83 años del dinosaurio
Por José Antonio crespo
Mientras otros partidos que fueron de Estado se desmoronaron al salir del poder - o al menos han quedado minimizados y muy lejanos de regresar al gobierno de su país - el PRI se perfila a retornar a Los Pinos sin haber realizado mayores cambios ni progresos o algo que asemeje una renovación programática, organizacional o ideológica. Ni siquiera vale decir que hay una renovación generacional a partir de la juventud de su candidato presidencial, pues Enrique Peña Nieto piensa y argumenta en muchos temas centrales como si se tratara de un priista de los años cuarenta. Todo lo cual exige un intento de explicación: si las cosas son así ¿por qué las tendencias electorales favorecen al PRI? ¿Por qué tan elevada su probabilidad de regresar a Los Pinos?
1) El PRI nunca fue partido único. Desde su fundación en 1929 no prohibió el registro de partidos opositores por más que no existieran las condiciones de competencia ni competitividad real. Los revolucionarios mexicanos no podían darse el lujo de formar un partido único, pues el inevitable reconocimiento de Estados Unidos les exigía mantener al menos un formato democrático, que implica la presencia legal de más de un partido. Por lo cual, en lugar de partido único, el PRI se erigió como hegemónico, que requiere de mayor flexibilidad institucional y menor represión para preservar sus delicados equilibrios y la legitimidad esencial. De ahí que la población, incluso la que recuerda al priismo, tenga menos reticencia a un eventual regreso del PRI que los pueblos que padecieron dictaduras militares o regímenes totalitarios de partido único (los comunistas han regresado al poder en Europa Oriental pero bajo partidos distintos, más flexibles, menos dogmáticos y con auténtica renovación generacional y de liderazgos).
2) Los partidos únicos del comunismo se opusieron en general al cambio democrático (Unión Soviética fue excepción, y aunque el partido Comunista allá no ha retornado al poder de manera directa, sigue teniendo una presencia importante). En Europa Oriental hubo de barrerlos a partir de huelgas generales y movilizaciones callejeras muy intensas, con elevados costos sociales. El PRI, en contraste, aunque en sí mismo fue un bastión antidemocrático, mostró el pragmatismo de ir abriendo poco a poco el régimen político, aceptando mejores condiciones y espacios a la oposición, reconociendo gradualmente sus derrotas y finalmente, aceptando entrar de lleno a la competitividad electoral y asumiendo sus consecuencias. Todo ello limpió en cierta medida su expediente antidemocrático y le permitió seguir compitiendo con pleno derecho. Aunque no nació para competir en condiciones de equidad, ha tenido que aprender a hacerlo, y de ahí que haya recuperado ya un buen número de entidades (al tiempo que pierde otras).
3) El mayor reto del PRI al perder el poder - y que lo puso en riesgo de ruptura total - fue sustituir la gobernabilidad vertical con la que nació (a partir del arbitraje presidencial) por otra de tipo horizontal, en la que diversos jefes, gobernadores, coordinadores y líderes corporativos debían ponerse de acuerdo para tomar las decisiones que antes venían de arriba. Estuvo a punto de quebrarse a los primeros ensayos de ello, como en 2002 al elegir a su dirigente nacional, o en 2006 al designarse candidato presidencial (ambos eventos con Roberto Madrazo como protagonista). Pero ha aprendido también a negociar esas decisiones sin perder la unidad. Y eso lo ha posibilitado para intentar seriamente la recuperación del poder. Es justo la preservación de la unidad lo que explica el reparto de candidaturas legislativas a personajes impresentables, pero aún con poder político o corporativo, que hace racional incluirlos para evitar fisuras.
4) Finalmente, el PRI puede retornar al poder porque sus rivales, que enarbolaron la lucha democrática por años, una vez en el poder no estuvieron a la altura de las circunstancias. El PRD no ha podido superar el caudillismo ni sus constantes divisiones. Y el PAN decidió traicionarse a sí mismo, con lo cual defraudó también a muchos de sus seguidores y votantes, contribuyendo a generar la profunda decepción democrática que vive el país. Un antiguo partido de Estado que también regresó al poder tras ocho años de abandonarlo es el Nacionalista de Taiwán. Y lo hizo sin mayores cambios ni renovación. Los estudiosos coinciden en que la principal explicación de su retorno fue la decepción que significó el gobierno de sus rivales, presuntos demócratas que traicionaron su razón histórica de ser, como ocurrió en México.
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