¿Pulveriza Ollanta a Clío?
Ha dicho el primer ministro, Oscar Valdés, que la propaganda generada por el evento automovilístico habría costado US$ 400 millones de dólares. Hay que inferir, entonces, que ese es el precio que cuesta en Perú, declinar las conmemoraciones a los que lucharon por la Patria en San Juan, Chorrillos, Barranco y Miraflores, el 13 y 15 de enero de 1881 cuando se produjo la invasión chilena. Es más, tal parece que los guarismos señalan cómo y a cuánto se practica la disciplina del silencio.
En efecto, los grandes “formadores” de opinión que pululan en todos los canales, radioemisoras, prensa impresa, han guardado marcial y prudente mutis y, de repente, para no molestar a los grandes patrones que colocan la publicidad, juzgaron adecuado no recordar el sacrificio de los mártires en aquella fecha aciaga.
El presidente Ollanta Humala, de formación militar, como su primer ministro, y del Ejército, acaban de pulverizar a Clío en momentos en que Perú ha llevado a Chile a un contencioso limítrofe en la Corte Internacional de Justicia de La Haya. ¿Supondrán ambos personajes que un pueblo ignorante de su historia entenderá qué es lo que está ocurriendo?
¿Con qué derecho se pretende echar un manto de olvido a sucesos que han marcado a la Nación y cuyos habitantes tienen el deber de conocer, desentrañar y juzgar con serena mirada de horizonte para evitar repeticiones, invasiones y exacciones?
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
Leamos textos anteriores de grave admonición.
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¿Legítimo olvidarse de la historia?
Tres ministras, Nidia Vílchez, Mercedes Aráoz y Manuela García impulsan una marcha por la paz y en protesta contra el espionaje el próximo 27 de noviembre. Ni por casualidad hay en la convocatoria la mención a un hecho, de los pocos, que nuestras tropas lograran en la guerra de rapiña que Chile perpetró entre 1879-1883: ¡Tarapacá!
¿Hay derecho a obliterar la reminiscencia de la historia? ¿con qué legitimidad se hace este desfavor al Perú? La ignorancia no es patente de corso para ensuciar la memoria de los que murieron por la patria. El recuerdo es nuestro, la sangre fue de igual procedencia nacional. ¿No son éstas las neumáticas que embrutecen al pueblo cuando se pretende –como lo firmara en 1985 Allan Wagner con un ministro chileno- re-escribir la historia para “por una cultura de paz” y echar manto piadoso sobre los desmanes y crímenes de la pezuña invasora? De Aráoz no extraña su nula vibración patriótica. A García casi no se la conoce fuera de su ámbito profesional. Pero Vílchez nació en tierra particularmente asolada por los entonces hunos del sur que no pudieron vencer y fueron arrojados en la Campaña de La Breña, con Andrés Cáceres de capitán valiente, del centro del país.
¿Callarán todos los medios? ¿silenciarán sus proclamas los intelectuales que estudian según el menú que dictan los dólares y euros? ¿asentirán en la amnesia los pagos oficiales? ¡Qué importa! Si ellos enmudecen, las consignas de recuerdo y homenaje tienen que provenir de los hombres y mujeres libres, desde abajo y desde la profunda convicción patriótica constructora de un nuevo Perú libre, justo y culto. En esa corriente, como humildes soldados, estamos de manera irrenunciable y perpetua.
Leamos.
¡Así se fabrica la amnesia colectiva!
En primer lugar: ¡Un vibrante homenaje a los heroicos soldados peruanos que un día como hoy en 1879, dieron a la nación, una página de victoria y valentía en Tarapacá!
Importa poco el despreciable y culposo olvido en que entidades oficiales de todo tipo, incluidas las privadas, partidos, asociaciones, universidades, colegios, etc, quisieran sumir a un hecho, de los pocos, que en aquella guerra de invasión ganaron gloria y perennidad para Perú.
Ni un canal de televisión, radio o diarios (con alguna notable excepción por confirmar), recuerda la batalla de Tarapacá porque es un “hecho del pasado”. ¡Cómo si evocar temas de enorme importancia, por escasos y favorables al Perú, constituyera un crimen! Conviene la pregunta: ¿es esto una casualidad? ¿o ha vuelto a funcionar la fábrica que inocula aviesa y mañosamente la amnesia colectiva en millones de peruanos? Me atrevo a afirmar, denunciando, que: ¡así se cocina la amnesia colectiva!
¿Cómo no van a ignorar qué ocurrió los peruanos, en su pasado trágico o histórico si, quienes debían recordarlo o rememorarlo, simplemente se ponen de acuerdo, en la tácita cobardía de sus miserables existencias, para no mencionar el hecho? ¿Fue Tarapacá algo olvidable, desdeñable? ¡De ninguna manera, fue una solitaria excepción a la larga cadena de fracasos a que nos condujo una oligarquía inepta, cobarde, profundamente adocenada y pusilánime que en 1879 (tampoco había sabido responder en 1836), envió a una guerra con pronóstico de fracaso anunciado, a miles de hombres y mujeres que protagonizaron el sacrificio de luchar por la patria! ¿En nombre de qué modernización o globalización debe echarse al tacho semejante fecha como la de hoy?
Los retrasados mentales que están en Defensa o Interior sólo reaccionan cuando el terrorismo asesina policías, captura comisarías o se apodera de explosivos. Su reacción inmediata, orgánica, insuficiente, sólo pasa por pedir más recursos que el contribuyente tiene que sufragar para que se paguen más consultorías, más sueldos a enemigos del Perú infiltrados a muy alto nivel y con la hipócrita tesis que se pelea por los derechos humanos. ¿Qué derechos humanos son los de aquellos que mueren en la refriega y sólo reciben menciones honrosas, discursos estúpidos y ascensos póstumos? Por eso es que hasta el Establo se mostró renuente a autorizar los recursos solicitados en la convicción que estas dependencias se han manejado con una mediocridad digna de la taifa de obnubilados que las dirigen. Y, por cierto, en estos lugares, a nadie se le ha ocurrido recordar la batalla de Tarapacá.
La historia no consiste en borrar o maquillar los hechos del ayer. ¡De ninguna manera! Años atrás, el hoy ministro de Defensa, Allan Wagner, firmó en 1985 un acta con su par chileno de Relaciones Exteriores de esa época, Jaime del Valle Alliende, por la que hacían votos por una historia común o una re-escritura de lo acontecido entre Perú y Chile. ¿Cumple sus votos Wagner hoy, olvidando Tarapacá?
Pueblo que olvida sus yerros y se permite el desprecio de la historia, transita, inevitablemente, por los caminos de sus más desgraciados errores. ¿Están concientes los líderes que por alguna casualidad, ocupan hoy puestos de mando, de lo que acontece cuando le borran de la memoria lo ocurrido en el ayer porque se impulsa, fabrica, cocina y adereza la amnesia colectiva, una vez más?
Frente a la desverguenza protagonizada hoy, en su inmensa mayoría, por los medios de comunicación y por quienes debían portarse a la altura de las circunstancias, recordando y homenajeando a los que lucharon por la patria en Tarapacá, debemos subrayar que siempre existirán voces protestantes, de repente minoritarias o ailadas, pero enérgicas e indubitables a la hora de clamar por los justos fueros irrenunciables de verguenza y heroismo de que dieron demostración esos valientes en 1879. ¡Herejías de hoy, credo de mañana!
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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