El Martirio.
Los detalles del holocausto de Manuel Arévalo no han merecido hasta ahora la atención de los historiadores o cronistas que están en trincheras distintas a las del Partido Aprista. Tampoco se han ocupado de esta limpia figura de auténtico mártir de las luchas sociales, los fabricantes de leyendas de figuras revolucionarias o los que utilizan la ficción literaria con reprobables fines de lucro personal. De Arévalo sólo se han ocupado sus compañeros del Partido, entre ellos intelectuales de valía como Antenor Orrego o Luis Alberto Sánchez. Habiendo transcurrido más de 30 años de su martirologio, es penoso constatar que en el Perú el nombre de Manuel Arévalo sólo está registrado en las publicaciones apristas. Sobre él se ha pretendido tender un velo de silencio cómplice, fruto de mezquinas pasiones cuando no de injustificables complejos de emulación. Felizmente se puede rescatar del olvido gran parte de la historia de este mártir obrero a base de los numerosos relatos provenientes de fuentes apristas.
Según dichos relatos, Manuel Arévalo fué capturado debido a una delación. Una vez localizado consiguió, sin embargo, burlar la vigilancia policial y se escondió en una casa donde había un subterráneo. luego de un dilatado tiempo de espera, pensó que sus perseguidores se habían marchado y salió de su escondite. Entonces fué capturado y puesto en manos del Prefecto de La Libertad Coronel Armando Sologuren. Este ordenó que fuese torturado para arrancarle todos los secretos de la organización clandestina del Aprismo en el Norte. Luis Alberto Sánchez en sus "Memorias". Tomo lI, pág. 550, anota que "una de las perversidades de que se le hizo víctima fué destrozarle las falanges de los dedos metiéndolas entre los goznes de una puerta, para reventárselos al cerrarla violentamente. Sin dedos, azotado, golpeado, colgado de lo que te quedaba de manos, Arévalo fué despachado en un automovil Inaclia hacia Lima, a fin de evitar la protesta de los cañaveleros del Valle de Chicama".
En un artículo escrito por Antenor Orrego, bajo el título "Martirio hasta más allá de la tumba" (diario "La Tribuna", 13 de Noviembre, 1958), encontramos la siguiente información complementaria sobre este caso: "Fué, el de Arévalo, un martirio cruento que se prolongó durante siete días largos‑ Las autoridades departamentales y el jefe de investigaciones ordenaron la tortura sistemática del preso en el Cuartel donde permanecía incomunicado, en Trujillo. Cada noche, a altas horas, se le trasladaba a las ruinas de Chan‑Chan, se hacía la simulación del fusilamiento para amedrentarlo y se le punzaba el cuerpo con las puntas aguzadas de las bayonetas para arrancarle delaciones de sus compañeros. En ese entonces el que escribe estas líneas ejercía la Secretaría General en La Libertad. Arévalo conocía el sitio de refugio así como los de los otros miembros del Comité. Hemos oído los relatos espeluznantes de testigos, presenciales, horrorizados por los sufrimientos del prisionero y por los métodos de sevicia inhumana que se emplearon, en esa circunstancia. Empero, no se le pudo arrancar una sola palabra delatora... Este calvario se dilató por espacio de una semana, como hemos dicho. Agotadas las fuerzas del torturado, ya casi moribundo, se ordenó desde Lima, apresuradamente, su traslado Inmediato".
Se afirma que de Lima fueron enviados con orden de matar tres conocidos hampones que oficiaban de agentes de la Brigada Política, cuyos nombres tristemente célebres eran Polo, Saldarriaga y Espantoso. Los tres truhanes, afectos a las drogas y ampliamente conocidos en los turbios ambientes de garitos y burdeles, recibieron dinero y drogas para cumplir su macabro cometido. Lo hicieron en la forma en que acostumbraban cometer sus fechorías: por la espalda, a mansalva, dispararon sobre el cuerpo del inerme prisionero que engrilletado y torturado no podía ofrecer la menor resistencia. ¡Así estos vulgares delincuentes escribieron una página de vergüenza y de lodo en la historia, todavía no escrita, de la mal llamada Policía Cientifica, vulgo "soplonería" del Perú.
El asesinato se consumó el 15 de Febrero de 1937. Fué en una tarde en el camino frente al mar entre Huarmey y Pativilca, en el lugar denominado "Colorado. Chico". Inhóspita pampa que nació a la vida de un pueblo, cuando fué regada por el purpurino torrente de sangre de quien entregó a la causa de los pobres y de los oprimidos lo mejor de su existencia.
Reproducimos del artículo publicado por el prestigioso escritor ancashino, Ernesto Reyna, el siguiente relato publicado en el diario La Tribuna" (edición 10‑2‑1962), intitulado "Así Murió Manuel Arévalo por considerar que es el más completo y además tiene el merito de corresponder a un testigo de excepción":
"En aquel entonces desempeñaba el cargo de Secretario Ge. del Comité Aprista de Huarmey, y en mi calidad de tal, ordene a los compañeros de disciplina que hicieran una Investigación minuciosa sobre la muerte de nuestro martirizado compañero... Según esos informes, a las 6 de la tarde del 14 de Febrero llegó a Huermey, procedente del norte un automóvil oscuro, manejado por un chofer que escondía la cara bajo un sombrero de ala ancha, como temeroso de ser reconocido, no así dos individuos de caras patibularias, que miran insolentes y no tienen empacho de reconocerse como "soplones". Llevan preso a una persona vestida con un desgarrado overol amarillo, y la toalla que lleva al cuello tiene manchas de sangre.
El carro ha venido fallando, y como no pueden seguir viaje, pernoctan en el local de la guardia civil ... Un guardia, aprovechando la salida de los soplones, conversa con el preso, que lleva grillos en los pies y en las manos. Informa que es Manuel Arévalo, que sus custodios lo han torturado y tiene el triste presentimiento que lo asesinaran en el camino... Bebe sólo un vaso de agua, y luego duerme profundamente. A las seis de la mañana del otro día, como hay un grupo de curiosos que observan al frente del puesto, los "soplones" le quitan los grillos al preso, y le ofrecen una palangana de agua para que asee... Manuel Arévalo, casi alegre, se lava, y viéndose la barba crecida, pide prestado al guardia la máquina de afeitar. Contempla con ojos escrutadores, al grupo de curiosos. Como nadie dá muestras de reconocerlo se queda en suspenso con la mano izquierda en alto… Toma como desayuno una taza de café y un huevo pasado por agua. Es su última comida. Lo embarcan en el automóvil y siguen viaje al sur... Al llegar a "Colorado Chico" los soplones se desvian de la pista, y paran el carro. Sacan una lato vacía de gasolina , e invitan a Manuel Arévalo a caminar. Cuando el preso ha dado algunos pasos lo balean por la espalda, se vuelve, cae Árévalo con los brazos en cruz sobre la lata vacía. Una de sus manos sobre la arena, en las convulsiones de la muerte, había escrito algo: ¿era un signo de la cruz y una A, entrelazadas? Los primeros que vieron aquella trágica escena fueron dos vecinos de Huacho que manejaban sus camiones: el hoy floreciente comerciante don Eleuterlo Meza Guerrero, dueño de una cadena de grifos, y el señor Manuel Montes, que hasta hace poco conservaba el camión con que viajaba esa tarde luctuosa del 15 de Febrero . . . Al día siguiente, algunos apristas de Huarmey, fuimos a Colorado Chico, tarde de la noche, y dejamos una pirámide de piedras y una pequeña cruz de caña. Años más tarde aprovechando una tregua, el compañero Alfredo Tello vino especialmente ‑de Trujillo con un volquete cargado de tierra de Chan‑Chan, para cubrir la sangre fresca del mártir que todavía como una mancha salitroso, perduraba sobre la arena. Alfredo Tello construyó con piedras una estrella de cinco puntas, y los compañeros de la Hacienda Paramonga levantaron una cruz de madera".
El asesinato de Arévalo fué premeditado y ejecutado fríamente. El gobierno se limitó a publicar un Comunicado Oficial en el que se informaba al público que se le había aplicado la "ley de fuga". ¡Cruel ironía sostener que el prisionero intentaba huir estando esposado de pies y manos! En el, Perú nadie procesó a los asesinos de aquel 15 de Febrero de 1937. Los tres asesinos huyeron a Chile en 1945 cuando el Apra recobró su legalídad. Cuando el Presidente Bustamante rompió con el Apra no sólo volvieron al país sino que fueron reincorporados a la Brigada Política por otra dictadura militar.
Muy distinta fué la reacción del pueblo al conocer el cobarde crimen. La noche del asesinato efectuaba una representación en Lima la compañía da teatro español de Margarita Xirgú, representando ‑‑‑Mariana Pineda" de García Lorca. Cuando en escena se declamaban los versos que anuncian la muerte del patriota Torrijos, la reacción del público fué muy signicativa:
Torrijos, el general
noble, de la frente limpia,
donde se estaban mirando
las gentes de Andalucía;
caballero entre los duques,
corazón de plata fina:
ha sido muerto en las playas
de Málaga, la bravía El episodio ha sido relatado por Luis Alberto Sánchez en varios de sus libros. En sus "Memorias" añade que: "Un escalofrío de dignación y angustia estremeció a los , que en ese momento conocieron la fúnebre noticia. La voz cálida de Margarita resonaba en el prosenio. Por las mejillas de los espectadores más curtidos al dolor, rodaban las lágrimas, no por Marlana Pineda, mártir remota y poética, sino por Manuel Arévalo, héroe y víctima, cercano y real, de la libertad del Perú"(3)
(3) Sanchez , Luis Alberto: ‑‑‑TestimonioPersonal ‑ Memorias". Tomo lI, pág. 551.
El martirio de Arévalo se prolongó más allá de la tumba. Mi siquiera sus huesos tuvieron derecho al descanso eterno de la tumba. De acuerdo a una versión proporcionada por Nicanor Mujica, los huesos de Arévalo fueron rescatados dos años después por los apristas en plena clandestinidad. Haya de la Torre por mucho tiempo "los guardó cerca, esperando la hora de rendirles el tributo fúnebre que merecía, hasta que la policía, en otro asalto, se los arrebató". Los despojos de Arévalo se convirtieron así en un fatídico trofeo. (Ver ‑‑‑Haya de la Torre y el Apra". L.A.S págs. 355‑56).
La Cruz de Arévalo.
El tiempo demoró para que llegase la hora de la justa compensación al sacríficio del mártir. Al reconquistarse las libertades públicas (en 1946) los apristas acordaron rendirle homenaje en el mismo escenario del holocausto. Por acuerdo del Comité Ejecutivo Nacional del PAP, el 15 de Febrero de 1946 los apristas de la región del norte realizaron la primera "Marcha" a la tumba de Manuel Arévalo. Sendas ofrendas florales fueron depositadas en "Colorado Chico". donde hubo necesidad de aplanar un montículo y hacer sobre él una especie de plazoleta en el desierto. Sobre el mismo terreno se delineó una gran estrella de cinco puntas que fué revestida de frescas flores. El Secretario General del PAP, Ramiro Prialé, pronunció esa mañana una bella oración: "Hacemos esta Estrella Aprísta ‑‑dijo‑ como la hacias tú mismo en la clandestinidad; no usando la medida en tus manos sino en tus ojos; esos ojos que no sólo tenían geometría, sino prismáticos para ver el futuro del Partido". En el centro de la estrella fue sembrada una siempre viva como símbolo de eternidad.
Fué preciso que pasaran otros largos ocho años de oscurecimiento de la libertad. El proyecto definitivo recién se concretó en 1958 cuando en el anfiteatro cósmico de -ColoradoChico‑ se levanto una cruz majestuosa, en medio de los cerros, para perennizar la memoria de Manuel Arévalo. Hasta allí llega invariablemente, todos los años, una caravana de automóviles y gentes de los pueblos norteños ofrendan el homenaje de su recuerdo y de su lealtad a esta figura prócer de la democracia peruana. Se piensa que algún día se le levantará allí una villa formada de blancas casitas, en las cálidas arenas frente al mar. Tal vez allí, cuando llegue la hora del reconocimiento y sean borradas para siempre las bajas pasiones, se levantará un pueblo o por lo menos un monumento que perennice la memoria del mártir Arévalo.
El Traidor.
No se debe dejar de mencionar la suerte que corrió el principal responsable de la captura y del asesinato de Manuel Arévalo. Su nombre se conoció casi de inmediato, debido a la eficiente organización clandestina que tenían los apristas. Era éste un tal Salomón Arancibia que desempeñaba el doble papel de agente provocador infiltrado en la organización aprista trujillana y al mismo tiempo actuaba en la Brigada Política de Lima como confidente. Era el mismo personaje ruin que desde las sombras también ocasionó la rnúerte de Manuel Barreto en el asalto al Cuartel O'Donovan, durante la revolución de Julio de 1932. Era el talabartero del cuartel que, habiendo estado comprometido con los revolucionarios, desapareció misteriosamente y no cumplió con la misión que se le había encomendado. A ello se debió el cambio de la guardia del cuartel y la sorpresa del Búfalo Barreto ante un repentino cambio de planes. Desde entonces muchos dedos acusadores se habían levantado contra Salomón Arancibia. Pero éste, indiscutiblemente hombre astuto y calculador, siguió actuando en su doble papel contra el Apra.
Un día de aquel mes de Febrero de 1937 se anunció que había sido muerto a balazos en el Bosque de Mata‑Mula, Urbanización de Jesús María, un sujeto natural de Chepén que respondía al nombre de, Salomón Arancibia. Las informaciones oficiales indicaban que ‑un grupo de sectarios apristas compuesto por Holguín Uriona u Ormeño (a) "Arenales" y Ricardo Montoya Alvarado, sacaron de su casa con engaños a la víctima y lo asesinaron". Añadían que los asesinos fueron reconocidos por el chofer Fernando Coto Vásquez que manejaba el carro No 7689 de servicio público y por la familia de la víctima "quienes identificaron a ‑Arenales‑ como a Fernando León de Vivero que fugó a México". En el folleto "Los Crímenes del Apra", editado por el Ministerio de Gobierno y Policía durante el régimen del ochenio, se afirma sobre este caso que "El Comando Aprista lo sentenció a muerte por traidor al partido, imputándole el fracaso de un movimiento revolucionario de la secta, creyéndolo delator".
La acusación contra el doctor, Fernando León de Vivero jamás llegó a probarse. Se le sindicó de hecho como principal responsable, únicamente porque su nombre cobró relieve como abogado defensor de muchos presos apristas y por su actuación como personero del PAP ante el Jurado Nacional de Elecciones el año anterior. El diario “El Comercio" fué el encargado de propalar esta especie e inclusive a todo lo ancho de sus columnas le llamaba "asesino", sin exhibir una sóla prueba en su contra. Una rectificación hecha por el padre de León de Vivero no fué publicada en el diario de La Rifa. Años después el propio abogado obtuvo una ejecutoria de la Corte Suprema de Justicia que lo absolvía de toda responsabilidad.
La misteriosa muerte de Arancibia, en ningún caso podrá tomarse como atenuante para justificar el bárbaro asesinato de Manuel Arévalo. Si realmente aquel fué el delator alguien se hizo justicia por su propia mano. En situaciones en que campea el abuso y la violencia sería ingenuo suponer que todos los perseguidos reaccionasen pasivamente frente a tan quemantes injusticias. Lo evidente es que el asesinato de Arévalo causó indignación y estupor sobre todo por la censurable actitud del Ministerio de Gobierno que tergiversó lo sucedido en "Colorado Chico", y otorgó patente de impunidad a los hampones que victimaron a Manuel Arévalo. |
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