La revolución de los consumidores
Y de pronto Chile, el país próspero y tranquilo, protagoniza la revuelta más importante de los últimos años en Latinoamérica. Por primera vez, las protestas no son -como suelen ser en la región- para derrocar a un dictador, ni defender la democracia frente a un autogolpe, ni para quejarse de la violencia narco, o la devaluación de la economía, o el alto desempleo, o porque no hay dinero y arrecia el hambre.
¿Y por qué son?
La economía más consolidada del continente, que tiene al país como exitoso miembro de la OCDE, con un PIB per cápita de 13 mil dólares, basó su crecimiento en meter todas sus fichas en una sola canasta: el libre mercado. Lo que no estaba en los planes de nadie era que, de pronto, se levantara una rebelión inesperada: la de los consumidores.
La cara visible del malestar ha venido de los universitarios. Como sus padres no pueden dejar sus trabajos (en Chile la fuerza sindical es mínima y un despido significa dejar de pagar los créditos), los jóvenes han liderado el malestar. Sus protestas en sido empujadas, como en el primer mundo, por las diferentes redes sociales. Y han sabido mezclar la creatividad (3 mil jóvenes haciendo una coreografía de Michael Jackson por la educación, frente al palacio de gobierno), con la violencia televisiva (las creativas marchas son transmitidas en directo y suelen terminar con fuertes choques con la policía).
Pedir la educación gratuita, más que un asunto ideológico, es un reclamo de cliente. Hay dinero para hacerlo, dinero que viene de los propios ciudadanos. Chile no solo no tiene deudas, sino que acumula una cantidad de reservas para estabilidad económica y social, inéditas en la región: más de 13 mil millones de dólares. ¿Por qué endeudarme media vida por estudiar en la universidad, si el Estado tiene riqueza?
El conflicto ha tenido dos caras visibles. Por un lado, el presidente Sebastián Piñera, empresario exitoso y con una de las fortunas más grandes del continente, que en 17 meses de gobierno llegó al piso más bajo de aprobación en 20 años de democracia, con el 26 por ciento. Del otro lado, Camila Vallejo, una carismática y linda dirigente estudiantil de 24 años, que se declara comunista, usa piercing en la nariz, 'twittea' las marchas, va a la televisión y asegura que estamos frente a un momento histórico. Camila nació en Macul y se crió en La Florida, dos barrios 'clasemedieros' por excelencia.
En los meses que van de protestas, Camila dijo: "La educación es un derecho". Piñera declaró: "La educación es un bien de consumo". Camila dijo: "La universidad tiene que ser gratis y de calidad". Piñera declaró: "Nada es gratis en la vida".
La primera revuelta de clientes en el continente no es un tema menor para la región. Chile ya exportó por Latinoamérica el modelo de la jubilación privada, de las universidades privadas y de las grandes tiendas de retail basadas en las compras a crédito. ¿Exportará también las protestas de los consumidores? ¿Llegará ahora el turno de Colombia, Perú, México?
No es seguro. Primero, porque para vivir esta versión tercermundista de los indignados europeos, las sociedades deben tener superadas y resueltas cosas previas (no tener guerras internas, por ejemplo). Y, por otro lado, es difícil que se repita la mezcla que hace singular el caso chileno: un presidente como Piñera, multimillonario, que se equivoca reiteradamente al declarar, y al otro lado, la hermosa Camila, la joven de la que todo Chile parece enamorado y que se define como mujer y como comunista.
JUAN PABLO MENESES / ESCRITOR CHILENO
Y de pronto Chile, el país próspero y tranquilo, protagoniza la revuelta más importante de los últimos años en Latinoamérica. Por primera vez, las protestas no son -como suelen ser en la región- para derrocar a un dictador, ni defender la democracia frente a un autogolpe, ni para quejarse de la violencia narco, o la devaluación de la economía, o el alto desempleo, o porque no hay dinero y arrecia el hambre.
¿Y por qué son?
La economía más consolidada del continente, que tiene al país como exitoso miembro de la OCDE, con un PIB per cápita de 13 mil dólares, basó su crecimiento en meter todas sus fichas en una sola canasta: el libre mercado. Lo que no estaba en los planes de nadie era que, de pronto, se levantara una rebelión inesperada: la de los consumidores.
La cara visible del malestar ha venido de los universitarios. Como sus padres no pueden dejar sus trabajos (en Chile la fuerza sindical es mínima y un despido significa dejar de pagar los créditos), los jóvenes han liderado el malestar. Sus protestas en sido empujadas, como en el primer mundo, por las diferentes redes sociales. Y han sabido mezclar la creatividad (3 mil jóvenes haciendo una coreografía de Michael Jackson por la educación, frente al palacio de gobierno), con la violencia televisiva (las creativas marchas son transmitidas en directo y suelen terminar con fuertes choques con la policía).
Pedir la educación gratuita, más que un asunto ideológico, es un reclamo de cliente. Hay dinero para hacerlo, dinero que viene de los propios ciudadanos. Chile no solo no tiene deudas, sino que acumula una cantidad de reservas para estabilidad económica y social, inéditas en la región: más de 13 mil millones de dólares. ¿Por qué endeudarme media vida por estudiar en la universidad, si el Estado tiene riqueza?
El conflicto ha tenido dos caras visibles. Por un lado, el presidente Sebastián Piñera, empresario exitoso y con una de las fortunas más grandes del continente, que en 17 meses de gobierno llegó al piso más bajo de aprobación en 20 años de democracia, con el 26 por ciento. Del otro lado, Camila Vallejo, una carismática y linda dirigente estudiantil de 24 años, que se declara comunista, usa piercing en la nariz, 'twittea' las marchas, va a la televisión y asegura que estamos frente a un momento histórico. Camila nació en Macul y se crió en La Florida, dos barrios 'clasemedieros' por excelencia.
En los meses que van de protestas, Camila dijo: "La educación es un derecho". Piñera declaró: "La educación es un bien de consumo". Camila dijo: "La universidad tiene que ser gratis y de calidad". Piñera declaró: "Nada es gratis en la vida".
La primera revuelta de clientes en el continente no es un tema menor para la región. Chile ya exportó por Latinoamérica el modelo de la jubilación privada, de las universidades privadas y de las grandes tiendas de retail basadas en las compras a crédito. ¿Exportará también las protestas de los consumidores? ¿Llegará ahora el turno de Colombia, Perú, México?
No es seguro. Primero, porque para vivir esta versión tercermundista de los indignados europeos, las sociedades deben tener superadas y resueltas cosas previas (no tener guerras internas, por ejemplo). Y, por otro lado, es difícil que se repita la mezcla que hace singular el caso chileno: un presidente como Piñera, multimillonario, que se equivoca reiteradamente al declarar, y al otro lado, la hermosa Camila, la joven de la que todo Chile parece enamorado y que se define como mujer y como comunista.
JUAN PABLO MENESES / ESCRITOR CHILENO
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