* Este articulo está inspirado en el Mein kamft de Hitler y los discursos de Pinochet. La convocatoria del "hombre líder", del "conductor", lleno de comparaciones militares y del mesianismo que convoca al "orden y la disciplina". En el colmo de la estulticia y la ignorancia se cita a Max Weber para justificar la ganancia, cuando el texto está inspirado en el discurso fascista. Weber resalta la importancia del trabajo y el ahorro, reivindica el trabajo y el esfuerzo, con lo cual descalifica la ganancia que se sustenta en la explotación, la pereza, el rentismo, la corrupción o el patrimonialismo. Se nota que Mulder no ha leído a Weber, que Germán Luna tampoco, citan un autor clásico para camuflar su discurso autoritario. Hubiese bastado con que citara a los utilitaristas ingleses, si tanto afán tiene Mulder de defender "las ganancias".
Luego para descalificar las protestas sociales toma una frase de Marx sobre la comuna de París. Y otra vez se ve la audacia del politicastro alanista ignorante, tratando de satanizar a los movimientos regionales, al presentarlos como irrealistas, utópicos. Marx siempre identificó la Comuna de París como el "gobierno de la clase obrera" basada en su metáfora de la "dictadura del proletariado" para oponerse a la "dictadura de la burguesía".Los principales instrumentos políticos de la Comuna de Paris fueron la Asamblea Directa y la Autogestión. No la dictadura de un partido o de una burocracia. Mulder toma frases de Marx sin entender los procesos sociales e históricos, en realidad nunca los ha entendido, su "izquierdismo" es totalmente caviar pero ignorante, su acercamiento al "progresismo" es por invitaciones a conferencias y boletos de avión.
Y para su desgracia, la mejor sociología norteamericana e inglesa, reconocen que Marx y Weber coincidieron en la reivindicación del trabajo frente al capital. Pobre Mulder.
Lo mismo ocurre cuando Mulder identifica "la política" como la aniquilación del adversario (recordar expulsión de Salgado y el borronazo de más de 200,000 compañeros del padrón). Su "idea" del liderazgo se basa en ese principio que en cualquier manual de Teoría Política se identifica con el fascismo. ¿Este es el discípulo de Haya de la Torre? Mulder admira sin reconocerlo a Hitler, a Pinochet, a Mussolini, a Putin...su oposición a Fujimori fue cosmética, una oportunidad para hacerse conocido e intentar liderar al APRA.
¿Y todo para qué? para sobonear a Ollanta Humala, para ofrecerse a colaborar con él. Es la consigna del Alanismo para neutralizar a la Comisión investigadora del Congreso.
Que lástima que algunos confundan la cortesía por un onomástico, con la más abyecta subordinación a un dictador, un auténtico peligro para las instituciones democráticas, un fascista que es la versión alanista de Aldo "Mariategui". Los Pablo Arroyo, los Rullman, los Italos y algunos despistados que hablan de una "fraternidad" que ya no existe y que es usada para neutralizar emociones y esclavizar mentes y personas.
Mulder siempre ha sido elitista y siempre ha estado con el que gana, no importándole los medios, ideas o principios. Su modelo es la política criolla de García y así se vende con los empresarios para el 2016. Pero los apristas lo conocemos y no dejaremos de denunciarlo, igual que a sus lacayos y ayayeros en búsqueda de un hueso. Representa la extrema derecha autoritaria que simula ser de "izquierda"...para los cacasenos e intonsos.
Saludos,
EBL
*Articulo publicado hoy en Peru21
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Mauricio Mulder,Pido la palabra
Congresista
A los presidentes se les elige para tomar decisiones. Al conducir un país, un presidente es mucho más que un comandante general en plena guerra. Los ciudadanos, cual soldados, pero en gozo de derechos contra sus líderes, esperan de quien es su jefe de Estado la conducción de la sociedad en la guerra contra la pobreza, el caos o la corrupción.
Si no toma decisiones, si no conduce, si busca pretextos, si dice que no se puede, que es muy difícil, o lo que fuera, entonces esta de más. Quizá quiera añorar la comodidad de estar esperando que otro se tome el trabajo, por cierto muy difícil, de tomar decisiones, pero en ese momento deja de ser líder y, simplemente, pasa a engrosar las filas de las masas.
Ahora bien, cuando el líder asume su difícil rol y toma una decisión, el país espera que esta sea el resultado de un proceso meditado y firme para que esa decisión no sea revocada a cada rato, lo que genera confusión, desorden y desconcierto en la población, como ocurriría en un ejército si sus generales imparten órdenes contradictorias o dejan que los soldados peleen por su cuenta y leal saber y entender contra el enemigo.
El presidente Humala tomó la decisión valiente y difícil al darse cuenta de que para reducir la pobreza no hay otro camino que alentar inversiones que generen empleo y utilidades. Valiente decisión porque había mucha gente en su entorno que –imbuida del conservadurismo católico del siglo XIX que analizara Max Weber en su célebre libro La ética protestante y el espíritu del capitalismo– considera toda ganancia como una inmoralidad. (Es sorprendente que los que enarbolan esa tesis de la inmoralidad, la culpa de la utilidad, se autoproclamen “revolucionarios”).
Eso estuvo bien pero, desde entonces, el Gobierno más tiene el pie en el freno que en el acelerador. Porque podría señalarse que, una vez expresada una disposición por el presidente, su gabinete debiera estar trabajando coordinadamente como un reloj suizo. Pero no. Los locuaces de antaño ya se quedaron callados y los que nunca han hablado hoy están escondidos bajo siete llaves. Si no fuera por algunos parlamentarios, la mayoría de la oposición, los únicos que le hablarían al país serían los ultras, que solo piensan en crear condiciones para el “asalto al cielo”, como llamaba Marx al período de la Comuna de París.
¿Por qué el Gobierno abandona la batalla política?
¿Qué está llevando al presidente Humala a considerar que, aislándose y reduciendo su entorno a una o dos personas, podrá enfrentar esta ofensiva que incluye nada menos que a miembros de su propia familia? Es verdad que ha dicho breves frases al vuelo, reafirmándose en sus planteamientos, pero no se le ve como conductor de un equipo ni con la muñeca firme y segura del conductor nacional. Está sintiendo el inmenso peso que todo nuevo presidente tiene de gobernar un país tan complicado como el Perú, y eso lleva a querer hablar de cualquier cosa menos de política.
Pero no tiene alternativa. Debe tomar la rienda de un coche arisco en medio de una tormenta pertinaz y por un camino de espanto. Mantener la firmeza en la rienda y la mirada fija en el camino sin distraerse por las piedras que llueven desde los costados. Debe superar sus desconfianzas con la política, convocando, aglutinando, convenciendo, sumando adeptos, ampliando su base de apoyo.
No hay otra fórmula para conducir un país si uno es, en verdad, un líder.
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