martes, 6 de enero de 2015


¿SE MUERE EL APRA?




Steven Levitsky, anda muy atrazado en sus analisis, hace varios años un grupo encabezado por Jesus Guzman Gallardo, Luis Alberto Salgado, Enrique Cox, Hugo Sanchez y otros determinaron la profunda crisis del APRA, luego yo en un articulo de hace casi dos años toque el asunto de la MARCA y la perdida de la REPUTACION de la marca por el desprestigio de los lideres corruptos que han conducido a la DEBACLE MORAL y ELECTORAL y lo peor NO QUIEREN RECONOCERLO, lean abajo el articulo de Levitky, que nos da toda la razon de nuestra lucha por salvar al APRA SACROSANTA, Augusto Valqui

 
Me llegó este artículo de un politólogo, de la Universidad de Harvard, especializado en política de Perú y Argentina. creo que bastante acertado en describir al APRA y si bien el fujimorismo tiene una alta aceptación, pienso que es por la falta de otras opciones y que no subirá mas de su porcentaje duro. Que pena que un Partido como el APRA con tanta historia, ideología y  trabajo en agrupar a buenos profesionales, con "marca" como dice, haya perdido el rumbo y se encuentre en el limbo dependiendo de García...o atrapado por él y sus secuaces.
 
¿SE MUERE EL APRA?
 
Domingo, 07 de diciembre de 2014 | 4:30 am
 
Steven Levitsky
 
El APRA parece haber vuelto al centro del escenario político.   Alan García ya está en campaña para 2016, y aunque no esté muy bien en las encuestas, pocos dudan que estará en la segunda vuelta (yo dudo un poquito). Y el segundo lugar de Enrique Cornejo en las elecciones municipales de Lima fue festejado por muchos como un triunfo aprista.    
 
La recuperación del APRA sería positiva.  La democracia necesita partidos sólidos.  Necesita políticos profesionales, y el APRA –a diferencia de casi todos los demás partidos– los tiene.
 
Pero la realidad es otra. El APRA está más débil que nunca. De hecho, el éxito de Cornejo en Lima (si perder por 33 puntos puede ser considerado un éxito) opacó el profundo deterioro del aprismo en el resto del país.
 
El APRA sufre un repliegue, lento pero sostenido, en todo el territorio nacional. En las elecciones de 2002, ganó 12 regiones y 34 provincias.  En 2006, ganó solo 2 regiones y 17 provincias, y en 2010, cayó a una región y solo 9 provincias. En 2014, el APRA no ha ganado ninguna región (podría ganar hoy en San Martín) y solo triunfó en 3 provincias (menos que Somos Perú y la UPP).  El aprismo perdió La Libertad. Salvo la provincia de Virú, fue derrotado en todo el “Sólido Norte.”  Hoy en día, la APP de Acuña está más sólida en el Norte que el APRA.     
 
El APRA ya no presenta candidatos en todo el país.  Mientras en 2006 presentó candidatos en 23 regiones, en 2014 solo presentó candidatos en 12 regiones.  Ante el debilitamiento de la marca partidaria, los candidatos apristas empiezan a postular con movimientos regionales (Andrés Tello en Lima Provincias, Jhony Peralta en Piura) o en alianzas electorales (Arequipa, Cusco, Junín). Y en algunos casos, como Daniel Salaverry en Trujillo, han saltado a otros partidos.  Las candidaturas “independientes,” las alianzas electorales, y el transfuguismo son los clásicos síntomas de crisis partidaria.
 
Los raíces apristas en la sociedad son cada vez más tenues.  La identidad aprista –que abarcaba hasta un tercio de la sociedad hace algunas décadas– se evapora. Según una investigación de Carlos Meléndez, los apristas “duros” solo representan el 2% del electorado, y los peruanos con tendencia aprista no superan el 8%.  En comparación, los fujimoristas “duros” son 6% del electorado, y los con tendencia fujimorista son casi 20%.  El partido más grande del Perú ya no es el APRA.  Es el fujimorismo.   
 
La crisis del APRA tiene varias fuentes, incluyendo el desastroso gobierno de 1985-90 y la crisis generalizada de los partidos.  Pero quiero señalar dos problemas que son claves en 2014.
 
El primero es la extrema personalización del poder.  Alan García es el líder del APRA desde hace más de tres décadas. La última vez que el APRA tuvo un candidato presidencial no llamado García fue (excluyendo el periodo autoritario, cuando García estuvo exiliado) fue hace un cuarto de siglo.  El APRA siempre tenía liderazgos fuertes, pero su actual personalización es mucho más extrema.  Se ha transformado en un instrumento personal de García, más parecido al fujimorismo, Perú Posible, y el PNP que el partido institucionalizado de décadas atrás.  Su principal razón de ser ya no es competir en elecciones (compite cada vez menos en elecciones regionales y provinciales) sino defender a García. Las necesidades del partido se confunden con las necesidades de García.  En 2011, por ejemplo, cuando García no podía ser candidato presidencial, el APRA, subordinando sus intereses a los de García, optó por no tener candidato.
 
La transformación del APRA en instrumento personal de García se vio claramente durante el gobierno de Humala. En vez de dedicarse a su labor parlamentaria o buscar buenos candidatos para las elecciones regionales y provinciales, el APRA se dedicó casi al 100% a defender a García.  Sus mejores cuadros se convirtieron en escuderos.  Pareció al fujimorismo de 2001-2007.
 
La dependencia del APRA en García es tremenda.  Con él, los apristas sueñan con regresar a la presidencia. Sin él, son un partido de 4%.  SEASAP se ha convertido en SEASAA (Solo el Alan Salvará al APRA).
 
Esa dependencia hace daño al APRA.  Le quita vida propia.   De hecho, la vida partidaria en el APRA está en peligro de extinción. No hay recambio generacional.   En sus últimos años, Haya dijo que “el APRA tiene su mejor garantía de vitalidad y supervivencia en estas caudalosas corrientes de nuevas generaciones juveniles que están aumentando día a día nuestras filas”.  Hoy, Alan García está en el otoño de su carrera política, pero las nuevas generaciones juveniles no se encuentran.
 
El segundo problema que enfrenta el APRA es la destrucción de su marca.  El APRA siempre tenía una marca nebulosa y maleable.  Pero a pesar de sus múltiples transformaciones y alianzas contradictorias logró mantener un perfil mínimamente coherente ante sus seguidores. Para un sector del electorado, ser aprista significaba algo.  La marca de la estrella representaba algo popular y de algún modo progresista.  
 
Las últimas transformaciones de Alan García han destruido ese perfil.  A partir de 2006, García abandonó por completo cualquier vestigio popular y progresista que quedaba en el aprismo.  Se convirtió en un político netamente conservador, abrazando al Grupo Comercio y adoptando el discurso del Perro del Hortelano. Y el APRA, reducido a un instrumento personal de García, no hizo nada para defender su marca. Como consecuencia, la marca aprista –ya debilitada– se diluyó por completo.  ¿Qué representa el APRA hoy?   Nadie sabe.  Porque no representa nada. Un partido cuya marca ha perdido todo valor es un partido en peligro de extinción.   
 
El éxito electoral de Alan García ya no significa el éxito del APRA.  De hecho, si García vuelve a la presidencia en 2016, su partido –sin marca o vida propia– llegaría moribundo.    
 
El APRA, entonces, enfrenta a un dilema difícil.  Su suerte parece atada a la de García.  Pero montar al Caballo Loco hasta el final podría hacerle un daño irreversible.   
 
Dicen que el APRA nunca muere.  Pero sí podría convertirse en un partido chiquito y marginal.  En otras palabras, aunque no muera, el APRA pos-García podría enfrentar a un destino igualmente infeliz: la irrelevancia.   
                                              

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