miércoles, 9 de noviembre de 2011

Amistad y política 

                Enrique Gómez Ossio, fallecido hace unos 8 años aproximadamente, lúcido en muchas cosas y obtuso en otras, decía: “En política no hay amigos ni enemigos; simplemente, gente que se va y gente que regresa”. Me costó entenderlo más de 30 años; Sthendal a su tiempo sostenía: “la traición no es sino cosa del tiempo”.
                Cuando ingresé a San Marcos, un amigo muy querido de la Facultad de Letras, de paso fugaz por la dirigencia estudiantil, hoy eclipsado, sostuvo, de la noche a la mañana, que yo era un “agente de Estado”, solo porque el partido me mandó a Costa Rica a la Escuela que había de Ciencias Políticas y Sociales; me causó mucha desazón la actitud de ese compañero y recién reparé que estaba en otro mundo, que no era el de mi infancia y adolescencia.
                No se crea, en cada barrio, en cada patota hay amigos, enemigos soterrados y hasta hipócritas amigos; pero es un mundo en que todo se resuelve en un tris, con dos patadas y un abrazo. No hablo de los resentidos que siempre los hay.
                Soy, o me siento amigo de todos los de mi promoción de Derecho en San Marcos y siempre que los veo, en cualquier lugar, los saludo con mucho agrado; a pesar que con varios de los camaradas que hoy no son muchos, discutimos férreamente durante el tiempo de estudios.
                A mis compañeros con los que hice el curso anual del CAEM, Hoy CAEN, les tengo iguales consideraciones y cariño; dije en su momento: “son los últimos amigos de la infancia” y los siento tales, porque durante el curso, las bromas, los viajes, las experiencias que nos tocaron nos hermanaron para siempre.
                Nunca discutí con “El Chuncho” Quirós, aunque es muy mayor que yo, nos conocimos cuando yo era un “cachimbo” y él un casi egresado; bueno, a través de mi participación en las líneas, me ha atacado con denuestos e insultos de los peores, sin discutir mis argumentos. Me da mucha pena tanta pobreza.
                Siempre nos saludábamos y bromeamos con Mulder cuando nos veíamos; pero el no aprobar su comportamiento lambiscón con el ciudadano nos fue distanciando e incluso permitió a sus chacales que me quisieran destrozar. Con la soberbia desmedida de Eduardo Bueno chocamos, el resto es conocido. Creen que yo quiero algo de poder, están equivocados; mi mundo es la vida, el placer de leer, ver algo de cine, bailar, y sobre todo escribir y mucho más reír; siempre en espera de tiempos mejores, que me llegan.
                Todo indica que acabo de perder otro amigo entrañable en el partido, más por sus errores que por los míos. Son los celos de creer que me impulsan apetitos que no tengo. La vida todos los días me hace un nuevo regalo. Las distancias me ponen nostálgico pero no debo permitir que me depriman, aunque ésta mañana la sienta un poco abrazarme.
                Felicidades y alegrías para todos.

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