Alan García: Soledad entre multitudes
Sin que nadie se lo pidiera, García decidió el domingo 24 de julio, dar una vuelta olímpica en el estadio nacional, remozado, ampliado y lleno de luces. Terminó su segunda administración el señor García inaugurando obras, mañana, tarde y noche. Tuvo la enorme suerte de contar con mucho dinero en el tesoro público, debido, sobre todo, a los buenos precios de las materias primas, mereció gran confianza de los inversores de fuera y recibió numerosos préstamos para financiar muchas obras, algunas de importancia como carreteras e hidroeléctricas. Gastó también el gobierno de García muchísimo dinero del Tesoro público en atosigarnos con avisos en la mayoría de medios de comunicación para decirnos nadie hizo tanto como yo. Ojalá sea posible verificar las cuentas oficiales de todo lo gastado y que los gastos casi secretos bajo el paraguas de organismos internacionales de las Naciones Unidas y hasta de la Cooperación internacional española sean efectivamente revisados.
Aprovechando del meritorio tercer puesto de la selección peruana en la Copa América, García decidió enviar el avión presidencial para traerlos al estadio desde de Argentina. Como en tiempos griegos dieron una vuelta olímpica. Astuto recurso para llevar aguas al molino de su ego monumental. Como se trataba de una gigantesca representación teatral en beneficio de su memoria, con el ojo puesto en su candidatura de 2016, García no tuvo en cuenta lo estrictamente deportivo. Lo importante era su show personal para que nadie le quite lo bailado.
En medio de la multitud, destaca la soledad política de García, pese al éxito económico de las grandes empresas y al gran crecimiento del espíritu capitalista en el país. Perdió en todas sus apuestas y su partido quedó reducido a cuatro congresistas. Con su narcisismo, fue el factor decisivo para el desastre de su partido, contando con la total complicidad de sus compañeros que no pueden decir una palabra contra él porque si quieren volver al Congreso en 2016, su única posibilidad es estar de su lado. Ni Haya de la Torre ni el viejo partido tendrán la importancia que tuvieron en el pasado, sólo la lealtad con el caudillo García.
Nada en la personalidad del expresidente puede ser pequeño, humilde y sencillo. En el fondo, está solo, como el uno, como un hongo, sin su partido, sin que el pueblo le extienda la mano y lo abrace con sinceridad y espontaneidad. Cuando los tiempos de rendición de cuentas lleguen, cuando ya no haya cámaras de televisión y periodistas incondicionales del poder, tal vez sea mayor su soledad.
Cuando el caudillo dispone ilimitadamente del poder, la soledad debe ser soportable. No sabemos de lo que es capaz un narciso como él para compensar la supuesta ingratitud de un pueblo que no valora todo los sacrificios que él cree haber hecho a su favor. Si García espera que el pueblo y la historia le reconozcan haber hecho un gobierno a favor de los pobres, comete un nuevo y gigantesco error
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