¡El aprismo es aprismo, no alanismo!
Uno de los contrabandos más eximios, de esos que parecen verdad pero son más bien aparentes que reales, ha sido la especie que pretende mimetizar al aprismo con la carrera particular, personal, absolutamente angurrienta de mando del señor Alan García Pérez, ex presidente del Perú, durante el bochornoso, por aventurero, quinquenio de ejercicio gubernativo entre 1985-1990. Así, la noche de 1992, cuando la fuga del Mozallón por los techos, tras una incómoda estancia en un barril sin agua, hacia Colombia, se estudió bien el destino. Entre 1949-1954, Haya de la Torre fue inquilino forzado de la Embajada de Colombia porque la dictadura odriísta lo mantuvo virtualmente preso. Pero Víctor Raúl fue creador de una doctrina con atisbos audaces de propuesta latinoamericana. Al conjuro de su voz y de su formidable presencia moral, las multitudes encaminaban sus protestas, entonaban sus cantos, marchaban a la revuelta, morían frente a los paredones o se pudrían en las ergástulas. Eran los tiempos en que el destino de una buena parte de peruanos era: encierro, destierro, entierro.
Todas las veces que se pretendió encontrar máculas en la vida de Haya, el tema agonizó por su propia debilidad. Víctor Raúl fue un hombre honesto, limpio. Hizo presidentes y nunca llegó a la presidencia. Consagró parlamentarios y la única vez que llegó a ocupar una curul fue cuando el octogenario arribó a la Presidencia de la Asamblea Constituyente entre 1978-79 y cobró como sueldo apenas S/. 1.00. Murió en casa fraterna pero prestada. Su riqueza la constituían libros con dedicatorias de personalidades mundiales que brindaron su amistad al líder aprista, entre éstos: Bertrand Russell, Albert Einstein, Alberto Moravia, Romain Rolland, León Trotski, André Breton, Ho Chi Min, Ben Gurion, George Lansbury, Walt Whitman, Alfredo Palacios, Lázaro Cárdenas, José Batlle, Arturo Alessandri, Pedro Aguirre Cerda, Salvador Allende, Germán Arciniegas y decenas sino cientos más; sus recuerdos de batallas y, obviamente, su legado más extraordinario: un partido con fe y disciplina dispuesto a la lucha revolucionaria por el poder. Su pecado más conocido fue creer en el pueblo, liderarlo y como el Moisés del Monte Sión atisbar la tierra prometida y no llegar porque un 2 de agosto de 1979 se quedó en el camino para entrar a los fastos de las glorias democráticas.
A la inversa, al ex presidente García se le critica por su presumible falta de honestidad. He sostenido que nunca se llegará a probar nada porque para eso han estado y están los famosos integrantes de la lacra abogadil, esa que limpia fachadas y remoza currículos. Pero ¿hay acaso algún problema ideológico en este aspecto? ¡No! Existe, la presunción de faltas cometidas, yerros contra la honradez y repartijas que favorecieron a cenáculos privilegiados y sumamente oligárquicos. El partido que se había pasado cinco décadas luchando contra los grupos minúsculos de poder, una vez aupado en el mismo, saltó la barrera de la vergüenza para trabajar por los menos y no para los más, como reza la antidemocracia. Entonces el Perú se convirtió en el paraíso de la inflación, de las importaciones hechizas, de las coimas, de los arreglos entre compadres, en la feria de disparates al por mayor y ¿acaso no era AGP el gran promotor, por defecto o por cociente, de estas maniobras vergonzosas y vergonzantes? ¿No fue el Perú entre 1985-1990 un gran desmadre y despelote por culpa de su desgobierno?
Sostengo que aprismo es aprismo y alanismo es cualquier otra cosa. Básicamente, creo que el proyecto de AGP es válido para su instinto de animal político. Sin poder mandar o tener a quienes someter, AGP, es como pez fuera del agua. Su elemento es la política. El poder por el poder. En su encuadre organizativo no interesan para nada la estructura del Estado, ni el juego de los poderes. Mucho menos quiénes los protagonistas ocasionales de los enjuagues. Por ejemplo ¿ha cambiado AGP de fichas para su manejo interno? ¿No siguen siendo Jorge del Castillo, Mercedes Cabanillas y algún otro, los que hablan por él, le defienden y ahora anuncian su retorno? ¿En qué ha cambiado? Yo diría que en nada.
Tampoco se puede esperar mucho de los antecitados, ellos se conforman con un puesto muy bien rentado en el Congreso. El pueblo es sólo un buen pretexto para los discursos. Lo que sí interesa y bien vale no una sino cientos de misas, es la sinecura de un puesto parlamentario, el sueldo de asesor en cualquier dependencia pública, la buena pro para obras que pagan las entidades públicas. ¿Cambio, revolución, ideales? ¡Pamplinas! ¡Eso está bien a la hora de la candidatura! ¡Una vez en el puesto, lo negro troca en blanco y viceversa!
El aprismo de Haya de la Torre insurgió a sangre y fuego en tiempos en que una oligarquía cerril usó por décadas a los militares como perros guardianes de su poder omnímodo. Cuestionó el status quo y procuró el poder, a través de elecciones y también por la vía revolucionaria de la revuelta y la conspiración. Querían el cambio, aspiraban a un país mejor y con menos desigualdad. El norte de sus ambiciones pasaba por la democrática convicción de saberse limpios para irradiar una atmósfera diáfana desde los pagos del poder. Fue la epopeya de un pueblo y de un partido. Miles murieron y dejaron parte de su vida en la lucha política y ésta encarnó en una religión que hasta hoy canta una Marsellesa emocionada y hasta con lágrimas. Y cuando se creyó llegada la hora de la gran transformación en 1985, advino un mozallón dotado de una innegable facilidad de palabra pero que hizo todo lo posible para destruir la forja que cientos y miles de héroes habían apisonado con sus vidas.
Afirmo que AGP es mejor candidato que gran parte de sus contendores en la lid presente. Porque los demás son muy malos y pusilánimes. No ha empezado la campaña y ya demuestran su terror a los discursos invariables de quien no ha aprendido nada. Cuando Jorge del Castillo sostiene que AGP ha asimilado de su experiencia en el “exilio”, uno tiene que reírse a mandíbula batiente. ¿Es afuera o aquí donde queman las papas? La mediocridad inefable de Castillo sólo es superada por su propia estupidez de abogado complaciente pero tenaz en su curul de parlamentario.
Concedamos con generosidad otra exégesis. Que AGP haya mensurado bien sus años de ausencia y entonces eso lo impulse a reorganizar al partido para las contiendas próximas. Eso significaría que el Apra entrara en una profunda catarsis y autocrítica y que bote a patadas a gran parte de su dirigencia coludida con la irresponsable gestión entre 1985-90.
¿Pero, no sería AGP el primero en pedir perdón por la inmensa culpa que a él le toca admitir? Si lo hace, enhorabuena. Y entonces, se impondría el deber de la gran convocatoria a todos los que en algún momento fueron parte de la militancia y hacer que la fraternidad, esa que instituyó con gran habilidad Haya, fuera el instrumento reunificador de una gran corriente nacional, popular, revolucionaria, en síntesis, moral. ¿No sería de este modo, una chance para que el Perú retornara al sistema de los partidos? ¿Y entre ellos uno, con bases nacionales, líderes limpios e inmaculados, dispuestos a luchar contra el status quo?
El proyecto personal de AGP sólo lo sabe él mismo. Quienes hablan por él lo hacen digitados como muñecos a larga distancia. Ninguno puede parársele al frente porque carecen de madera, son sólo espantajos que pueden lograr la supervivencia política al lado de AGP, contra él son menos que ceros. Sin embargo, el aprismo como doctrina, discutible y hasta como forma de comportamiento cívico, es el aprismo de los mártires de Trujillo de 1932, de los insurrectos de 1948, de los hombres y mujeres anónimos que vivaron a su movimiento y a su jefe invicto.
Mi homenaje a los viejos y a los nuevos apristas. A ellos el reconocimiento porque creen en algo. En un país en que ya no se puede creer en nada, merced a la rufianesca raíz de sus gobernantes, emociona profundamente ver cómo ellos pelean por lo que creen una chance y un derrotero. Ojalá que sepan a quién confían sus destinos y que el período 1985-90, no repita su paso de Atila Negro por el Perú, porque entonces, no habrá poder humano y menos divino que recomponga a la esperanza que fuera la ilustre creación de Haya de la Torre.
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