miércoles, 25 de noviembre de 2015



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Hubo una vez un Partido del Pueblo, que tradicionalmente fue mayoría en cualquiera de las elecciones generales, pero que últimamente se ha reducido a una mínima expresión de solamente cuatro congresistas, tres por ciento de la representación nacional. Es evidente que esta pérdida de votos se debe a que el PAP olvidó su ideología, desconoció en la práctica las legítimas aspiraciones del pueblo, y se convirtió en un magro conglomerado numérico.

El fundador y creador del Partido Aprista anheló un gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, pero el actual presidente partidario −en sus dos periodos de gobierno, que suman diez años− hizo un gobierno de camarillas en los que participaron muchos personajes a los que el mismo Jefe expulsó del PAP por traidores y que tuvieron que esperar a que él muriera para ser reincorporados en los padrones de compañeros, llegando incluso a ser Ministros de Estado en la década que aparentemente fuimos gobierno.

En agosto de 2011 fuimos testigos que, con el aval de las máximas autoridades partidarias, se preparó una propuesta para transformar la doctrina esencial del APRA, un documento denominado Justicia Social Para Todos los Peruanos – Orientación Política del PAP ante los Nuevos Desafíos que pretendía cambiar la ideología elaborada por el Jefe −doctrina que todos sabemos es completa y que no acepta modificaciones hasta que se haya cumplido su Programa máximo. Víctor Raúl jamás hubiera utilizado el  lenguaje europeizante de ese documento y lo habría desechado en el acto.

Estamos asistiendo a una función de circo, donde la cúpula partidaria utiliza el mimetismo político, tal como lo decía el político cubano Marino López en 1931: “Esta pintoresca maniobra practicada en la vida política de un pueblo nos da a conocer que con su auxilio es fácil usurpar el predominio de la conciencia pública, siquiera unos instantes, dándole prevalecimiento de ideales superiores a otros de rebajado nivel moral. Adormecido por el mimetismo político un pueblo puede ayudar a la cristalización de ideologías contrarias a sí mismo y bajo los efectos del sopor aplaudirlas alborozado” (1).

Y con respecto a los representantes congresistas los definía así: “En torno a tan menguadas representaciones se forma el clima de los hombres-boca, que fustigaba Martí, dóciles al servilismo si depara bienestar personal, rebeldes a todo interés que no sea el propio y miopes de buen grado a distinguir en cada caso los dictados del sentir público. Llega entonces, la hora de los mercaderes del sufragio y de los traficantes del honor nacional; de los que se perfeccionan en el arte maquiavélico de obtener una curul en el Congreso sin votos del pueblo y en fin de los que ven en los caudales públicos una fuente donde apagar la sed de enriquecimiento que los devora. Nunca mejor se puede decir con Talleyrand que la palabra y el discurso fueron dados a los hombres para ocultar el pensamiento.

Vemos pues el intento frustrado de la actual cúpula directiva para abandonar las ideas de Víctor Raúl, creando en la práctica otro partido –el Partido Alanista− y perennizarse en los cargos sustentándose en al amañado Estatuto del PAP, vigente desde el año 2004 en el que la corte alanista eliminó el artículo 74 que por orden expresa del Jefe determinaba: “Son incompatibles las funciones dirigentes en el Partido con las públicas, salvo autorización especial del CEN y cuando se compruebe que la función pública no generará deficiencia en el rendimiento del dirigente partidario”.

Y no sólo eso. Alan García creó una Dirección Política Nacional, por encima del Congreso Nacional del Partido, y estableció que de sus siete miembros uno sería miembro nato −el Secretario General− cuatro serían nombrados por el presidente del alanismo, y sólo dos serían elegidos por las bases. Este engendro tiene facultades para “readecuar” el mismo Estatuto e informar a posteriori al Congreso Nacional del Partido.

Con estos intentos Alan García y su camarilla desconoció los principios básicos del Plan Máximo y Mínimo del PAP que previsoramente Víctor Raúl estableció desde 1924 cual visionario profeta, no solo para el Perú, sino para toda Indoamérica, adelantándose más de cien años a su época.

Obras citadas

(1) López Blanco, Marino. 1931. Ensayo sobre el Mimetismo Político. La Habana: Editorial Novísima.

domingo, 8 de noviembre de 2015

Escribe: César Vásquez Bazán


Una importante fuente de inspiración marxista para el aprismo –en especial en lo que respecta al diseño creativo de su propuesta programática– estuvo constituida por Lenin y la revolución soviética.

Posiblemente, el primero que notó la influencia de Lenin sobre Víctor Raúl fue Palmiro Machiavello, socialista, amigo de Mariátegui y cónsul del Perú en Génova durante los años veinte. En una carta al Amauta, fechada en esa ciudad el 14 de abril de 1927, el diplomático peruano opinaba sobre Haya de la Torre:

“Para mí, además de estar padeciendo aún de super-rusismo, Haya quiere ser un Lenin spinto (extremista), Lenin a su modo tal vez, pero spintissimo (muy extremista)” (Mariátegui 1984, 268).

¿A qué se refería Machiavello? La respuesta no es muy complicada. En 1924, Haya de la Torre visitó Rusia en lo que significó para él “una aleccionadora experiencia personal comprobatoria” (P, XXIX), cuyos resultados se pueden leer enEl Antimperialismo y el APRA, especialmente en sus capítulos segundo y tercero. Para Víctor Raúl, Rusia ofreció al mundo “el primer caso de liberación económica antimperialista de la historia contemporánea, con todas las características de una auténtica revolución social y nacional” (AA, 112).

Añadió que la enseñanza de la moderna Rusia consistía en que “el país se había liberado del imperialismo por la nacionalización de la industria, por el monopolio estatal del comercio y por el contralor del ingreso de capitales extranjeros” (AA, 112).

Resulta interesante advertir que Haya de la Torre no pensaba que Rusia fuera socialista en 1928. Más bien, iba “hacia el socialismo” (AA, 111): “día llegará en que el socialismo impere en Rusia” (AA, 112). Mientras tanto, durante la transición, sería necesario “un largo proceso de capitalismo de Estado que suprima, progresivamente, la NEP [Nueva Política Económica] y cumpla la misión histórica de industrializar el país” (AA, 112).

Haya entendió que para llevar adelante su tarea revolucionaria, Lenin y sus camaradas tuvieron que efectuar la interpretación marxista de la realidad rusa y sobretodo, “comprender bien el imperativo nacional de su gran revolución” (AA, 112). Por esa razón, “el Partido Socialista Ruso debió emanciparse de la Segunda Internacional y tomar un nombre de su propia lengua –Bolchevismo–” (AA, 112).

Ésta, en resumen, fue la comprensión hayista del fenómeno soviético. Empero, para aplicar la experiencia en forma útil a los esfuerzos de liberación nacional latinoamericana, ésta tendría que ser asumida creativamente.

“Dentro del marxismo”, Lenin y el bolchevismo habían verificado en Rusia análoga tarea histórica a la que Víctor Raúl y el aprismo deberían ejecutar en el Perú y América Latina, la que consistiría en vencer en la lucha antimperialista por la liberación nacional; implantar el capitalismo de Estado; nacionalizar la industria; controlar el ingreso de los capitales extranjeros; industrializar el país; en suma, llevar adelante la revolución social.

Cabe entonces preguntarse, si éstas eran precisamente las tareas leninistas, ¿por qué Víctor Raúl nunca se declaró leninista? Su respuesta fue que las diferencias “profundas y numerosas” entre la realidad rusa y la peruana obligaban a comprender el hecho histórico revolucionario, aprovechar la experiencia y “afirmar realistamente la teoría y la práctica revolucionaria en la dialéctica de los hechos” (AA, 113).

El aprismo, por “comprender bien el imperativo nacional de su gran revolución” debería emanciparse de una Tercera Internacional dogmatizada, que privilegiaba la defensa de la Unión Soviética en relación a las tareas de emancipación nacional latinoamericana. Esa fue la Comintern que no comprendió a tiempo la inviabilidad de un partido exclusivamente proletario en Indoamérica.

Siguiendo el ejemplo de los bolcheviques, Víctor Raúl llegó a la conclusión que el movimiento latinoamericano debería adoptar un nombre de su propia lengua: aprismo.

Por supuesto, detrás de la formal exigencia semántica subyace el rebelde rechazo hayista al marcado eurocentrismo de la Tercera Internacional y la correspondiente . propuesta aprista centrada en América Latina: “Un partido antimperialista indoamericano con sentido de nuestra realidad social no puede ser (...) un partido de remedo o calco europeo. Y menos todavía un partido sometido a dirección extranjera...” (AA, 99).

Notas:

Haya de la Torre, Víctor Raúl. 1984. Obras Completas. Segunda edición. Siete volúmenes. Lima: Librería-Editorial Juan Mejía Baca.
AA: El Antimperialismo y el APRA, Volumen 4
P: Preliminares, Volumen 1

Mariátegui, José Carlos. 1984. Correspondencia. Volumen I. Lima: Empresa Editora Amauta, S. A.

© César Vásquez Bazán, 2009



Víctor Raúl trató duramente al felón del hortelano.

Estimado Alan:

Los defensores del imperialismo se parapetan en un razonamiento elemental que no debemos pasar por alto: "Nuestros países necesitan capitales –dicen– y hay que dar entrada a éstos, vengan de donde vengan y vengan como vengan". ¿Quién no ha oído en Indoamérica expresiones semejantes en la oratoria chata de nuestros politicastros y tiranos, en el lenguaje convencional de nuestros mercaderes y hasta en el razonar ingenuo de muchos sectores ignorantes de nuestras masas populares? [*]

La afirmación es aparentemente inobjetable. Los países indoamericanos ofrecen ancho campo para la explotación de la riqueza, y todo lo que en ellos realmente representa progreso, técnica, industrialismo, forma superada de trabajo, se debe a los capitales extranjeros. Nadie puede negar entonces –así razonan sin citar a Perogrullo– que la inmigración de capitales nos sea absolutamente indispensable y que, si eso es el imperialismo, no debamos sentirnos felices con él.

Vale insistir, empero, en un análisis más detenido de cuestiones tan interesantes, y encarar la afirmación tal como es generalmente formulada, pero dividiéndola en dos partes y respondiendo a ellas separadamente.

¿Nuestros países necesitan de capitales? La respuesta es afirmativa: Sí.

Si los necesitan, ¿hay que darles entrada vengan de donde vengan y vengan como vengan? La respuesta es negativa: No.

Y es menester explicarse:

En tanto que el sistema capitalista impere en el mundo, los pueblos de Indoamérica, como todos los económicamente retrasados, tienen que recibir capitales del extranjero y tratar con ellos. Ya queda bien aclarado en estas páginas que el APRA se sitúa en el plano realista de nuestra época y de nuestra ubicación en la geografía y en la historia económica de la humanidad. Nuestro tiempo y nuestro espacio económicos nos señalan una posición y un camino: mientras el capitalismo subsista como sistema dominante en los países más avanzados, tendremos que tratar con el capitalismo. ¿Cómo tratar? He ahí la gran cuestión.

Es evidente que bajo el prejuicio de que "nuestros países necesitan capitales vengan de donde vengan y vengan como vengan", Indoamérica los ha recibido siempre sin condiciones. ¡Sin condiciones de su parte, pero sometiéndose a muy duras por parte y para beneficio de los capitales inmigrantes! Y este sometimiento y esta incondicionalidad unilateral se han debido sin duda a la ignorancia de las leyes económicas que presiden la exportación de capitales, totalmente desconocidas para nuestros "estadistas" y "generales-presidentes". Por eso, el imperialismo ha creado el fetiche del capital extranjero, mesiánico, redentor e infinitamente generoso.

Fetichismo e ignorancia replican llenos de pavor cuando alguien señala los peligros del imperialismo: "Si oponéis condiciones al capital extranjero, no vendrá nunca y entonces nuestro país quedará sumido en la barbarie y en la degradación..." ¿No es éste el tipo standard de los razonamientos de nuestros hombres públicos, agentes del imperialismo y voceadores de su misión providencial? Con diversas palabras, con distintos objetivos, no hay ciudadano consciente de Indoamérica que no guarde memoria de este lenguaje panamericanista leído u oído. Es la cantiga vacua y mil veces repetida de los devotos del imperialismo, prosternados, convencidos y, no lo olvidemos, bien pagados.

                                                                                                                            Víctor Raúl


[*] Ejemplo típico de esa oratoria simplista pro-imperialismo, son las frases siguientes tomadas del discurso del senador peruano Manuel Vicente Villarán, conocido abogado de empresas extranjeras presidente del Partido Civil y defensor interesado de las inmensas concesiones petroleras que hiciera el gobierno "civilista" peruano de José Pardo a la Standard Oil Company. En aquel debate, llamado de "La Brea y Pariñas", denominación de las concesiones, el abogado Villarán usaba las conocidas y resobadas argumentaciones de los vende-patria criollos. "Es para el país, señores senadores, un gran beneficio en mi concepto que vengan a nuestro territorio grandes empresas extranjeras; y lejos de mirarlas con recelo debemos fijarnos que ellas significan un paso adelante en lo que más debe interesarnos, que es el desarrollo industrial del país... He ahí por qué el Perú y una gran parte de los países latinoamericanos deben tener como punto fundamental de su política el atraer los capitales extranjeros, representados por grandes empresas, que cuanto más grandes sean, más les conviene al país darle facilidades para su establecimiento, porque estas grandes negociaciones son las únicas que tienen recursos y aptitudes suficientes para obras de gran aliento. Lejos, pues, de ver con temor, debe ser motivo de satisfacción que una de las más grandes entidades industriales de nuestra época –(la Standard Oil Co.)–, haya venido a traer sus capitales y su experiencia al Perú, para convertir al país tal vez en uno de los más grandes productores de petróleo..." Véase: La Cuestión Brea y Pariñas - Discursos Parlamentarios. Imprenta del Estado, Lima, 1928, págs. 115-116. En aquel debate ruidoso que causó en el Perú una agitada protesta nacional, otro de los que defendían a la Standard Oil Co., el abogado Arturo Osores, exclamaba, contestando el rechazo unánime que el negociado imperialista suscitaba: "Conozco, señor presidente, cuál es el estado de la opinión pública sobre este asunto y cuáles son los prejuicios que, como aves carniceras, revuelan sobre él; pero ello, lejos de traer vacilaciones a mi espíritu, le ha traído fuerte y vigoroso estímulo para expresar mis convicciones tales cuales son". (De la misma publicación, pág. 78). Agreguemos que esta oratoria triunfó sobre los intereses nacionales y el Perú entregó incondicionalmente toda su producción petrolera a una de las más siniestras empresas de explotación imperialista mundial.

Precisiones sobre el APRA y la desviación alanista

Escribe: César Vásquez Bazán
Local del PAP en la avenida Alfonso Ugarte

  • El APRA debe ser siempre el APRA, una doctrina surgida como respuesta a los problemas indoamericanos y un partido consecuente con esa doctrina, nacido de nuestra realidad. El APRA no puede ser un conjunto impreciso de orientación foránea, al cual se le quiere metamorfosear como “social-democracia”. Los apristas militamos en el Partido Aprista y no en el Partido Social Demócrata (curiosamente fundado en nuestra patria por don Julio de la Piedra y otros oligarcas ex-odriístas).
  • Estamos de acuerdo en que el APRA no debe convertirse en proyecto personal de nadie, ni servir de mero instrumento para alcanzar el poder y luego gobernar siguiendo los lineamientos establecidos por la derecha y un grupo de amigos, que a la hora de la verdad se esfuman y dejan a los apristas en la difícil situación de defender aquello que el país identificaba como gobierno del PAP.
  • Los dirigentes y funcionarios electos apristas tienen que aprender que democracia implica muchas cosas, una de ellas la obligación de responder ante lo que los apristas llamamos las bases y los estadounidenses llaman constituency. Los apristas elegimos representantes que al llegar a serlo adoptan compromisos con sus electores. No elegimos monarcas, príncipes, ni sultanes que pueden hacer lo que crean conveniente en nombre del Partido, muchas veces yendo en contra de sus propios principios programáticos.
  • El APRA no debería estar representada por gentes como Miguel Ángel Mufarech hoy, y Javier Silva Ruete ayer, conocidos practicantes de eso que alguien llamó “lealtad disponible”, exponentes de esa sub-clase política peruana tránsfuga, que se compra y se vende cada cinco años. Nadie más como Hernando de Soto, el gurú de la derecha que funge de “ilustrada”, hijo predilecto del imperio, cuyas teorizaciones y fórmulas son justificadas extrañamente por la dirigencia ante la militancia aprista. Nadie como Kuczynski, abogado financiero de intereses foráneos, ciudadano estadounidense nombrado ministro –al mejor estilo leguiísta– y al que García Pérez defiende a capa y espada. Nadie como Matute, el amigo de Toledo, al que se apoya como Contralor de la República para que “fiscalice” al falso Pachacútec y a su gobierno continuador del neoliberalismo fujimorista.
  • Un aprista no puede justificar el bombardeo de un país paupérrimo, por más fundamentalistas religiosos que vivan en él, a manos de la capa fundamentalista política y económica que gobierna el imperio más poderoso del mundo. (Claro, un aprista no puede hacerlo, pero un social-demócrata siguiendo el ejemplo de Tony Blair, sí puede.) Sensiblemente, ya hemos tenido en América Latina ejemplos de otros “social-demócratas”–uno apellidado Menem, por ejemplo– que se dio el lujo de enviar tropas argentinas en apoyo del mismo fundamentalismo político-económico que hoy quiere demoler a los misérrimos afganos.
  • ¿Desde cuando un aprista en el Congreso puede consagrar como irrevisables las dolosas operaciones económicas y financieras de la dictadura? ¿Desde cuando puede apoyar, suelto de huesos, la subsidiariedad del estado y la economía social de mercado como postulados constitucionales, olvidando defender la democracia funcional, el congreso económico y la planificación concertada? ¿Por qué se permiten los compañeros en el Congreso declarar la imposibilidad de promover, apoyar y proteger al esfuerzo productivo nacional de manera especial y diferenciada de la inversión extranjera? ¿Qué postulado aprista permite semejantes posiciones?
  • Luego de revisar estos antecedentes, todos tenemos no sólo el derecho sino el deber de preguntar. Por eso solicité explicaciones sobre la influencia de entidades políticas foráneas sobre el PAP, agencias al servicio del imperialismo que patrocinan muchas de las posiciones que hemos señalado en los párrafos anteriores. Por varios días, al igual que en otras ocasiones, los dirigentes guardaron silencio olvidando que los verdaderos líderes tienen el deber de responder frente a esas dudas e inquietudes. Y si no saben que tienen el deber deben comenzar a aprenderlo. Tienen la obligación de responder. Tienen la obligación de no quedarse callados.
  • Por eso, en circunstancias como las que he resumido antes, algunos prefieren precaver, muy pocos seguramente lamentar. Con todos los problemas que pudiese existir, me ubico entre los primeros, porque no quiero ver repetidas situaciones tan penosas como la de queridos compañeros de muchas décadas, arrastrados al abismo por treinta piezas de plata.

Fuente: Publicado en APRA Global bajo el título Efectivamente, ¡el APRA y nadie más! (mensaje 13,525, jueves 25 de octubre de 2001)

© César Vásquez Bazán, 2006