jueves, 8 de septiembre de 2011

VUELVE LA JAURIA

 

Algunos sectores del humalismo o sus alrededores parecen decididos a reeditar la persecución a Alan García de los años 90, y ya vienen acumulando titulares con ese propósito. Noticias como la de los 10,000 corruptos en el pasado gobierno soltada por el Contralor, una cifra redonda y fácil de recordar, van preparando el terreno de lo que, de concretarse, sería una suerte de megajuicio al pasado gobierno.

Pero como en los tiempos de Fernando Olivera, Alfredo Zanatti o Sergio Siracusa, el objetivo es García mismo, a quien Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos quisieron meter preso, o incluso matar. La idea era retirarlo de la política para siempre, a cualquier costo. Esa persecución y los 10 años de campaña de demolición que la acompañaron terminaron siendo un bumerán para todos los implicados.
¿De dónde sale la campaña que hoy comienza? Sobre todo del ala izquierda minoritaria adosada al humalismo, para la cual atacar a García es una manera de ir oblicuamente contra los elementos de continuidad del propio Ejecutivo de un Ollanta Humala cada vez más pragmático. El objetivo es hacer que lo que hizo García sea censurable en toda circunstancia, no importa de qué se trate.
Cuesta un poco imaginar a Humala mismo detrás de esta campaña anti-Alan. No porque simpatice con él, sino porque una confrontación con García y lo que queda del Apra es lo último que necesita el nuevo gobierno. Sobre todo cuando García ha declarado que se piensa quedar callado por todo un año, que en este caso ya parece castigo suficiente. ¿Qué sentido tendría arrastrarlo a las primeras planas?
El propio Humala observa cómo un día si y otro también van apareciendo contra él acusaciones de diverso pelaje, surgidas de sectores que van a esperar su salida del poder, o un mal paso político importante, para someterlo a la noria de los selectivos moralizadores políticos. ¿Cuántos de sus colaboradores de hoy fueron sus aspirantes a verdugos de ayer, y podrían serlo de mañana?
Sin embargo hay congresistas que ven la cosa con otros ojos: provocar al ex presidente podría darles una palanca política para compensar su marginalidad en el oficialismo. Sin duda hay un público para esa persecución, y medios dispuestos a cubrirla. Mejor todavía con un desfile multitudinario de ex funcionarios, muchos de ellos apristas, ante los tribunales administrativos.
Seguramente hay cosas que investigar y que juzgar en un gobierno que parte, como las hay también en un gobierno en pleno funcionamiento. Pero nada se avanzará si se pierde la sindéresis, y las acusaciones y las rápidas condenas mediáticas vienen antes que las investigaciones. ¿Cuándo terminará el Contralor de sustentar los 10,000 casos que ha lanzado alegremente a los medios?
El descubrimiento de un delito en la administración pública es una cosa valiosa para la buena marcha de la democracia, y no tiene sentido devaluar esa posibilidad. Cualquier ligereza se reflejará en los funcionarios de hoy, que vivirán paralizados por el temor a pasar bajo este tipo de horcas caudinas, cuando aparezcan los interesados en hacer cera y pabilo del buen nombre genérico del humalismo.

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