domingo, 8 de noviembre de 2015



Víctor Raúl trató duramente al felón del hortelano.

Estimado Alan:

Los defensores del imperialismo se parapetan en un razonamiento elemental que no debemos pasar por alto: "Nuestros países necesitan capitales –dicen– y hay que dar entrada a éstos, vengan de donde vengan y vengan como vengan". ¿Quién no ha oído en Indoamérica expresiones semejantes en la oratoria chata de nuestros politicastros y tiranos, en el lenguaje convencional de nuestros mercaderes y hasta en el razonar ingenuo de muchos sectores ignorantes de nuestras masas populares? [*]

La afirmación es aparentemente inobjetable. Los países indoamericanos ofrecen ancho campo para la explotación de la riqueza, y todo lo que en ellos realmente representa progreso, técnica, industrialismo, forma superada de trabajo, se debe a los capitales extranjeros. Nadie puede negar entonces –así razonan sin citar a Perogrullo– que la inmigración de capitales nos sea absolutamente indispensable y que, si eso es el imperialismo, no debamos sentirnos felices con él.

Vale insistir, empero, en un análisis más detenido de cuestiones tan interesantes, y encarar la afirmación tal como es generalmente formulada, pero dividiéndola en dos partes y respondiendo a ellas separadamente.

¿Nuestros países necesitan de capitales? La respuesta es afirmativa: Sí.

Si los necesitan, ¿hay que darles entrada vengan de donde vengan y vengan como vengan? La respuesta es negativa: No.

Y es menester explicarse:

En tanto que el sistema capitalista impere en el mundo, los pueblos de Indoamérica, como todos los económicamente retrasados, tienen que recibir capitales del extranjero y tratar con ellos. Ya queda bien aclarado en estas páginas que el APRA se sitúa en el plano realista de nuestra época y de nuestra ubicación en la geografía y en la historia económica de la humanidad. Nuestro tiempo y nuestro espacio económicos nos señalan una posición y un camino: mientras el capitalismo subsista como sistema dominante en los países más avanzados, tendremos que tratar con el capitalismo. ¿Cómo tratar? He ahí la gran cuestión.

Es evidente que bajo el prejuicio de que "nuestros países necesitan capitales vengan de donde vengan y vengan como vengan", Indoamérica los ha recibido siempre sin condiciones. ¡Sin condiciones de su parte, pero sometiéndose a muy duras por parte y para beneficio de los capitales inmigrantes! Y este sometimiento y esta incondicionalidad unilateral se han debido sin duda a la ignorancia de las leyes económicas que presiden la exportación de capitales, totalmente desconocidas para nuestros "estadistas" y "generales-presidentes". Por eso, el imperialismo ha creado el fetiche del capital extranjero, mesiánico, redentor e infinitamente generoso.

Fetichismo e ignorancia replican llenos de pavor cuando alguien señala los peligros del imperialismo: "Si oponéis condiciones al capital extranjero, no vendrá nunca y entonces nuestro país quedará sumido en la barbarie y en la degradación..." ¿No es éste el tipo standard de los razonamientos de nuestros hombres públicos, agentes del imperialismo y voceadores de su misión providencial? Con diversas palabras, con distintos objetivos, no hay ciudadano consciente de Indoamérica que no guarde memoria de este lenguaje panamericanista leído u oído. Es la cantiga vacua y mil veces repetida de los devotos del imperialismo, prosternados, convencidos y, no lo olvidemos, bien pagados.

                                                                                                                            Víctor Raúl


[*] Ejemplo típico de esa oratoria simplista pro-imperialismo, son las frases siguientes tomadas del discurso del senador peruano Manuel Vicente Villarán, conocido abogado de empresas extranjeras presidente del Partido Civil y defensor interesado de las inmensas concesiones petroleras que hiciera el gobierno "civilista" peruano de José Pardo a la Standard Oil Company. En aquel debate, llamado de "La Brea y Pariñas", denominación de las concesiones, el abogado Villarán usaba las conocidas y resobadas argumentaciones de los vende-patria criollos. "Es para el país, señores senadores, un gran beneficio en mi concepto que vengan a nuestro territorio grandes empresas extranjeras; y lejos de mirarlas con recelo debemos fijarnos que ellas significan un paso adelante en lo que más debe interesarnos, que es el desarrollo industrial del país... He ahí por qué el Perú y una gran parte de los países latinoamericanos deben tener como punto fundamental de su política el atraer los capitales extranjeros, representados por grandes empresas, que cuanto más grandes sean, más les conviene al país darle facilidades para su establecimiento, porque estas grandes negociaciones son las únicas que tienen recursos y aptitudes suficientes para obras de gran aliento. Lejos, pues, de ver con temor, debe ser motivo de satisfacción que una de las más grandes entidades industriales de nuestra época –(la Standard Oil Co.)–, haya venido a traer sus capitales y su experiencia al Perú, para convertir al país tal vez en uno de los más grandes productores de petróleo..." Véase: La Cuestión Brea y Pariñas - Discursos Parlamentarios. Imprenta del Estado, Lima, 1928, págs. 115-116. En aquel debate ruidoso que causó en el Perú una agitada protesta nacional, otro de los que defendían a la Standard Oil Co., el abogado Arturo Osores, exclamaba, contestando el rechazo unánime que el negociado imperialista suscitaba: "Conozco, señor presidente, cuál es el estado de la opinión pública sobre este asunto y cuáles son los prejuicios que, como aves carniceras, revuelan sobre él; pero ello, lejos de traer vacilaciones a mi espíritu, le ha traído fuerte y vigoroso estímulo para expresar mis convicciones tales cuales son". (De la misma publicación, pág. 78). Agreguemos que esta oratoria triunfó sobre los intereses nacionales y el Perú entregó incondicionalmente toda su producción petrolera a una de las más siniestras empresas de explotación imperialista mundial.

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