El Fantasma de la Izquierda
Steven Levintsky
Siguiendo a los medios limeños, uno pensaría que hay un fuerte movimiento de izquierda. Algunos progresistas prevén la formación de un frente amplio o el surgimiento una izquierda verde, basada en los movimientos de protesta socio-ambientales. Algunos comentaristas de derecha están obsesionados con la izquierda. Hablan todos los días de rojos, agitadores radicales y planes coordinados para tumbar al gobierno. Tratan a Gregorio Santos como si fuera Evo Morales, a un paso de llegar al poder. Según la ex periodista Cecilia Valenzuela, el Estado peruano está amenazado por “políticos… marxistas, leninistas, maoístas” que, como Lenin, “apuestan por la destrucción del Estado para tomar el poder”. La misma Valenzuela dijo en 2011 que Humala fue producto de “décadas de trabajo de la inteligencia cubana”, y que si triunfaba, el Estado peruano iba a caer bajo del control de Cuba).
El fantasma de una izquierda radical y violenta se utiliza para justificar medidas represivas, como el arresto de alcaldes y activistas de derechos humanos. Pero la realidad es otra. Como ha señalado Eduardo Dargent, la izquierda peruana es muy débil. De hecho, es una de las más débiles de América Latina (junto con Guatemala, Panamá, y Paraguay). Los partidos de izquierda son casi inexistentes. Desde la caída de Fujimori, ninguno llega al 1% del voto nacional. Algunos candidatos izquierdistas ganan elecciones regionales, pero son liderazgos locales sin movimientos fuertes o vínculos nacionales importantes.
Tampoco existen movimientos sociales de izquierda con alcance nacional. Los movimientos de protesta en provincias son fuertes, pero localizados. Los grupos que movilizan en Amazonas, Puno, Cajamarca y Cusco son muy heterogéneos. Y a diferencia de Bolivia o Ecuador no existe una organización o una identidad que los abarca. Hay esfuerzos para coordinar actividades, pero están muy lejos de formar un movimiento nacional. Y, sobre todo, a diferencia de Quito o La Paz, la protesta está ausente en Lima. Hoy el fujimorismo tiene más presencia en los sectores populares urbanos que la izquierda.
Gregorio Santos no es Evo Morales. No tiene el talento, la base social o la organización que tenía Morales. Sus posibilidades de llegar a la presidencia son menores que las que tienen la selección peruana de llegar al undial (que son nulos; sorry). Es más probable que termine como Pizango o Aduviri: una figura marginal en la política nacional.
¿Cómo se explica la debilidad de la izquierda peruana? En parte, es un legado de los años 80. SL no solo penetró y destruyó muchas organizaciones sociales afines a la izquierda, sino también generó un fuerte anti-izquierdismo –un rechazo visceral hacia los grupos, discursos y protestas radicales– que no existe en países como Bolivia o Ecuador. Un legado de Sendero –pero también de los vínculos que mantuvo la IU con el MRTA– es la tendencia de vincular la izquierda y la protesta con la violencia. Es muy fácil asociar a los activistas de izquierda con SL como hizo Rosa María Palacios esta semana. Eso trae costos políticos para la izquierda.
Pero la debilidad de la izquierda también se debe a la falta de organización. Los partidos de izquierda más fuertes –el PT en Brasil, el socialismo chileno, el Frente Amplio uruguayo, y ahora el MAS boliviano– tienen organizaciones fuertes. Estas organizaciones no se construyen de la nada. El FA uruguayo tiene una base sindical; el PT se construyó sobre sindicatos y organizaciones sociales apadrinados por la Iglesia; el MAS sobre un conjunto de movimientos sociales (sindicatos, cocaleros, juntas vecinales, grupos de campesinos e indígenas). En el Perú, la izquierda no solo carece de organización, sino también de infraestructura sobre la cual podría construir una organización. El sindicalismo es débil; no existe una organización indígena o campesina fuerte como CONAIE en Ecuador o CSUTCB en Bolivia; y la Iglesia ya no promueve la organización popular. Es muy difícil construir un movimiento político sin organización.
La izquierda no es la única fuerza con problemas de organización. La derecha tampoco ha podido construir un partido. Los planes que circulan para formar un Partido Liberal suenan tan poco realistas como los planes para construir una nueva Izquierda Unida.
Pero hay una diferencia. La derecha puede ejercer poder sin partido. Tiene más recursos; tiene varios medios de comunicación; y en última instancia, los empresarios tienen la amenaza de no invertir. Como acabamos de ver en 2011, la derecha peruana es perfectamente capaz de defender sus intereses sin ganar las elecciones. La izquierda, en cambio, necesita organización. Sin ella pierde influencia aun cuando ganan sus candidatos.
Una izquierda (democrática) fuerte haría bien a la democracia peruana. Primero, ayudaría a combatir la desigualdad, que siempre atenta contra la democracia. Varios estudios demuestran que la democracia dura menos en sociedades con mucha desigualdad. Y según estudios de los países industrializados, la generosidad de las políticas redistributivas se asocia con la fortaleza de la izquierda. Dicho de otra manera: donde existe una izquierda fuerte, hay más redistribución y menos desigualdad. Y donde hay menos desigualdad, la democracia dura más.
Una izquierda fuerte también ayuda a evitar el populismo. Donde existe un partido de izquierda fuerte, como en Brasil, Chile, y Uruguay, el descontento popular se expresa a través de canales institucionales, cerrando el espacio a los outsiders anti-sistema. En cambio, el colapso de los partidos que representan a los sectores populares genera un espacio enorme para los populistas, como ocurrió en el Perú en 1990 y Venezuela en 1998.
Pero nos guste o no, la izquierda peruana es débil. La protesta radical podría amenazar a ciertos proyectos mineros (si las empresas y el gobierno actúan con torpeza), al gobierno, al régimen o al Estado. Las versiones exageradas sobre la amenaza que representa Santos u otros activistas de izquierda solo sirven para justificar medidas represivas que debilitan a la las instituciones democráticas.
De hecho, una política represiva podría fortalecer y radicalizar a la izquierda, convirtiendo en realidad el fantasma que tanto asusta algunos comentaristas de derecha.
EL VACIO QUE DE4JARON ALAN Y OLLANTA
¿Quien defiende a los pobres, a los excluidos que carecen de empleo, a los que sobreviven con el salario mínimo? ¿Quién defiende a los que sufren discriminación por su género o color de piel? ¿Quién defiende a los que observan impávidos como la inversión minera arrasa con ríos y lagos sembrando plomo y minerales tóxicos en sus tierras y contaminando a sus animales? ¿Quien defiende una educación y una salud de calidad? ¿Quien defiende los nuevos derechos de las minorías y los jóvenes que aspiran a la conectividad global? ¿Quien asume la defensa del Estado y la soberanía nacional? ¿Quien defiende a los jóvenes que no estudian ni trabajan?...todo esto no es "extremismo", ni "romanticismo", ni "ideas ya superadas" como afirman la derecha y el alanismo.
Hace unas semanas sugerimos a través de estas notas que en aquellas regiones donde el PAP no existe por decadencia histórica, corrupción o faccionalismo inútil, se debe impulsar movimientos políticos ecológicos independientes con agendas medioambientalistas y de inclusión social, radicales en los principios y posibilistas en la negociación. Hay un amplio espacio disponible y ciudadanos a la espera de surjan nuevas alternativas. En dichas regiones el PAP-A se sepultó con "El Perro del Hortelano" y su futuro tendrá algo de certeza con un populismo de derecha, donde ya está presente el fujimorismo.
En el excelente texto que reenviamos del profesor Levintsky, hay una omisión, referida a las estrategias de los grandes partidos y movimientos de izquierda. En realidad la izquierda latinoamericana son amplias coaliciones de partidos, movimientos y personalidades. Eso era el Humalismo bajo el liderazgo de Ollanta y Nadine. Pero al cambiar de programa y espacio, han abandonado el amplio campo de la izquierda social. Posiblemente parte importante de su partido nacionalista esté con ellos, pero No sus aliados históricos y el pro Humalismo.
Urge entonces la formación/reconstitución/refundación de un amplio bloque social progresista-regionalista-ciudadano o lo que hemos conocido como "izquierda democrática". Y eso no lo representa el PAP-Alanizado ni ninguno de sus líderes (Del Castillo, Mulder, dirigentes regionales). El PAP-A está repartido entre caciques en búsqueda del presupuesto nacional. Y las pocas almas buenas que todavía "militan", están anclados en la nostalgia de un Aprismo que ya no existe (fraternidad, disciplina, efemérides, etc).
Hay que sobreponerse a la traición y al discurso "pragmático" (en realidad conservador) y unificar proyectos políticos hasta donde se pueda, finalmente la base de la izquierda latinoamericana ha sido la lucha y organización social.Y el PAP-A hace mucho tiempo que se desligó de su práctica social. Y no se trata de buscar nuevos caudillos, sino de darle racionalidad a la política y devolverle su ética original, impulsando instituciones públicas no estatales.
La reorganización del PAP es en la lucha social, no en las cuatro paredes de comités y sectores donde se manipula miserablemente a la gente. Y ni hablar de "alternativas" porque estas se cocinan dentro del alanismo. García "levanta" o "se baja" liderazgos según el momento político. Que lo sigan sus polichinelas y lidercillos sin personalidad ni formación, o aquellos cachorros de tigre ambiciosos y presupuestívoros que han probado las mieles del poder y del nepotismo.
El gran corruptor, ha conseguido finalmente que todos los que le siguen, se le parezcan un poco.
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