Mariscales del fracaso anuncian “renovación”
Los egregios fautores de la enanización casi final del Apra, han anunciado un congreso en que se “analizará” la tragedia electoral y el ridículo del Partido, otrora de multitudes, y fundado por Haya de la Torre. Uno de los más mediocres capitanes del desmadre, Javier Velásquez Quesquén ha dicho con rostro pétreo:“Nos toca asumir nuestra responsabilidad y evaluar la formación de cuadros dirigenciales nuevos”. Entonces ¿qué esperan para largarse de una dirección que les queda demasiado grande?
Es tanto el cacareo por renovación que no hay siquiera valentía para cuestionar y sindicar con claridad puntual al responsable de este fracaso cuya crónica venía desde muchos meses atrás: el señor Alan García Pérez.
Lo que no pudieron las dictaduras, los asesinatos, las persecuciones, los acosos, todos los inconvenientes que profanaron las leyes, trocaron en verdad la mentira, subvirtieron el orden para enajenar al pueblo su voluntad de victoria, lo ha logrado García Pérez en apenas cinco lustros: yuguló de ideas al Apra; le cortó su vena ética; lo transformó en usina de sus apetitos personales (el poder por el frívolo desempeño de mandarín de las transnacionales) y castró literalmente, alquilando y pagando los servicios de sus adláteres, cómplices y socios de la muy cuestionable empresa de destruir al Apra. Ninguno de ellos puede hablar muy mucho sin aprehender y comprender que en esa mención está, también, su pasaporte a la cárcel. Las tarifas varían y los métodos, también.
Lo que antaño fue una fraternidad de hombres y mujeres de todas las regiones del país, incapaces de distinguirse por razón de su fe o de su color de piel, al amparo de las consignas de fe, unión, disciplina y acción; los cánticos que hermanaban al militante en el dolor, en la lucha o en la victoria, hoy rumia por ineptitud cataclísmica de unos negados para cualquier cosa inteligente, su fracaso y con la ominosa cifra de ¡4 parlamentarios!
El alanismo, esa degeneración que presume de a tal servicio, tal precio y “cómo es la mía”, es cualquier cosa, menos parte de la doctrina y la ideología que enseñara por calles y plazas Víctor Raúl, la generación fundadora y la que hasta 1979 representó con brillo, elocuencia, honestidad a prueba de balas y coimas, al Partido que fuera una esperanza de justicia de pan con libertad. La patota que hoy se ha enseñoreado del mando en esa organización sólo puede exhibir las credenciales que les muestran como ladrones e impostores.
¿Cómo así que los mariscales del desmadre van a evaluar su estupidez congénita? ¿es eso posible? ¡Ni siquiera se atreven a pedir cuentas al cínico y aprovechador y gran autor de este nuevo fracaso! ¿con qué cara pretenden mantener el andamio de engañifas, fraudes y cinismos que son el compendio de su accionar público? Seamos claros: del mediocre sólo se puede esperar la generación de frutos viles o putrefactos.
Que no sorprenda que algún turiferario o cobra-sueldo aliente la formación de un nuevo partido porque el que tenían ya lo destruyeron y casi lo mataron de tanto robarle y asaltarle el cuerpo de ideas, decenios de heroísmo y consagración cívica por la lucha revolucionaria.
En los pueblos en que la vergüenza por el fracaso constituye un acto de valor, acaso el último, la admisión del yerro y el apartamiento vitalicio es garantía de supervivencia y renovación bajo el comando de los más inteligentes y talentosos. Cuando tarados químicamente puros y sinceros persisten en la comisión de los mismos errores que les llevaron al abismo, no hay cómo salvar nada y más vale preparar las honras fúnebres.
Que no extrañe que los canes alquilados y mercenarios ladren con fuerza espumosa. Para eso les pagan y en eso les va la tasa de cómo miden sus “honorarios”. Y los resultados están a la vista: sin candidatura municipal en Lima, sin postulante presidencial en abril y con ¡4 legisladores!
¡Que se vayan todos!
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