Escribe: César Vásquez Bazán
Local del PAP en la avenida Alfonso Ugarte
- El APRA debe ser siempre el APRA, una doctrina surgida como respuesta a los problemas indoamericanos y un partido consecuente con esa doctrina, nacido de nuestra realidad. El APRA no puede ser un conjunto impreciso de orientación foránea, al cual se le quiere metamorfosear como “social-democracia”. Los apristas militamos en el Partido Aprista y no en el Partido Social Demócrata (curiosamente fundado en nuestra patria por don Julio de la Piedra y otros oligarcas ex-odriístas).
- Estamos de acuerdo en que el APRA no debe convertirse en proyecto personal de nadie, ni servir de mero instrumento para alcanzar el poder y luego gobernar siguiendo los lineamientos establecidos por la derecha y un grupo de amigos, que a la hora de la verdad se esfuman y dejan a los apristas en la difícil situación de defender aquello que el país identificaba como gobierno del PAP.
- Los dirigentes y funcionarios electos apristas tienen que aprender que democracia implica muchas cosas, una de ellas la obligación de responder ante lo que los apristas llamamos las bases y los estadounidenses llaman constituency. Los apristas elegimos representantes que al llegar a serlo adoptan compromisos con sus electores. No elegimos monarcas, príncipes, ni sultanes que pueden hacer lo que crean conveniente en nombre del Partido, muchas veces yendo en contra de sus propios principios programáticos.
- El APRA no debería estar representada por gentes como Miguel Ángel Mufarech hoy, y Javier Silva Ruete ayer, conocidos practicantes de eso que alguien llamó “lealtad disponible”, exponentes de esa sub-clase política peruana tránsfuga, que se compra y se vende cada cinco años. Nadie más como Hernando de Soto, el gurú de la derecha que funge de “ilustrada”, hijo predilecto del imperio, cuyas teorizaciones y fórmulas son justificadas extrañamente por la dirigencia ante la militancia aprista. Nadie como Kuczynski, abogado financiero de intereses foráneos, ciudadano estadounidense nombrado ministro –al mejor estilo leguiísta– y al que García Pérez defiende a capa y espada. Nadie como Matute, el amigo de Toledo, al que se apoya como Contralor de la República para que “fiscalice” al falso Pachacútec y a su gobierno continuador del neoliberalismo fujimorista.
- Un aprista no puede justificar el bombardeo de un país paupérrimo, por más fundamentalistas religiosos que vivan en él, a manos de la capa fundamentalista política y económica que gobierna el imperio más poderoso del mundo. (Claro, un aprista no puede hacerlo, pero un social-demócrata siguiendo el ejemplo de Tony Blair, sí puede.) Sensiblemente, ya hemos tenido en América Latina ejemplos de otros “social-demócratas”–uno apellidado Menem, por ejemplo– que se dio el lujo de enviar tropas argentinas en apoyo del mismo fundamentalismo político-económico que hoy quiere demoler a los misérrimos afganos.
- ¿Desde cuando un aprista en el Congreso puede consagrar como irrevisables las dolosas operaciones económicas y financieras de la dictadura? ¿Desde cuando puede apoyar, suelto de huesos, la subsidiariedad del estado y la economía social de mercado como postulados constitucionales, olvidando defender la democracia funcional, el congreso económico y la planificación concertada? ¿Por qué se permiten los compañeros en el Congreso declarar la imposibilidad de promover, apoyar y proteger al esfuerzo productivo nacional de manera especial y diferenciada de la inversión extranjera? ¿Qué postulado aprista permite semejantes posiciones?
- Luego de revisar estos antecedentes, todos tenemos no sólo el derecho sino el deber de preguntar. Por eso solicité explicaciones sobre la influencia de entidades políticas foráneas sobre el PAP, agencias al servicio del imperialismo que patrocinan muchas de las posiciones que hemos señalado en los párrafos anteriores. Por varios días, al igual que en otras ocasiones, los dirigentes guardaron silencio olvidando que los verdaderos líderes tienen el deber de responder frente a esas dudas e inquietudes. Y si no saben que tienen el deber deben comenzar a aprenderlo. Tienen la obligación de responder. Tienen la obligación de no quedarse callados.
- Por eso, en circunstancias como las que he resumido antes, algunos prefieren precaver, muy pocos seguramente lamentar. Con todos los problemas que pudiese existir, me ubico entre los primeros, porque no quiero ver repetidas situaciones tan penosas como la de queridos compañeros de muchas décadas, arrastrados al abismo por treinta piezas de plata.
Fuente: Publicado en APRA Global bajo el título Efectivamente, ¡el APRA y nadie más! (mensaje 13,525, jueves 25 de octubre de 2001)
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