía su propia sentencia: Fraude fue la consigna, el que se materializa vergonzosamente el 11 de Octubre de 1931 en favor de Sánchez Cerro.
Entonces inicia la barbarie.
El 6 de Mayo del 32 Víctor Raúl es tomado prisionero y al día siguiente se subleva la Escuadra del Callao.
Los constituyentes apristas, desaforados y luego enviados al destierro, conspiran paladeando la palabra revolución. El 7 de Julio debía estallar el movimiento, pero Manuel “Búfalo” Barr4eto se adelanta y todo el aparato represivo se ensaña con los civiles. Los sentenciados mueren acribillados en las ancestrales ruinas de Chan-Chan.
El 30 de Abril del 33 –víctima de su propia violencia- muere asesinado Sánchez Cerro.
Personalidades de todo el mundo, como Einstein, Vasconcelos, Unámuno, Ortega y Gasset y Romain Rolland, entre muchos, claman por la vida de Haya de la Torre. El eco mundial surte efecto, logrando su libertad el 10 de Agosto de 1933.
El 7 de Enero de 1934 se funda la Federación Aprista Juvenil. Pese a una aparente tregua, la persecución contra los apristas seguía vigente. El 27 de Setiembre fallece el padre de Víctor Raúl. 30 mil personas fueron a despedirle.
Tarde o temprano, el gobierno de Benavides tenía que sacarla la careta. Primera hora de la gran persecución, y también la lucha desde la clandestinidad del gran guerrero indoamericano, de su intenso escapar de las garras del dictador, desde su tribuna de Incahuasi, evadiendo a la muerte. Diez años duraría la batalla.
“Señor Asilo”
en Mayo de 1937 es asesinado Manuel Arévalo, uno de los compañeros más queridos de Víctor Raúl.
La dictadura de Benavides ya no daba para más, por eso se ve obligado a designar al nuevo presidente, siempre que sea manejado por la vieja oligarquía. Es el turno de Manuel Prado Ugarteche.
Víctor Raúl, todavía en la clandestinidad, se comunica con sus bases denominando a su movimiento como el Partido del Pueblo.
Ya en las postrimerías del primer pradismo se vislumbra la orfandad política del régimen, no había posibilidades de otro cuartelazo, entonces las miradas se dirigen al movimiento creado por Haya de la Torre: La posibilidad de la reconciliación nacional. Y se lleva adelante el esfuerzo en 1945, forjando el histórico Frente Democrático Nacional.
Sin embargo, Víctor Raúl no podía ser candidato presidencial. Era el precio de volver a la legalidad. El elegido fue José y Rivero. El FDN venció abrumadoramente con el voto aprista, al que –25 días antes de los comicios- se le devolvía el derecho de elegir y ser elegidos.
Pero los resultados no dieron el fruto esperado, Bustamante no supo preservar esa posibilidad democrática y cundió la incertidumbre.
1948 significa el retorno a la intolerancia. Bustamante declara al APRA fuera de la ley y es derrocado por su propio ministro de gobierno, Manuel Apolinario Odría.
De nuevo, para variar, el odio y la persecución. La vida de Víctor Raúl peligra seriamente, por ello sus principales colaboradores partidarios le instan a buscar asilo diplomático en la embajada de un país amigo. Colombia es quien le abre sus brazos fraternalmente. El asilo durará de 1949 a 1954: 5 años, 3 meses, 4 días.
La discusión del asilo es llevada a la Corte Internacional de la Haya triunfando la posición de Colombia, siendo derrotada la dictadura de Odría. En el ínterin, ha fallecido su querida madre sin darle la oportunidad de rezarle sus últimas oraciones. También, uno de los más connotados líderes del sindicalismo aprista –Luis Negreiros- es asesinado por los esbirros del tirano.
Mientras que el dictador pretende negarle la ciudadanía peruana, Colombia, Uruguay y México le conceden generosamente la de sus países.
Luego de concedido el salvoconducto, Víctor Raúl llega a México y de allí inicia uno de los periplos más interesantes alrededor del mundo. Diarios y revistas le solicitan sus magníficas colaboraciones; los más importantes medios de información del mundo procuran una entrevista con el ilustre “Señor asilo” de la embajada colombiana.
Todo este tiempo lo dedicará a escribir, ratificar sus postulados ideológicos, fortalecerlos y luego aplicarlos a los tiempos actuales. Ama al Perú desde la lejanía y sabe perfectamente que la dictadura pronto se convertirá en un mal recuerdo de la historia republicana. Ese es el final de todas las tiranías.
En 1956, en los albores de un nuevo retorno a la democracia, dicta conferencias en el Institute d’Studes de Amerique Latine de La Sorbona sobre el Inca Garcilazo; en Londres, diserta en la histórica universidad de Oxford.
Hasta 1958 Víctor Raúl permanece en Europa, sabiendo que en el Perú el nuevo gobierno de Manuel Prado ha restituido relativamente la legalidad de los apristas. Como antes, elegían, pero no podían ser elegidos.
Sólo en 1962, se concede a Haya la oportunidad de ser candidato a la primera magistratura del país. La campaña es intensa y jubilosa. El Indoamericano triunfa en los comicios, pero el Congreso señala que no ha logrado el porcentaje exigido por la Constitución. El Legislativo debía decidir. Cuando se aguardaba esa posibilidad, el Presidente Prado le comunica que un veto militar impedirá su ascensión a la presidencia, pero el cuartelazo mancha de nuevo de las páginas de nuestra historia.
En la casa del Pueblo, Víctor Raúl pronuncia la más emotiva y hermosa oración de su vida política, le llamarán “el discurso del veto”.
Después de las elecciones de 1963 que logra Fernando Beláunde, Víctor Raúl retorna a Europa y retorna su papel de magisterio dictando conferencias en París, Londres, Oslo y Copenhague.
Pero su vigencia seguía latente en el suelo peruano, en la atmósfera, en sus gentes. El Aprismo defendía los derechos del pueblo a través de la labor parlamentaria de sus elegidos.
En su vivencia de Roma, le dan la noticia del golpe de Estado de 1968. el general Velasco Alvarado ha derrocado y desterrado al presidente Beláunde. Haya condena esta grave y reiterada agresión, precisamente cuando estaban cercanas las elecciones de 1969, teniendo el APRA la primera opción de triunfo.
Desde febrero de 1969, Víctor Raúl se afinca el suelo patrio y exige el retorno a la democracia en multitudinarias manifestaciones públicas que casi siempre se realizan el “día de la fraternidad”.
En 1975, asume la dictadura, Francisco Morales Bermúdez.
...donde yace la luz
Desde el ágora del Campo de Marte, la “Avenida de los pañuelos blancos” y del Aula Magna, en sus coloquios y parlamentos universitarios, no sólo expone en torno a sus coloquios y parlamentos universitarios, no sólo expone en torno a sus ideas programáticas, también exige el retorno a la democracia: “¡Al pueblo le toca ya ¡” -señala en su mensaje de la fraternidad 1976 y en enero del 78, inaugura la campaña electoral de la Constituyente en un multitudinario mitin de la Plaza San Martín. La campaña –a sus 83 años- encuentra a un Haya de la Torre jovial, entusiasmado y fortalecido como en las épocas aurorales del aprismo. ¿Cuál es el secreto?- le preguntan y su respuesta es esperanzadora: “Nos sigue la juventud”. Se dan sus resultados.
Haya lidera la lista aprista de candidatos a la Constituyente. Luego de los escrutinios, la prensa nacional e internacional, resalta: “Perú. –Haya de la Torre triunfa en las elecciones de la Constituyente, con la votación más alta de su historia”.
Ya elegido mayoritariamente como Presidente de la Asamblea, el Patricio peruano realiza un trabajo impecable, pedagógico, democrático y auspicioso con todas las tiendas políticas que la integraban.
Pero esas tardes, noches y madrugadas en el Congreso, resienten el físico del viejo león trujillano. Viaja a Houston y el presidente Carter le alcanza este mensaje: “Con usted llega una parte de la Historia del Perú”. De retorno al país, el gobierno le otorga la Orden del Sol del Perú. Víctor Raúl nace a la inmortalidad, un 2 de Agosto de 1979. una inmensa multitud de peruanos le despide en una caravana mortuoria, quizás la más grandiosa de nuestra historia. En Trujillo, su cuna y su tumba, descansan sus restos bajo una estela pétrea que reza: “Aquí yace la luz”. Su vida, es eso, una luz eterna.
© Tomado de “Biografía de Haya de la Torre” de Fernando Grados L.
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"Nuestro doctrinarismo político en Indoamérica es casi todo de repetición europea. Con excepción de uno que otro atisbo de independencia y realismo, filosofía y ciencia de gobierno, jurisprudencia y teorización doctrinaria, no son en nuestros pueblos sino plagios y copias."
VICTOR RAÚL HAYA DE LA TORRE
"El Antimperialismo y el APRA"
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