Ser realistas o ser aplastados
Moisés Panduro CoralEn mi modesto entender, al Presidente Humala le falta asumir un liderazgo más efectivo en la conducción de los destinos del país. Es un hombre de palabras cortas y de ideas cortas, ha dicho un importante periódico europeo. Sin embargo, no se puede negar que, tal vez, más por resignación que por convicción, ha decidido admitir que el deber insoslayable de un estadista es actuar con sentido realista y ponerle un alto al maximalismo ideologizado que se encrespa y se agita en las aguas del facilismo electoralista.
Ese realismo ha sido anatemizado por sus detractores como un giro a la derecha. Desde su propio bando le ha caído motes de “vendido al capital extranjero”, y, cuando no, “títere de los poderosos”. No pretendo defender a Humala. Ya lo dije, no he votado por él. Tampoco pienso ridiculizar a mis amigos de la izquierda marxista, pero me parece que a éstos les cuesta mucho aceptar que dos de sus estados referentes hasta hace unas décadas, China y Rusia, son ahora lo que son -países emergentes-, precisamente porque sus estadistas entendieron que no es posible construir el socialismo salteando las necesarias etapas que deben darse para esa trascendental meta. La velocidad que se imprima para ir pasando esas etapas es lo que diferencia a los sistemas que propenden al desarrollo y nos acercan al socialismo. Ergo, no puedes pasar de la noche a la mañana de un estado semifeudal a un estado industrializado, pero sí puedes acelerar los procesos para que ello ocurra. Y eso se llama realismo.
No es el primero, -el Presidente Humala-, en enmendar su propio discurso. En 1982, Felipe Gonzáles, el gran líder español ganó las elecciones para Primer Ministro con un eslogan que decía “OTAN, de entrada no”. Incluso prometió un referendo para consultar al pueblo si quería seguir perteneciendo a esa alianza militar europeo-norteamericana. Cumplió su palabra porque hizo el referendo, pero los socialistas españoles y el mismísimo Felipe Gonzáles, ya como Primer Ministro, hicieron campaña por el sí a la OTAN. El líder español comprendió rápidamente que sin ingreso a la OTAN no tendría las oportunidades para lograr la urgente reconversión industrial que España necesitaba, ni la plenitud de acceso a los mercados que debía desarrollar, ni el acercamiento al avance tecnológico de países que están a la vanguardia de la investigación, ni participación en el liderazgo en los temas esenciales de la problemática mundial. Y al final, España llegó a ocupar la Secretaría General de la tan vituperada OTAN, en la persona de Javier Solana, y logró ocupar un lugar importante en el concierto internacional.
Evo Morales, líder indígena y Presidente de Bolivia, es otro ejemplo de cómo el discurso electoral muchas veces es un simplismo que te da una bofetada cuando ya estás al frente del timón. Reprimió a sangre y fuego las protestas de los indígenas bolivianos que se oponían a la construcción de una carretera entre Cochabamba y Trinidad que estaba diseñado para pasar por su territorio; ordenó una brutal ofensiva militar contra la población y las autoridades democráticamente elegidas por los pueblos de Santa Cruz, Beni, Tarija, Sucre y Potosí; masacrada la población; encarceladas, destituidas y perseguidas las autoridades; lo que hace pensar que en Bolivia ya ni siquiera se puede hablar de “judicializar la protesta” como le gusta decir aquí a la caviarada, pues allí en Bolivia lo que ha ocurrido es que se ha “judicializado la política” porque los perseguidos y encarcelados son adversarios políticos de Evo. Exactamente lo opuesto a lo que predicaba cuando era líder de los cocaleros.
Evo tampoco tuvo reparos en meter un gasolinazo a los bolivianos hace cosa de un año; un gasolinazo que hizo subir de un plumazo en 82% el costo de los combustibles, olvidándose que fue quien más cuestionó a los gobernantes que le precedieron frente a estas medidas diciéndole a la gente que él no necesitaría de “gasolinazos” ni de “impuestazos” para aumentar los ingresos del Estado. No se quedó allí, contrariando totalmente su discurso, dio paso en su territorio a los productos transgénicos, anunciando su uso para aumentar la producción alimentaria después de una crisis de abastecimiento en Bolivia. Unos meses antes, para oponerse a la posibilidad que en Bolivia puedan ingresar esos productos había dicho en una conferencia que los transgénicos producían calvicie y homosexualidad en los seres humanos.
Otro gobernante que aprendió a ser realista fue Lula. En los años setenta, -y el mismo lo reconoció-, cuando era sindicalista se opuso radicalmente a la construcción de la central hidroeléctrica de Itaipú, en la frontera brasileño-paraguaya, la segunda represa más grande del mundo después de Tres Gargantas en la China. Como que Lula, entonces, no era sólo un sindicalista, sino un ambientalista virginal. Muchos años después, ya como gobernante, cuando varias ciudades grandes de su país vivían la angustia del racionamiento eléctrico, Lula impulsó vertiginosamente los proyectos hidroeléctricos. De hecho dejó inaugurando varios de ellos y firmó el contrato para la construcción de la hidroeléctrica Belo Monte en la cuenca del río Xingu que, según se conoce, será la tercera más grande del mundo.
Las crónicas periodísticas refieren que cuando el famoso cineasta, James Cameron, realizador de la película “Avatar”, visitó Brasil para dar su respaldo a los opositores ambientalistas al proyecto Belo Monte, Lula en un acto público lo aludió indirectamente diciendo que “de vez en cuando, viene un gringo a opinar sobre Brasil… (pero) nosotros sabemos ocuparnos de nuestro desarrollo”, agregando que “los gringos meten la nariz donde no deben”. Imagínense el alarido al cielo que hubieran dado los ambientalistas virginales, los caviares y los tontazos útiles peruanos si todo eso hubiera sido dicho por Alan García.
Bueno, éste recuento de los giros de 360 grados de tres estadistas, -y de lo que ocurre con el Presidente Humala-, son apenas unos tips con los que quiero demostrar que gobernar una nación, enrumbarla y afirmarla por la senda del crecimiento económico y la justicia social es diametralmente diferente a discursear en una plazuela en campaña electoral. Es palmario que si no te vuelves realista, la realidad termina aplastándote.
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