martes, 1 de mayo de 2012

CUANDO UN REVOLUCIONARIO MUERE, NUNCA MUERE
 
 
La noticia del fallecimiento del Comandante Tomas Borge, nos entristece enormemente. Era quizás, de los ex comandantes sandinistas, el más firme en sus principios y valores revolucionarios, suerte de referencia moral de los cc del FSLN.

Para la generación de la "Asamblea Constituyente de 1979" del APRA, la revolución sandinista en Nicaragua fue enormemente popular, no solo por la legitimidad de su causa contra una dictadura dinástica que encarnaba la familia Somoza, sino porque abría escenarios y procesos en Centroamérica, tan necesarios para la democratización y la soberanía nacionales. La revolución sandinista era la culminación del proyecto liberador latinoamericano que no se resignaba a los muros de la guerra fría y una alternativa al "modelo cubano" que surgió también como un alzamiento popular contra una dictadura corrupta pero que se alineó con la URSS.

Lo conocimos en los encuentros de la COPPPAL y de la Internacional Socialista, cuando representábamos al APRA a comienzos de la década pasada. Era una persona interesante, un militante consumado, tuvimos algún roce por el tema de Edén Pastora el Comandante "cero", tenía muchos amigos en el APRA y la izquierda peruana, se identificaba con Armando Villanueva, de Alan García recordaba su apoyo en los años ochenta y se preocupaba por la salud de Victor Polay, el comandante del MRTA preso en la base naval del Callao. Era impulsivo y disfrutaba de la popularidad que su nombre y la revolución sandinista generaba en México, Cuba, El Salvador, República Dominicana...

Practicaba lo que se llama "diplomacia entre partidos", actividad que en los últimos años decayó bastante ante el crecimiento de la diplomacia de bloques entre estados y el surgimiento de los gobiernos de izquierda sudamericanos.

Tomás Borge era marxista y lo decía abiertamente, sin remilgos ni retórica, pero se ubicaba históricamente, sabía que las revoluciones no se pueden imponer a los pueblos, pero cuando las condiciones se manifestaban, era deber de los revolucionarios impulsarla.

Esta generación de guerrilleros nicaraguenses, luego del triunfo en 1978, tuvo que asumir la conducción del Estado y la administración pública de su país, un pequeño estado asolado por la pobreza, la escasez de recursos, las consecuencias de un devastador terremoto y la guerra civil. Fue un aprendizaje duro donde pasar del discurso a la práctica implicó una buena dosis de pragmatismo sin renunciar a los grandes objetivos.

Nicaragua sandinista, erradicó el analfabetismo en pocos años, promovió el cooperativismo, realizó la reforma agraria que impulsó a los campesinos a sumarse a la revolución, afirmó las libertades democráticas, apoyó a los movimientos revolucionarios como el Salvadoreño, normalizó las relaciones con la Iglesia Católica pos somocista, avanzó en el desarrollo de los nuevos derechos como el de equidad de género, y estableció una democracia amplia y participativa que fue boicoteada por el neo somocismo político.

Este experimento social no podía ser tolerado por la extrema derecha norteamericana que escogió a Nicaragua como el escenario de sus nuevas estrategias de guerra fría, la llamada "guerra de baja intensidad" que desató desde Honduras, una implacable agresión militar. Dicho conflicto desarticuló los planes sociales de la revolución sandinista al reorientar su presupuesto a gastos de defensa, mientras una generalizada campaña de los medios de comunicación derechistas del continente justificaba la agresión, ante el "peligro comunista", así como hasta hace poco se hablaba del "peligro chavista".

Tomás Borge era el encargado del Ministerio del Interior, la mano dura del régimen o como el mismo se definía "Guardian de la alegría de su pueblo". Pues pese a su dureza, en el fondo era un romántico soñador y poeta, un patriota y nacionalista nicaraguense, que sufría en carne propia la historia de su país, seis veces invadido por los Estados Unidos que siempre quiso construir un canal interoceanico por los bellos lagos de Nicaragua.

Cuando Daniel Ortega fue derrotado por Violeta Chamorro en las elecciones de 1989, la cúpula sandinista sorprendida y desorientada, incurrió en una serie de actos censurables como apropiarse de propiedades y negocios para enfrentar lo que era una larga travesía del desierto. Fue la famosa "piñata" que desacreditó al sandinismo, Don Tomás guardó silencio y fue leal a los hermanos Ortega, pero ya sea por razones económicas o por necesidades estratégicas del sandinismo aislado, Don Tomás fue muy usado por el PRI y por el ex presidente neoliberal Carlos Salinas de Gortari, incluso llegó a escribir un libro sobre Salinas, lo que generó que fuese repudiado por la izquierda militante mexicana.

Disfrutó la fama de un ex guerrillero y un revolucionario superstite, practicaba cierto cinismo ante el pragmatismo pos moderno como la reconciliación entre Daniel Ortega y Edén Pastora, nunca dejó de solidarizarse con las grandes causas latinoamericanas y en tribuna, como orador, era agitador y exaltado. Los líderes políticos progresistas siempre lo acogieron, incluso más que a Daniel Ortega. Era sin dudarlo, un símbolo vivo de una época heroica cuando se luchaba hasta morir por los grandes ideales que han guiado la acción de los hombres en la lucha por la dignidad.

Siempre recordaremos su pequeña figura, su infaltable gorro militar, su caminar apurado, los grandes orejas y mirada inquisitiva. Era amigo de sus amigos y en público evitaba descalificar.

A veces en las reuniones de COPPPAL, los ayudantes y asistentes de las reuniones, jóvenes que no lo conocían ni sabían que había sido la revolución sandinista, lo dejaban solo deambulando por los pasillos de los hoteles o centros de convenciones, Don Tomás, impávido, con las manos detrás de las espaldas, con toda la modestia del caso, encontraba siempre su propio camino...

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