lunes, 12 de marzo de 2012

Nomadismo proselitista y revolución. Una caracterización del primer exilio aprista (1923-1931) Imprimir E-Mail
Martín Bergel Universidad de Buenos Aires Esta dirección de correo electrónico está protegida contra los robots de spam, necesitas tener Javascript activado para poder verla

El destierro es la mejor escuela de rebeldía
Haya de la Torre (1924)
Yo hacia la vida
como una ancha boca roja
con mil voltios de locura proa feroz al futuro
Magda Portal, "Canto Viajero" (1927)
I
La historia de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), el principal partido político moderno del Perú y uno de los movimientos más influyentes en toda América Latina en el entero siglo XX -historia que permanece aún relativamente mal conocida en muchos aspectos-, está inextricablemente unida al tema del exilio. Su fisonomía y sus rasgos más característicos, sobre todo en sus primeras décadas de vida, se encuentran en efecto sellados a fuego por los numerosos destierros sufridos por decenas de sus militantes, empezando por su indiscutido líder, Víctor Raúl Haya de la Torre, y por el núcleo de principales dirigentes que supo secundarlo. El APRA es efectivamente un producto del exilio, y no solamente porque su creación a cargo de Haya tuvo lugar, a mediados de la década de 1920, muy lejos del Perú; [1] sus prácticas políticas y su simbología, que se alimentaron y conformaron a partir de su carácter de partido permanentemente perseguido por los poderes peruanos de turno, pero también su desmesurada apuesta inicial por constituirse en una suerte de Internacional americana, capaz de rivalizar en Latinoamérica con la que tenía tras de sí la revolución social a la postre más importante del siglo XX, son hechos también inseparables de esa marca de origen.
Este artículo se propone ofrecer una caracterización general del primer ciclo de exilios de los que fue objeto el APRA: el que se extiende desde la expulsión de Haya por el gobierno del presidente Augusto B. Leguía, en octubre de 1923, hasta su retorno al Perú a mediados de 1931 para asumir la jefatura del flamante Partido Aprista Peruano. Aunque el protagonismo estelar del líder nacido en Trujillo obliga a otorgarle una innegable centralidad en nuestro relato, en este texto hemos querido considerar no sólo la experiencia de Haya sino la del conjunto de jóvenes peruanos, asimismo desterrados en los años 20, vinculados al proyecto inicial del APRA. Y ello por el doble motivo de que, por un lado, aún siempre un paso detrás de su líder, compartieron con él la elaboración de una cultura política singular de la que acabaron por ser cabalmente parte; y además porque, por el otro, sin su intensa labor, ensombrecida por la estatura y el fulgor de la figura de Haya, el ensayo aprista sencillamente no podría haber cobrado forma.
Dos hipótesis generales guían nuestra reconstrucción. La primera afirma que el núcleo de expatriados apristas vivenciará la circunstancia del destierro como una oportunidad antes que como un infortunio; el hecho de vivir forzadamente en el extranjero dará lugar a una disposición vital o ethos que será consustancial al tipo de apuesta política de los primeros años del APRA. Y aún más, la suerte de cultura nomádica que el exilio dispone, y que los jóvenes apristas ejercitan sin hesitaciones, ofrece una de las razones de peso del éxito con el que logran sobresalir y destacarse entre la miríada de iniciativas de sesgo americanista y anti-imperialista que se desarrollan en América Latina en los años 20. En otros términos, la singular movilidad y el carácter dinámico de los apristas habrá de conferirles una visibilidad y una reputación que les permite destacarse en el escenario latinoamericano y, en el caso de Haya, aun mundial. La segunda hipótesis es que es al calor del ejercicio de ese exilio (que llamaremos proselitista) que cobra vida una nueva representación del intelectual que los apristas buscan encarnar: se trata del intelectual de acción, o intelectual revolucionario, que reivindica sus prácticas específicamente intelectuales a condición de que ellas no se perciban reñidas con el valor supremo de la acción. Ese culto a la praxis vital es el que permitirá a los apristas construir una imagen de sí mismos en la que se encuentran nítidamente separados, ya no solamente de la generación de intelectuales peruanos anterior a ellos (los novecentistas: Víctor Andrés Belaúnde, los hermanos García Calderón, José de la Riva Agüero), sino incluso de una franja misma del movimiento latinoamericano de Reforma Universitaria y de algunos de los por otra parte admirados "maestros" de la nueva generación americana como Palacios, Ugarte y sobre todo Ingenieros.
II
En una carta escrita desde México a la escritora y pedagoga costarricense Carmen Lyra a fines de 1927, publicada en la célebre revista Repertorio Americano de Joaquín García Monge bajo el título "Mensaje a las mujeres de América Latina", la joven poeta de la vanguardia limeña y ferviente militante del naciente APRA, Magda Portal, reseñaba el recorrido que le había tocado vivir junto a sus compañeros de generación:
El imperialismo yanqui es una verdad incontrastable, cuya fuerza colonizante la sentimos hoy todos los pueblos débiles de América Latina. Contra esa fuerza debemos luchar con fuerza, no con sentimentalismos (...) Por combatir esta política hemos sido expulsados del Perú desde 1923, Haya Delatorre, Oscar Herrera, Manuel Seoane, Eudocio Rabines, Luis Heysen, Enrique Cornejo Koster, Miguel A. Urquieta, Alberto Delgado, Luis F. Bustamante, Esteban Pavletich, Julio Lecaros, Miguel Arcelles, Francisco Acero, César Zambrano, A. Secada, María Alvarado Rivera, Rómulo Meneses, Serafín Delmar, Carlos M. Cox, Manuel Vásquez Díaz, todos obreros intelectuales y manuales, y noticiada para abandonar el país, la poetisa uruguaya Blanca Luz Brum. El primero en ser deportado, Haya Delatorre, fundador del Frente Único de Trabajadores Manuales e Intelectuales, realiza dentro del APRA la unión y acercamiento ideológico de nuestros pueblos, acción que ya se traduce en las adhesiones que recibe diariamente nuestro partido y en el optimismo que con tan certera visión histórica ha llevado a la realidad el líder de la nueva generación de Indoamérica. [2]
Cuando Magda Portal escribía esas palabras llevaba apenas unos pocos meses en el exilio. En efecto, junto a su pareja, Serafín Delmar, había pasado a engrosar en junio de 1927 la lista de jóvenes peruanos desterrados enumerados en su mensaje, tras ser acusados por el gobierno de Leguía de preparar un "complot comunista" junto a decenas de figuras del círculo de la revista Amauta, que por varios meses es clausurada. Con todo, a pesar de lo reciente de su involuntaria expatriación, su texto no deja percibir un ápice de melancolía ni trasluce tampoco el sentir de un espíritu atormentado. Como en los versos de su poema "Canto viajero" que ofician de epígrafe de este artículo, escritos en el barco que la llevaba a La Habana luego de su expulsión del Perú, su ánimo refleja un ansia explícita de apertura a lo nuevo que su obligado periplo habría de depararle, al tiempo que exhibe una exultante autoconfianza en la capacidad de persuasión del mensaje que su palabra y su presencia eran capaces de comunicar. En esos gestos, la joven poeta que era Magda Portal, que se sabía ya reconocida dentro del campo de la vanguardia literaria limeña, [3] asumía ahora una actitud propia de las vanguardias políticas.
Ese irradiante optimismo que se deriva de la doble convicción en la autoridad moral que se extrae de la circunstancia de ser un perseguido, y en el ancho campo de acción proselitista que se juzga disponible a partir del cruce con miles de latinoamericanos dispuestos a escuchar y a contagiarse de la encendida verba antiimperialista, puede medirse, por contraste, con el tono que domina la respuesta de Lyra. La costarricense, tenaz educadora, no era entonces de ningún modo una mujer desconocida, ni será en los años sucesivos una figura menor. Su biografía no está exenta tampoco de combates políticos que le impondrán, también a ella, la ruta del exilio. Recordemos apenas que se trata de quien en los tempranos años 30 se constituyó en una de las líderes del Partido Comunista de su país. Pero en esos años 20, frente al inflamado discurso de Portal, su respuesta aparece como modesta y resignada:
He sentido mucha vergüenza al leer su llamado a las mujeres de América, y he sentido vergüenza sobre todo porque usted lo hace por mi medio, pues supone que yo significo una fuerza. Pero cuán pobre fuerza soy, señora, cuando no he podido llevar a buen término aquel proyecto de publicar en hojas que fueran circuladas en todo el país, el llamamiento del grupo APRA y el Manifiesto de Haya de la Torre (...) ¡Quién sabe, señora, si lograremos ayudarle! Digo, y hundo de nuevo la cabeza ¡ay de mí!, yo también en la tranquilidad gris que me rodea... [4]
La conclusión que puede extraerse de este episodio es que a Carmen Lyra - y ella no es más que un caso que se repitió en muchas otras partes de América Latina-, el proyecto del APRA, a pesar de la simpatía que podía generarle, [5] le resultaba desmesurado y ajeno a su medio cultural y político. En definitiva, este cruce se revela como un buen modo de ingreso a las específicas disposiciones vitales que dieron cuerpo práctico a la cultura política construida y desarrollada por el APRA en los años 20: la derivada de su singular tipo de exilio proselitista.
III
En la historiografía sobre la etapa fundacional del aprismo, e incluso en las propias biografías de Haya, no se ha subrayado suficientemente el impacto de una experiencia clave para entender la irrefrenable vocación por construir un movimiento a escala continental que se apoderó del joven líder peruano: el viaje que emprendió por los países del cono sur en 1922. Surgido de un acuerdo de intercambio estudiantil de 1920, cuando presidía la Federación de Estudiantes Peruanos, con su par argentino y desde entonces estrecho amigo Gabriel del Mazo, [6] el periplo de Haya se desarrolló vertiginosamente. En el curso de casi tres meses de viaje, el joven trujillano atravesó Bolivia, ingresó en tren al norte argentino, pasó velozmente por Córdoba, Rosario y Buenos Aires, para llegar al Uruguay, su primer destino prolongado. Tras detenerse algunas semanas en Montevideo, donde visitó la tumba de Rodó, Haya cruza el Río de la Plata y se estaciona en Argentina, donde la sensación que causa a su paso le permite llegar a entrevistarse con el presidente Hipólito Yrigoyen. De allí, tras visitar y conferenciar en varias ciudades, pasa a Chile, en donde lo esperaba también una nutrida agenda.
Por lo que aquí interesa, cabe decir que la gira de Haya fue una suerte de laboratorio que, al tiempo que resultó una experiencia de aprendizaje y roce con innumerables figuras y situaciones, le sirvió para medir la fortuna con que sus intervenciones eran recibidas. El viaje en ese sentido no pudo arrojar mejores resultados: el peruano comprobará en su travesía cómo sus habilidades retóricas y su capacidad para investirse de las cualidades valoradas por la emergente "nueva generación americana" (la juventud, el coraje, el heroísmo, la inteligencia) le abren puertas y comienzan a proyectarlo como el leader continental que esa generación parecía anhelar. Su gira se vio en efecto ritmada por numerosos actos y conferencias en los que no se privó de tomar la palabra repetidamente y hacer gala de su carisma. Todo ello le devolvió reconocimientos y entusiasmos que, como en un trampolín ascendente en el que contactos ya establecidos promovían recepciones y agasajos que generaban nuevos vínculos, lo condujeron a relacionarse con importantes figuras del quehacer universitario, intelectual y político. En todas partes Haya fue convidado de honor en actos que pueden leerse como una suerte de rituales de bautismo en su condición de joven líder. En Montevideo, el Centro Ariel le brinda un cálido agasajo en el que su también afamado joven presidente, Carlos Quijano, pronuncia un encendido elogio de su persona. En Buenos Aires, dicta una conferencia en el aula magna de la Universidad de Buenos Aires ante la presencia de su rector, José Arce. En ese trajín conoce a las principales figuras del reformismo estudiantil argentino, en quienes deja honda impresión. Al referirse a ese impacto, Del Mazo dirá en sus memorias que "quedamos prendidos de su simpatía. No lo dejábamos irse". [7]
Pero probablemente el lugar más significativo de todo su itinerario haya sido Chile, su última escala. Haya arribaba allí en momentos en que el clima dominante entre chilenos y peruanos, fruto de las continuamente reanimadas brasas dejadas por la Guerra del Pacífico, era de hostilidad. Los movimientos estudiantiles de ambos países, con todo, habían dado muestras recientes de oposición al nacionalismo sostenido por las elites políticas a uno y otro lado de la frontera, invocando la causa americana y aun la fraternidad universal como valores superiores. Con todo, la llegada de Haya, cuyo estentóreo andar no solía pasar desapercibido, podía resultar desafiante. Pero contra toda precaución o mesura, el peruano se desenvolvió en territorio chileno a paso raudo. En sucesivas jornadas extenuantes, el líder peruano se entrevistó con numerosas personalidades, dio conferencias en locales obreros y estudiantiles, y visitó la tumba del joven poeta Domingo Gómez Rojas, el estudiante asesinado tenido por mártir por el movimiento universitario chileno. [8] Según las crónicas, en todas esas actividades fue aclamado y despertó entusiasmos. El diario El Mercurio de Valparaíso, por caso, llegaría a decir que Haya de la Torre "ha ‘operado el prodigio? de lanzar vítores al Perú en Chile." [9]
En síntesis, Haya pudo colegir que el viaje que estaba llevando a cabo lo colocaba en una posición que otorgaba a su accionar una nítida dimensión continental. Las huellas de esta experiencia, en cuanto primera vivencia del rédito que podía obtener quien se propusiera actuar de faro organizador del extendido clima de renovación política generacional, que en muchos lugares distantes se leía en clave de advenimiento de una "hora americana" -como ya había profetizado el célebre Manifiesto liminar de la Reforma Universitaria lanzado desde Córdoba en junio de 1918-, abonarían sin duda la cultura política que habría de cristalizar en el APRA.
IV
Al regresar envalentonado al Perú, Haya redoblaría su apuesta en una experiencia que no hemos mencionado aún: la de la Universidad Popular González Prada (UPGP). Producto del proceso de Reforma Universitaria en el Perú, esta institución, creada a comienzos de 1921, tendría especial éxito en satisfacer una de las demandas centrales del movimiento estudiantil iniciado en 1918: la de fundir sus reivindicaciones con las de sectores sociales subalternos, particularmente obreros. Ahora bien, la Universidad Popular no sólo parece haber tenido una función de cruce y amalgama de estratos sociales y culturales diversos, y de divulgación de saberes letrados entre grupos de obreros, sino que jugó otros dos roles complementarios que a los fines de este artículo tienen aun mayor relevancia. De un lado, y aunque su existencia estaba lejos de constituir la excepción que Haya pretendía (antes bien, muchos otros experimentos semejantes se venían desarrollando entonces en América y Europa), la UPGP significó una pieza clave en la narrativa con que el líder peruano buscaría presentar en América Latina el derrotero de la "nueva generación peruana" que acabaría en el APRA. Tan insistente supo ser esa prédica que, en efecto, la UPGP alcanzó a ser conocida y a gozar de prestigio en muchos lugares del continente. Haya llegó incluso a conseguir que el famoso pedagogo soviético Anatoli Lunachars-ky, Comisario Popular para la Instrucción Pública de la revolución (es decir, máximo responsable de la cartera), enviara una elogiosa carta de saludo a la UPGP, publicada en la Revista de Oriente de Buenos Aires. [10] De otro lado, aun a pesar de las posibles mistificaciones de las que fue objeto en los relatos apristas, la Universidad Popular fue efectivamente una experiencia crucial en la historia de la conformación del grupo que estamos estudiando. El paso por la UPGP del puñado de figuras que lideraría la construcción del APRA resultó decisivo en la consolidación de lazos de fidelidad que la distancia impuesta por el destierro no pudo romper. Cabe subrayar este aspecto: quienes se exiliaron en México o en Buenos Aires, en París o en Berlín, pudieron verse inhibidos de estar en contacto personal, en algunos casos, por casi una década; pero, aun así, los breves pero intensos años compartidos en torno al proyecto de la Universidad Popular sirvieron para sellar una comunidad de destino que, a través de la correspondencia, prohijó ese ambicioso movimiento de aspiraciones continentales que resultaría ser el APRA.
Ese "nosotros" que quedó marcado a fuego en esos jóvenes -al punto que muchos de ellos se reconocerán como fervientes apristas hasta que la muerte los encuentre en la vejez-, se vio reforzado por la vivencia común de unas jornadas que ocuparían también un lugar de hito constituyente en el relato de la historia inicial del APRA. En mayo de 1923, Haya de la Torre y los estudiantes-profesores de la UPGP se colocan a la cabeza de un vasto movimiento social que logra que el presidente Augusto B. Leguía dé marcha atrás en su pretensión de consagrar al Perú al Corazón de Jesús. Todo el episodio, teñido de hondo dramatismo -a causa de la represión gubernamental mueren dos manifestantes-, ocupó por varios días las primeras planas de los diarios, y la figura de Haya, que aparecía en las fotos de portada arengando a verdaderas multitudes, cobró por primera vez verdadera dimensión nacional.
El hecho representó un verdadero espaldarazo para la UPGP y para Haya. [11] Sin embargo, a partir de allí se desencadenó un proceso de represión de los principales dirigentes de la Universidad Popular, varios de los cuales pasaron a vivir clandestinamente. El resultado de todo ello no demoraría en producirse. A comienzos de octubre de ese año 1923, Haya era detenido y confinado a prisión. Pocos días después, debía partir al exilio. Comenzaba un largo periplo de casi ocho años en el destierro, en el que recorrería y viviría en numerosas ciudades - un período crucial en su biografía y en la biografía de su movimiento, el APRA, surgido al calor de esa experiencia.
Luis Alberto Sánchez señala, en el primero de sus libros sobre Haya, que un dejo de tristeza y de incertidumbre embargó al líder peruano en el instante en que el vapor que lo conducía a su primer destino, Panamá, se alejaba de las luces del puerto del Callao. [12] Pero si dejó traslucir ese estado en su ánimo, rápidamente el impulso militante que se había apoderado febrilmente de él en los años precedentes, y que no habría de abandonarlo, se tornó dominante. En su camino al México en el que Vasconcelos, Secretario de Educación Pública, le tenía reservado un puesto, Haya comenzó a desplegar los dones que lo acompañarían en su exilio proselitista. Apenas veinte días en Panamá le resultaron suficientes para dar once conferencias y para que la sociedad estudiantil Camena lo eligiera Presidente de Honor. La misma dinámica arrolladora que hemos visto en su viaje de 1922 se posesionó entonces de él.
Su próximo destino fue Cuba. Allí lo reciben, entusiastas, los principales dirigentes universitarios. Allí vuelve a dar sonadas conferencias, y colabora en la fundación de la Universidad Popular José Martí. Allí, por fin, su visita genera un impacto conmovedor en el jovencísimo Julio Antonio Mella, líder del movimiento estudiantil cubano y futuro polemista de Haya:
Pasó entre nosotros, rápido y luminoso, como un cóndor de fuego marchando hacia los cielos infinitos. En su breve estancia se nos presentó, ora como un Mirabeau demoledor con la fuerza de su verbo de las eternas tiranías que el hombre sostiene sobre el hermano hombre, ora como el Mesías de una Buena Nueva que dice la palabra mágica de esperanza (...) Cuando se le sentía, más que cuando se le veía en la tribuna, se tenía la sensación de algo misterioso vagando por el ambiente, subyugaba y dominaba de tal forma el auditorio, que éste semejaba mansos cachorros de león cumpliendo las órdenes del domador, hacía reír, llorar, pensar, temer, toda la gama del sentimiento la recorría con magistral exquisitez. Es el arquetipo de la juventud americana, es un sueño de Rodó hecho realidad, es Ariel. [13]
V
La cita de Mella se ofrece como una prueba contundente, irreductible a mayores consideraciones teóricas: Haya poseía la gracia que solemos llamar carisma, y a lo largo de su periplo como exiliado no se privaría de usarla. Con todo, interesa señalar aquí que, más allá de esa facultad de persuasión en apariencia excepcional, el tipo de exilio proselitista que tratamos en este artículo abarcó, en mayor o menor grado, al conjunto de desterrados involucrados en la gestación del APRA que Magda Portal enumeraba en su carta a Carmen Lyra. En otras palabras, algunas prácticas y modos de enunciación, inspirados acaso por el modelo ofrecido por el líder, fueron comunes a todos ellos. En varios casos, incluso, el dinamismo que algunos de esos jóvenes peruanos supo mostrar les alcanzó para adquirir estatura propia y sobresalir en el medio en que les tocó surcar la experiencia del destierro.
El gobierno de Leguía, en efecto, no tardó en expulsar del país a otros dirigentes de las UPGP, que fueron emigrando en diversas tandas. Uno de los destinos privilegiados fue la Argentina -en parte por el favorable ambiente político que allí reinaba, en parte por las estrechas relaciones tendidas con figuras del reformismo universitario-, donde la llegada de los desterrados no pasó desapercibida. [14] Según narra Eudocio Ravines en su cáustico libro de memorias, los exiliados peruanos en Buenos Aires vivían al comienzo juntos en una misma pensión, llevando una vida apenas frugal. Algunos recibían ayuda familiar -apuntemos aquí que rondaban, en promedio, los veinticinco años-, pero la mayoría además estudiaba y trabajaba. Pero a pesar de esas vicisitudes típicas de los procesos de adaptación, una cuestión excluyente dominaba su cotidianeidad: la de la militancia común que habían comenzado años atrás y que anhelaban continuar. [15] Ese afán que los embargaba puede seguirse en la correspondencia, que se revelará rápidamente una herramienta crucial al menos en dos aspectos: como instancia clave para mantener comunicados en la distancia al conjunto de desterrados (y por ende para asegurar el sentido de comunidad y de proyecto compartido entre todos ellos); y como vehículo en el que se tramitan y diseñan la táctica y la doctrina de lo que apenas después llevará el nombre de APRA. Pero en 1925 el proyecto aprista sólo estaba en etapa de gestación. El grupo de exiliados en Buenos Aires -escribía Cornejo Köster a Heysen, por entonces en Chile- se hallaba discutiendo en torno a "constituir un partido que tendría por fin principal el derrocamiento de Leguía". [16] El clima político local, como le contaba Seoane también a Heysen, no resultaba por lo demás demasiado estimulante: "Aquí andamos con muchas dificultades para la propaganda. El ambiente es conservador, inclusive la clase estudiantil, aunque resulta una audacia mía darle colorido, porque en realidad son sólo indiferentes, individualistas, argentinistas". [17]
Pero la precariedad material en la que vivían y la suerte de decepción que experimentan algunos de ellos frente a la realidad tanto menos emocionante de esa Argentina que a la distancia habían admirado, no impiden que los desterrados mantengan el entusiasmo juvenil y el deseo aventurero de nuevos combates políticos adquiridos en la etapa anterior en el Perú. Estados de ánimo que, más que calmar, los estímulos provistos por el exilio excitaban. Nuevamente en la correspondencia, Ravines podía referir a Heysen esa sensibilidad:
pienso pasear por América -si paseo puede llamarse a esta gira forzada de vagabundo- y luego escribir un libro sobre América: mis frases tendrán todo el fuego necesario para pulverizar a los gobiernos del Perú, Bolivia y Venezuela, principalmente. Atacaré con todas mis fuerzas el imperialismo yanqui. Quisiera vivamente conocer Europa primero, y luego recorrer Cuba, Centro América, en general toda la América. Veremos si es posible. [18]
Ese temperamento movedizo permitió que algunos de los jóvenes exiliados en Argentina alcanzaran rápidamente posiciones expectantes dentro de los espacios reformistas y antiimperialistas. Luis Heysen, radicado en La Plata, sería elegido en 1926 presidente de la Federación Universitaria de esa ciudad típicamente estudiantil - siendo, a la sazón, el primer extranjero en ocupar ese cargo. Manuel Seoane, por su parte, además de trabajar como periodista en el célebre diario Crítica -que supo congregar firmas de escritores e intelectuales de la época-, fue un activo militante antiimperialista. Como tal, fue elegido secretario de la Unión Latinoamericana (ULA), fundada por José Ingenieros y presidida por Alfredo Palacios (y a la que estaba vinculada una amplia porción de los intelectuales de izquierdas), y luego director de su revista, Renovación. La capacidad del joven peruano impresionó a Palacios, que llegó a quererlo "como un hermano menor" y a tenerlo por "alma de la Unión Latinoamericana". [19] En ambos casos, además del aura de luchadores y de perseguidos que traen del Perú, es su movilidad y dinamismo, que contrasta con cierta quietud a la que parecen haberse acostumbrado los reformistas universitarios argentinos en los años de bonanza económica y libertades políticas del presidente Marcelo T. de Alvear, la que los proyecta como figuras destacadas.
En efecto, al poco tiempo de haber llegado, ya "fraternalmente radicados entre nosotros" -según consignaba la revista del reformismo universitario platense Sagitario-, Heysen y Seoane participan de una misión estudiantil en el Uruguay propiciada por Alfredo Palacios. [20] El ímpetu que la dirigencia universitaria platense advierte en Heysen es el factor que parece decidir que ese peruano inquieto y bravucón sea elegido como presidente de la organización que rige los destinos del otrora aguerrido y luego adormecido movimiento estudiantil de esa ciudad. Así, al menos, deja entreverlo Sagitario:
La Federación Universitaria no es este año un simple apéndice de las autoridades universitarias, sino la entidad representativa de las aspiraciones estudiantiles. Con la elección para presidente de nuestro amigo Luis Heysen, puede asegurarse que la Federación Universitaria ha demostrado su firme propósito de reiniciar la vida de actividad inteligente (...) Hemos conversado con Heysen, el nuevo presidente de la Federación Universitaria, y es su resolución trabajar sin descanso para prestigiar a la entidad estudiantil librándola del recuerdo nefasto dejado por sus antecesores. [21]
Seoane, por su parte, proyectará en su estancia en Buenos Aires el tipo de disposición adquirido en los momentos de lucha contra Leguía. Como en los casos de Ravines y Heysen, pronto muestra un incansable temple que le asegura una extendida admiración y respeto. Y esa fama, por fortuna de las tupidas redes de revistas, cartas y contactos favorecidas por el proceso de la Reforma Universitaria, se proyecta continentalmente. Así, en abril de 1925 un estudiante boliviano de la ciudad de Sucre, Julio Alvarado, enviaba a Seoane, a Buenos Aires, una carta que se publica en Renovación. La misiva comenzaba así:
Compañero: hasta estas brumas andinas, donde la tiranía va desencadenando los rudos golpes de un salvajismo milenario, han llegado, confusos, los nombres de Víctor Raúl Haya de la Torre y de usted. Adalides de las fuerzas universitarias de su patria, se presentan ustedes ante la juventud de América con la aureola refulgente del sacrificio y del martirio (...) Que llegue a usted el abrazo fraterno de otros estudiantes que lo admiran, que lo acompañan con todos los ensueños de su espíritu, que lo reconocen como a exponente de generosa rebeldía. ¡Acepte usted el homenaje de una muchachada que quiere ser libre y que lo será! [22]
Según confía luego Seoane, es esta carta la que se encuentra en el origen del viaje que emprende en agosto de 1925 a Bolivia y que dará lugar posteriormente a la escritura del libro Con el ojo izquierdo. Mirando a Bolivia, que sale a la luz en Buenos Aires a comienzos de 1926. Aunque su tono en ese texto es más mesurado que el de Haya, en su travesía al país del altiplano da numerosas conferencias, lleva el saludo oficial de las federaciones estudiantiles argentinas y, en general, causa también importante impacto. Al comienzo de ese libro, en un capítulo titulado cristalinamente "Por qué fui a Bolivia", Seoane deja traslucir el sentimiento que lo impulsa a emprender el viaje:
Desde un punto de vista subjetivo, mi vida en Buenos Aires, la ciudad estridente y multánime, se desenvolvía monocorde y municipalmente. Una nostalgia obsesionante de anteriores épocas de lucha se había venido apoderando de mi ánimo. Es cierto que disfrutaba de afectos y de paz en la gran capital del Plata, pero una diferente manera de concebir la acción me distanciaba espiritualmente de los amigos cotidianos y especialmente del gremio estudiantil (...) Aquello me aburría (...) Aprecio más el dinamismo que la erudición. Creo que las grandes obras demandan impulsos calientes y exaltados y no la fría disección analizadora de los gabinetes. El academicismo es un lento suicidio del carácter... [23]
Comprometido, entonces, cada vez más con esa "gran obra" que solicitaba un "impulso caliente y exaltado" que empezaba a ser el APRA como proyecto continental, Seoane no descansará un instante: será periodista, agitador, editor, conferencista de radio, además de estudioso de la situación económica peruana y de la penetración del capital norteamericano en el Perú y otros países del continente (en artículos que publicará en numerosas revistas: Amauta, Renovación, Ariel de Montevideo, Claridad de Buenos Aires, Atuei de Cuba, entre otras). En carta a Heysen de 1927, Seoane daba una medida de de su trajín: le hablaba allí de "la campaña en que estoy empeñado. Esta noche debo hablar en Plaza Once, pasado mañana en la Boca, el jueves en Montevideo, el viernes en la Biblioteca Anatole France, y finalmente el domingo en Plaza Congreso". [24]
En el otro extremo del continente, los exiliados de la nueva generación peruana no mostraron un activismo menor. Esteban Pavletich no había cumplido los veinte años cuando es deportado en 1925. En los años siguientes será un continuo agitador en el área centroamericana. En febrero de 1927, funda junto a los también desterrados peruanos Nicolás Terreros y Jacobo Hurwitz la célula aprista mexicana, al tiempo que interviene en la conformación de la cubana. [25] Y poco después se une al ejército de Sandino en Nicaragua. Pero esa intensa militancia revolucionaria no le impide constituirse en uno de los poetas salientes de la vanguardia estética peruana surgida en esos años 20 (como ocurre también con Magda Portal, Serafín Delmar, Alcides Spelucín y otras figuras apristas).
Hurwitz y Terreros abandonan prontamente las filas apristas -inaugurando quizás una modalidad que será común a las figuras que rompen con Haya: hacerlo de modo estentóreo, como si fuera esa la única posibilidad de tomar distancia frente a un proyecto que exige, cada vez más, completa fidelidad al líder-, [26] y un tiempo después lo hará el mismo Pavletich. Pero a pesar de las importantes pérdidas que suponen esas deserciones, el episodio del "complot comunista" que ya hemos referido determinará una nueva ola de destierros, fruto de la cual Magda Portal, Serafín Delmar, Carlos Manuel Cox y Manuel Vásquez Díaz, entre otros, recomponen la célula de México. La presencia de estas figuras, a las que se suma la visita de Haya a la región en 1928, trae aparejado un fuerte estímulo a la propaganda aprista. Todos ellos emprenden numerosas acciones del tinte de las que hemos venido observando en el conjunto de exiliados de esa generación que da vida al APRA. Citemos sólo un ejemplo más, por su especial resonancia: en 1929, Magda Portal emprende una gira de difusión del ideario aprista que la lleva a numerosas ciudades del área del Caribe. El elogio que dedica Haya de la Torre a esa travesía puede no resultar sorpresivo; [27] más significativo, en cambio, es el comentario que de ella hace un periodista puertorriqueño:
Pocas veces, espíritus tan recios como el de esta mujer que encarna el tipo perfecto de la mujer del porvenir, han pasado por nuestros centros culturales en sujeción al noble apostolado de una idea o de una doctrina social, sembrando en el surco recién abierto de la juventud inquisitiva, el germen de un nuevo sentir, de un nuevo pensar y de un nuevo hacer. Porque Magda Portal, más que una poetisa del arte revolucionario, más que una ensayista vertebrada, más que un temperamento en tensión emotiva, es una fuerza en acción, un hontanar trémulo de dinamismo, un metal líquido en fusión continua. [28]
En síntesis, puede observarse en este repaso sucinto y necesariamente incompleto cómo la movilidad y el nomadismo proselitista no son exclusivos de Haya, sino que son rasgos comunes a todos los desterrados fundadores del APRA, sin cuyo concurso la acusada impronta de este movimiento de aspiraciones internacionales no hubiera sido posible.
VI
Ahora bien, las prácticas que ritmaron esa incesante actividad de propaganda, así como las representaciones que de ellas se hicieron los mismos jóvenes exiliados peruanos, acabaron por definir una figura de intelectual que estuvo en el centro de la cultura política del primer aprismo. Y si bien es cierto que los rasgos que la constituyeron no fueron exclusivos del APRA, y que contemporáneamente también fueron encarnados por otros miembros de la generación latinoamericana emergente -como, por citar dos casos, el propio Julio Mella o el boliviano Tristán Marof-, parece que fue en el seno del proyecto aprista donde adoptaron un perfil más acabado, y desde donde, también, esas prácticas y representaciones tuvieron mayor impacto a nivel continental.
Provenientes de la universidad o de los círculos literarios de vanguardia, los jóvenes que dieron origen al APRA se habían formado aún en el molde ilustrado de matriz decimonónica que dio sustento a la cultura de izquierdas de las primeras décadas del siglo veinte. El propio proyecto de una universidad popular se reconocía en el horizonte general que cifraba en la educación del proletariado y las clases subalternas la llave de su redención. En ese sentido, se ha reconocido ampliamente el influjo que tuvo en la cultura aprista original una de las tradiciones que con más ahínco defendió la perspectiva de "educar al pueblo" -la anarquista-, tanto por el hondo impacto que tuvo en ella la figura señera del escritor de filiación libertaria Manuel González Prada, como por la fricción con elementos de esa tradición presentes en algunos estratos obreros que participaban de la experiencia de la UPGP. [29]
Así, no es de extrañar que en su peregrinaje en el exilio los jóvenes apristas llevaran a cabo su actividad proselitista a través de prácticas que se respaldaban en la creencia en el poder transformador de las ideas (en su creación y difusión); esto es, en prácticas específicamente intelectuales. Hemos mencionado ya que la conferencia y, en general, la toma de palabra en actos públicos fueron modos profusamente utilizados para la divulgación del ideario aprista. Pero, junto a ese aspecto, impresiona la ubicuidad de los jóvenes apristas para darse a conocer a través de la palabra escrita. En efecto, casi la totalidad de ellos escribió incesantemente en un amplísimo espectro de diarios y revistas de todo el continente. Muchos artículos salían a la luz en forma idéntica o con pocas modificaciones en varias publicaciones diversas. Si damos crédito a los dichos de Haya, por ejemplo, las crónicas y artículos surgidos de su visita a Rusia de 1924 -adonde viaja tras su estancia de medio año en México- fueron editados "en más de cincuenta periódicos o revistas de Sur y Centro América, las Antillas y México". [30] Pero también Seoane, Pavletich, Herrera, Portal, Ravines y Heysen publicaban continuamente. También lo hacían, desde el Perú, dos dirigentes e intelectuales de peso, Antenor Orrego y Luis Alberto Sánchez - éste integrado orgánicamente al APRA sólo desde comienzos de los 30. Y es que el afán por hegemonizar la extendida sensibilidad latinoamericanista y antiimperialista impelía a la continua publicación de textos en medios gráficos de todo el continente. Así lo indicaba Haya en una carta a Ravines, en la que prescribía con detalle las tareas a las que debían entregarse los militantes de la joven agrupación:
No importa repetir. Al contrario, hay que repetirse mucho, pero extender también mucho la labor de propaganda. Pero hay que escribir. Uno de ustedes debe escribir artículos incesantes sobre el problema indígena peruano, revelar abusos y conmover la opinión pública con una propaganda indigenista vívida que conmueva y justifique la revolución (...) Otro debe ocuparse de asuntos estudiantiles, persecuciones, acción de la UP, en este orden, y recuerdo constante del heroísmo de la juventud peruana (...) Otro o el mismo debe seguir diciendo que la UP fue la primera tribuna antiimperialista de AméricaLatina, definida en un sentido económico, y que la UNIDAD de América es nuestro lema, etc. [31]
Así, algunos apristas -con Haya y Sánchez a la cabeza- se convirtieron en verdaderas máquinas de escritura. Escribir se constituyó en una tarea casi definitoria del rol de intelectuales revolucionarios -es decir, intelectuales de incansable acción- que pretendían encarnar los apristas. [32] Ahora bien, a menudo esa escritura esgrimía, como rasgo diferencial, el estar fundada en la ciencia, que era invocada para ofrecer una caracterización del imperialismo como fenómeno de raíz económica. Ello implicaba un doble movimiento contiguo, al que, siguiendo a Haya de la Torre, se entregan los jóvenes apristas: de un lado, darse tiempo para el estudio; de otro, y en relación con lo anterior, ingresar en una pendiente en la cual el marxismo ocuparía un lugar cada vez mayor. Esa disposición puede seguirse en la narración retrospectiva que Magda Portal hace de ese momento:
Haya me dijo: "ya no puedes seguir escribiendo poesía. Ahora tienes que estudiar Economía Política". Me puse a estudiar (...) En el fondo, tuve un desgarramiento, pero había tomado la decisión: ‘Tengo que estudiar, Haya nos ha dicho que tenemos que estudiar.' [33]
En efecto, mientras Haya, radicado en Inglaterra (primero en Londres y luego en Oxford), se entrega al estudio del marxismo, otro tanto hacen los demás exiliados. Así, alguien como Ravines podía jactarse de pasar, en el curso de pocos años, de una situación de ignorancia a otra, según la cual, "fuera de Haya, de Mariátegui, y de unos cuantos de nosotros, en América no hay marxistas. El marxismo en la América Latina es el aprismo". [34]
Cuando Haya decide, desde Inglaterra, multiplicar frenéticamente las labores de propaganda, y el nombre de su organización comienza a esparcirse por todas partes -tal es el período que se abre a fines de 1926 luego de la publicación del célebre panfleto "Qué es el APRA?", reproducido por doquier-, las células apristas que brotan en México, Buenos Aires, París y otras ciudades se aplican también al estudio. En la capital argentina, esa tarea estuvo al comando de Manuel Seoane; pero es sobre todo a la célula parisina, liderada por Ravines -que ha abandonado Buenos Aires rumbo a Europa-, a la que Haya le encomienda ese fin:
La sección de París de nuestro frente único debe concretarse, más que ninguna otra, a una tarea de estudio. Por eso me parece París el lugar propicio para la fundación del Centro de Estudios Antiimperialistas del APRA (...) La tarea inmediata de los latinoamericanos residentes en París y afiliados al frente único antiimperialista del APRA es estudiar el imperialismo, sus aspectos y sus consecuencias en nuestros países. Nuestra ignorancia en este orden es lamentable. Si supiéramos medir los avances del imperialismo con la misma seguridad con que sabemos medir los versos de un soneto romántico, no caeríamos en el error de creer que el imperialismo "comienza" cuando los marineros yanquis llamados por un señor Díaz cualquiera desembarcan en nuestras playas (...) No descuidemos nuestra propaganda; pero nuestra propaganda tiene que ser científica, demostrativa y corolario de nuestros estudios. [35]
Ciencia y propaganda, una al servicio de la otra. Tal el ambicioso horizonte que Haya propugnaba, ya lanzado a construir el APRA como movimiento continental revolucionario. Esa apelación a la ciencia buscaba hacer diferencia respecto de los por otra parte admirados maestros de la nueva generación. El abandono de perspectivas consideradas caducas en la interpretación del fenómeno imperialista era una de las fuentes de legitimación a través de las cuales los apristas pretendían mostrar la superioridad de su doctrina. Así lo afirmaba Esteban Pavletich:
Prestigiosos precursores del movimiento -Vasconcelos, Ugarte, Ingenieros- situaron el problema [del imperialismo] dentro de los conceptos de "raza" y "la cultura". Generación hecha para grandes y definitivas realizaciones la nuestra, el ángulo visual desde el cual confrontamos el complejísimo problema es otro, más amplio y más profundo, vale decir por primera vez científico. [36]
Mientras tanto, y a pesar de las reconvenciones de Haya, ni Magda Portal ni los demás revolucionarios peruanos vinculados a la vanguardia estética abandonan, ni siquiera en el fragor de los combates, su afición por la escritura literaria, en particular la poesía. Basta recorrer la revista Amauta -que sin dudas fomentaba esa fusión entre vanguardismo estético y político- para hallar, en el mismo momento en que desarrollaban ardorosas campañas proselitistas, poemas de Serafín Delmar, Esteban Pavletich o la misma Portal. Pero también en este terreno los exiliados apristas sienten la necesidad de explicitar una ruptura respecto al vanguardismo puro que creen detectar en sus predecesores. Y es la poeta quien más cabalmente elabora ese movimiento, en un ensayo titulado "El nuevo poema hacia una estética económica" que publica por entregas en Repertorio Americano a fines de 1928:
El nuevo modo expresivo no tiene ya la misión de los puristas -deleitar- como una joya más para adornar a los privilegiados. El poema de hoy, con toda su esencial belleza, no produce el placer estético, desligado de humanidad (...) sino la inquietud punzante de su llamado fuerte, arengatorio, venido de todos los ángulos de la tierra -las minas, el campo, las fábricas, el arrabal- para que, acordes con el momento histórico que vivimos, nos entreguemos a la obra colectiva. [37]
Así, en definitiva, tanto en el anclaje científico-económico con que tematizan fenómenos sociales y políticos como el imperialismo, cuanto en la curva hacia un arte que procura fundir el gesto moderno y vanguardista con las luchas radicales vinculadas a sujetos sociales emergentes, los jóvenes apristas buscan construirse a distancia de las generaciones anteriores y de otros grupos que se reconocían también de diversos modos en la estela de la Reforma Universitaria abierta en 1918. Pero si ese afán de diferenciación que se expresaba a nivel discursivo podía sonar verosímil y alcanzar impacto, era porque el nomadismo dinámico perceptible en la praxis de quienes lo profesaban reforzaba la idea de que los jóvenes peruanos corporizaban un tipo nuevo de intelectual: aquel que se legitimaba a través de la incesante acción.
VII
Desde el modo mismo en que nombraban a su agrupación, los apristas disponían de un concepto a través del cual nombrar esa nueva figura de intelectual que pretendían encarnar. Ya en su "Mensaje a las mujeres de América Latina" (la carta a Carmen Lyra que citamos al comienzo), Magda Portal refería que los desterrados peruanos que allí presentaba eran "todos obreros intelectuales y manuales". En efecto, del corazón de la experiencia de la UPGP había surgido el predicado que acompañaría continuamente el nombre del APRA: "Frente único de trabajadores manuales y trabajadores intelectuales".
La noción de "trabajador intelectual" estaba disponible en los lenguajes de la época, y no fueron los apristas los únicos en utilizarla. Pero sí puede decirse que fueron ellos quienes lo hicieron con mayor insistencia y sistematicidad. [38] Su procedencia, al menos en el caso del APRA, remite a la tradición anarquista europea del siglo XIX, que como hemos referido ya arribaba a través de la prédica de González Prada. En efecto, en la célebre conferencia "El intelectual y el obrero" que éste da en ocasión del 1º de mayo de 1905 en Lima, el trabajo era la sustancia común que aunaba a ambas figuras:
No hay diferencia de jerarquía entre el pensador que labora con la inteligencia y el obrero que trabaja con las manos (...) en vez de marchar separados y considerarse enemigos, deben caminar inseparablemente unidos. Pero, ¿existe acaso una labor puramente cerebral y un trabajo exclusivamente manual? Piensan y cavilan: el herrero al forjar una cerradura, el albañil al nivelar una pared, el tipógrafo al hacer una compuesta, el carpintero al ajustar un ensamblaje, el barretero al golpear en una veta; hasta el amasador de barro piensa y cavila. Sólo hay un trabajo ciego y material - el de la máquina; donde funciona el brazo de un hombre, ahí se deja sentir el cerebro. Lo contrario sucede en las faenas llamadas intelectuales: a la fatiga nerviosa del cerebro que imagina o piensa, viene a juntarse el cansancio muscular del organismo que ejecuta. Cansan y agobian: al pintor los pinceles, al escultor el cincel, al músico el instrumento, al escritor la pluma; hasta al orador le cansa y agobia el uso de la palabra. [39]
Este discurso encierra sin dudas uno de los núcleos más significativos del impacto de González Prada en la generación peruana de los 20. Para que ello ocurra, fue preciso el tránsito de esa generación por la UPGP, el espacio de experiencia en el que esas ideas encontraron una realidad concreta en la que asentarse duraderamente. Así, como efecto de ese pasaje, ya en una conferencia en La Habana de fines de 1923, al comienzo de su periplo como exiliado, Haya podía enfatizar la centralidad del trabajo en la delimitación de la frontera que demarcaba el campo político que buscaba movilizar:
Está de moda la palabra ‘revolucionario' (...) Anda en boca de todos; todos la toman y tienen a su alcance, y tienen la satisfacción de aplicarla; pero como no todos la comprenden, corre el riesgo de que invocando su nombre la empleen los que no son revolucionarios (...) La revolución está contenida en una distinción que cada cual puede hacer por sí mismo: hay quienes viven de su trabajo y hay quienes viven del trabajo ajeno. Cada cuál, según su conciencia, podrá decidir a cuál de esas dos clases pertenece. [40]
Con arreglo a su conciencia, entonces, los apristas de los años 20 podrán tanto interpelar políticamente a los "trabajadores intelectuales", como representarse a sí mismos bajo esa rúbrica. Hemos mencionado ya que el itinerario que les tocó seguir en el exilio no estuvo usualmente signado por la comodidad o la holgura (aun cuando muchos de ellos provenían de familias de buen pasar). Pues bien: contiguamente a los fragmentos en que narran las penurias económicas que les deparó el destierro, los jóvenes apristas adjuntaban su condición de "trabajadores intelectuales". Como Mariátegui, el frenesí con que escribían artículos se debía en parte a la necesidad de procurarse sustento económico. Seoane, por caso, fue un laborioso periodista durante su estancia en Buenos Aires. El mismo Haya supo mostrarse agradecido ante los diarios argentinos Crítica y La Voz del Interior, en los que colaboraba, "porque respetaron mi libertad de opinar y retribuyeron mi trabajo intelectual". [41]
Esa forma de presentar las funciones intelectuales como parte de un trabajo, se prolongaba en el discurso proselitista de Haya a la hora de ganar nuevas simpatías. Así, por ejemplo, en una carta a la revista platense Estudiantina, el líder peruano podía señalar que, si la reforma surgida de las universidades peruanas se destacaba en el concierto latinoamericano, era porque sus esfuerzos habían apuntado a "convertir al estudiante en simple obrero intelectual, con conciencia de clase de simple obrero intelectual". [42]
Pero además, en el discurso aprista sobre la noción de trabajador intelectual pudieron operarse deslizamientos de sentido que la comunicaron con esa figura subjetiva, la del intelectual de acción, sobre la que hemos abundado en este texto. Luis Alberto Sánchez, por ejemplo, cerraba así, en 1934, la introducción a su Haya de la Torre o el político:
Me siento obligado a cumplir. Mi vértigo es el del cumplimiento inexorable. Sé que tengo una tarea precisa y que debo acabarla a su tiempo, con intensidad y sin desmayos. Acaso, por eso, jamás me he sentido artífice: siempre artesano u obrero intelectual. [43]
En la economía discursiva de la prédica aprista, entonces, ser un "trabajador intelectual" podía referir tanto a una posición genérica en la estructura social, una condición -en última instancia, de explotado- que unía a los jóvenes militantes peruanos a la suerte de las "clases productoras" (un concepto utilizado a menudo y que, en su amplitud, posibilitaba la inclusión de las clases medias en el campo de interpelación del aprismo), como también, desde otro ángulo, contener una carga semántica distinta: la que ponía de manifiesto ese ethos portador de valores adicionales -coraje, disciplina, abnegación, heroísmo-, todos los cuales abonaban el perfil de intelectual revolucionario de nuevo tipo que los apristas pretendían encarnar.
VIII
Llegamos al desenlace de nuestro argumento. La aparición del APRA coincidió casi exactamente con el nacimiento de un abanico de organizaciones que buscaban también dar cauce a la extendida sensibilidad americanista y antiimperialista del período. Hemos mencionado ya a las principales: la ULA de Palacios e Ingenieros, y la Liga Antiimperialista de las Américas (LADLA), con sede principal en México. Pero junto a ellas, ligas antiimperialistas disidentes de LADLA, la Asociación General de Estudiantes Latinoamericanos (AGELA) impulsada por Carlos Quijano desde París, y la Alianza Continental (un desprendimiento de la ULA), entre otras, desarrollaron asimismo una ferviente actividad en el mismo campo, procurando alcanzar también resonancia internacional. Y aunque en algunas ocasiones, sobre todo en los primeros momentos, primó una actitud cooperativa entre ellas, finalmente prevalecieron las tensiones.
De hecho, Haya de la Torre desarrolló tempranamente una actitud descalificatoria. Aun cuando colaboraba en El Libertador, el órgano de LADLA, y apristas sobresalientes como Manuel Seoane ocupaban posiciones claves en ULA, Haya buscó, desde la presentación misma del APRA, destacarse por sobre las demás entidades. Ya en "¿Qué es el APRA?", que como hemos mencionado hizo las veces de manifiesto inaugural, Haya podía señalar:
Se había ya enunciado el hecho económico del imperialismo, pero no sus características de clase y la táctica de lucha para defendernos de él. De las Universidades Populares González Prada se lanza la primera voz en este sentido en 1923, invocando la unión de la juventud de trabajadores manuales e intelectuales para una acción revolucionaria contra el imperialismo (véase Córdoba, primera semana de febrero de 1924). En el año de 1924 la Primera Liga Antiimperialista Panamericana fue fundada en México y la Unión Latinoamericana en Buenos Aires (...) Pero la Liga Antiimperialista Panamericana no enunció un programa político sino de resistencia al imperialismo, y la Unión Latinoamericana se limitó a fines de acción intelectual. Cuando a fines de 1924 se enuncia el programa del APRA [éste] presenta ya un programa revolucionario de acción política y de llamamiento a todas las fuerzas dispersas a unirse en un solo Frente Único. [44]
Coincidiendo con la publicación de "¿Qué es el APRA?", pero sobre todo luego del Congreso Mundial Antiimperialista de Bruselas de febrero de 1927 -que precipita su ruptura con Mella y Quijano, así como el inicio de las polémicas con el comunismo internacional-, Haya desarrolló una frenética política epistolar y de escritura y envío de textos, mediante la cual procuró que su organización se pusiera a la cabeza del movimiento antiimperialista continental. Eso implicaba, en un mismo movimiento, la crítica, aún solapada, de las figuras y entidades con las que se sentía en competencia; y la instalación del APRA como la organización que, por trayectoria, perfil y comprensión más cabal de las especificidades latinoamericanas (una línea argumentativa que desde ese momento cobrará cada vez mayor peso), se revelaba como mejor equipada para asumir el liderazgo del movimiento antiimperialista continental. Así, por ejemplo, en carta de 1926 a Romain Rolland -con quien había trabado estrecha relación-, Haya repasaba elogiosamente la trayectoria de ese movimiento, en un relato en el que, apelando a un ambiguo "nosotros", se adjudicaba, a sí mismo y a su organización, indudables méritos por esa evolución:
Estoy sorprendido de cómo en tres años el pensamiento vago y desviado del latinoamericanismo y del antiimperialismo se ha concretado, se ha afirmado y se ha cristalizado en esfuerzo coordinado y magnífico entre los jóvenes de todas las filas: estudiantes, obreros, campesinos, intelectuales e indígenas. La gloria de esta obra de organización y de disciplina, de despertamiento y de resolución, es obra de esta generación. La voz de los precursores Ingenieros, Vasconcelos, Palacios, Ugarte y otros ha sido voz de anuncio, a veces bello y vago llamamiento. Nosotros estamos en la obra de realización, de afirmación, en la tarea dura y hermosa de armar y enfilar a los cruzados de la causa de América... [45]
Los apristas, en dichos que Haya repetirá insistentemente, representaban una suerte de fase superior del antiimperialismo. "A la etapa lírica" -escribía un par de años después al argentino Salomón Wapnir en carta publicada en Claridad-, "etapa necesaria que inició la vibrante acometida de Manuel Ugarte contra el imperialismo yanqui, debe seguir el movimiento nuestro más organizado, más disciplinado, más firme y más certero". [46] Poseedores de pergaminos provenientes de conocidas jornadas de lucha y acción proselitista, detentadores de una concepción más certera, por científica, del fenómeno imperialista, animados, por lo demás, por un tipo de praxis revolucionaria propiamente de partido, en la continua propaganda de Haya de esos años se señala reiteradamente que la vanguardia política de la nueva generación americana había emergido del Perú:
Libre de todo prejuicio provincialista y atento a la verdad debo decir que corresponde a la juventud del Perú el derecho de la vanguardia en este gran momento glorioso de los hombres nuevos de América Latina. Creo que muchas otras juventudes han sufrido tanto o más que la peruana los efectos de las tiranías reaccionarias que oprimen a estos pueblos con la complicidad, ayuda y protección del imperialismo yanqui, pero creo que la juventud del Perú ha sido la primera que ha convertido su dolor en rebeldía concreta, en enérgico impulso de acción eficaz. [47]
Como hemos visto, con ser excepcional, la vehemencia proselitista no era un rasgo exclusivo de Haya, sino que era compartida, con matices y estilos personales diversos, por el conjunto de desterrados involucrados en la apuesta aprista. Precisamente, el corolario del argumento de este texto es que frente a las otras entidades americanas antiimperialistas, el éxito relativo del APRA en, si no hegemonizar, adquirir al menos primacía en la disputa por granjearse las simpatías del extendido público continental que veía con buenos ojos la constitución de una joven y pujante fuerza latinoamericana, se debe al doble motivo que hemos visitado en este artículo, a saber: el mayor dinamismo y la incesante actividad proselitista exhibida por Haya y el conjunto de desterrados apristas durante sus años de exilio; y la superior legitimidad y prestigio que extrajeron de la figura de intelectual de acción que supieron construir (esos dos rasgos, además, son cruciales para entender el meteórico crecimiento del Partido Aprista Peruano, fundado por los exiliados ya retornados al Perú tras la caída de Leguía en 1930). El hecho de que el APRA, a diferencia de otras entidades hoy apenas recordadas, haya perdurado a lo largo del siglo y haya asimismo legado parte de su cultura política a otros movimientos y partidos latinoamericanos, alcanzando una difusa pero innegable impronta continental, se debe, al menos en parte, a las características de su primer exilio que hemos procurado reconstruir en este texto.
NOTAS

Sólo recientemente la historiografía ha desmentido la aceptada versión según la cual la fundación del APRA tuvo lugar el 7 de mayo de 1924, cuando Haya legó a la juventud mexicana una bandera presentada como la insignia de la "nación indoamericana". Como ha esclarecido Ricardo Melgar Bao, retrospectivamente ese episodio ofició en el discurso aprista canónico una función de verdadero "mito de origen", creado a fin de mostrar la existencia previa del APRA respecto a otras entidades antiimperialistas del continente creadas en 1924/25 -la Unión Latinoamericana (ULA) y sobre todo la Liga Antiimperialista de las Américas (LADLA)- con las que, como veremos, rivalizará. Véase R. Melgar Bao, "Redes y espacio público transfronterizo: Haya de la Torre en México (1923-1924)", en Marta Casáus Arzú y Manuel Pérez Ledesma (coords.), Redes intelectuales y formación de naciones en España y América Latina (1890-1940), Ediciones de la UAM, Madrid, UAM, 2005, pp. 88-98.


Magda Portal, "Mensaje a las mujeres de América Latina", Repertorio Americano, XVI, 4, San José de Costa Rica, 28 de enero de 1928, p. 62 (destacados nuestros).


La temprana presencia de Portal en la escena de la vanguardia literaria limeña explica que Mariátegui le dedicara un acápite especial en su largo trabajo sobre "El proceso de la literatura" que incluye en sus célebres Siete Ensayos. Allí señala: "Magda Portal es ya otro valor-signo en el proceso de nuestra literatura. Con su advenimiento le ha nacido al Perú su primera poetisa. Porque hasta ahora habíamos tenido sólo mujeres de letras, de las cuales una que otra con temperamento artístico o más específicamente literario. Pero no habíamos tenido propiamente una poetisa". José Carlos Mariátegui, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, México, ERA, 1993, p. 294 (ed. orig., 1928).


C. Lyra, "Para Magda Portal", en Repertorio Americano, XVI, 4, San José de Costa Rica, 28 de enero de 1928, pp. 62-63.


En una reseña de la visita de Haya, Lyra destacaba precisamente que el líder aprista "nos ofrece algo que es una verdadera novedad para nuestra psicología: el dinamismo y el entusiasmo por una causa en cuya defensa no entra el interés personal". C. Lyra, "El paso de Haya de la Torre por Costa Rica", en Repertorio Americano, XVII, 16, 27 de octubre de 1928, p. 266.


Véase "Convenio internacional de estudiantes peruano-argentino", documento reproducido en Gabriel del Mazo (comp.), La Reforma Universitaria. Tomo VI. Documentos relativos a la propagación del movimiento en América Latina (1918-1927), Buenos Aires, Taller Gráfica Ferrari Hermanos, 1927, pp. 25-26.


Gabriel del Mazo, Vida de un político argentino. Convocatoria de recuerdos, Buenos Aires, Plus Ultra, 1976, p. 216.


Un relato detallado del viaje de Haya de 1922 puede hallarse en Luis A. Sánchez, Haya de la Torre y el APRA. Crónica de un hombre y un partido, Ed. El Pacífico, Santiago de Chile, 1955, pp. 94-115.


Citado en "Crónica del viaje de Haya de la Torre por Uruguay, Argentina y Chile", La Crónica, Lima, 27 de junio de 1922, reproducido en Del Mazo, La Reforma Universitaria, p. 153.


Véase "Un mensaje de Lunacharsky a las Universidades Populares González Prada del Perú", en Revista de Oriente, 5, Buenos Aires, diciembre de 1925.


Para Mariátegui, el episodio de 1923 "reveló el alcance social e ideológico del acercamiento de las vanguardias estudiantiles a las clases trabajadoras. En esa fecha tuvo su bautizo histórico la nueva generación". Mariátegui, "El proceso de la instrucción pública", Siete ensayos, pp. 127-128.


Luis A. Sánchez, Haya de la Torre o el político. Crónica de una vida sin tregua, Lima, Atlántida, 1979 [1934], p. 101.


Julio A. Mella, "Víctor Raúl Haya de la Torre", Juventud, I, 2-3, La Habana, noviembre-diciembre de 1923, p. 11.


Así, por ejemplo, la Revista de Oriente, ligada a los espacios reformistas y de izquierda, dedicaba una página entera a publicar los nombres, las fotos y las circunstancias de expulsión de Oscar Herrera, Luis Heysen, Eudocio Ravines y Enrique Cornejo Köster, entre otros, presentados como "profesores de la Universidad Popular González Prada". Véase "Las víctimas de la dictadura del tirano Leguía en el Perú. Los desterrados en Buenos Aires", en Revista de Oriente, 2, Buenos Aires, julio de 1925.


Señala Ravines: "El tema inagotable del grupo de desterrados era la cuestión social. Su discusión asumía, casi a diario, de cama a cama, caracteres tales de estruendo que súbitamente teníamos en la habitación dos o tres huéspedes en calzoncillos que venían a protestar". E. Ravines, La Gran Estafa. La penetración del Kremlin en Iberoamérica, México, 1981 [1952], p. 97.


Carta de E. Cornejo Köster a Luis Heysen, Buenos Aires, 20 de marzo de 1925, en Luis Heysen, Temas y obras del Perú. A la verdad por los hechos, Lima, Enrique Bracamonte Heredia, 1977 (3ra. ed. aumentada), p. XXIX.


Carta de Manuel Seoane a Luis Heysen, Buenos Aires, 17 de enero de 1925; ibídem, p. XXIII.


Carta de Eudocio Ravines a Luis Heysen, Santiago de Chile, 5 de febrero de 1925, ibídem, p. XXXII. Ese espíritu inquieto se revela en las palabras que, según narra Ravines, le dedicó el líder socialista Juan B. Justo, con tono paternal, cuando fue a pedirle colaboración para un acto antiimperialista que estaba organizando: "Los compañeros me han dicho que eres muy activo y que tienes gran espíritu de sacrificio. ¡Eso está bien! Cuando el hombre se da a algo, debe hacerlo sin escatimación ni regateo. Pero me han dicho también que no saben a qué hora duermes; y eso está mal. Hay que dormir, viejo". Ravines, La Gran Estafa, p. 107.


Véase "Un mensaje de Alfredo Palacios", en APRA. Órgano del Frente Único de Trabajadores Manuales e Intelectuales, 5, Lima, 9 de noviembre de 1930, p. 9. He considerado las vicisitudes del tipo de exilio de estas dos jóvenes figuras en Martín Bergel, "Manuel Seoane y Luis Heysen: el entrelugar de los exiliados apristas peruanos en la Argentina de los veintes", en Políticas de la Memoria, 6/7, Buenos Aires, 2007.


"Amistad Americana", en la sección "Noticias" de Sagitario, 1, 2, La Plata, julio-agosto de 1925, p. 266.


"La Federación Universitaria de La Plata", en la sección "Universitarias" de Sagitario, 2, 6, abril-agosto 1926, pp. 450-451.


Carta de Julio Alvarado a Manuel Seoane, 7 de abril de 1925, publicada en Renovación, 3, 6, junio de 1925 (agradezco a Alexandra Pita la cesión de una copia del ejemplar de la revista en que se publica esta carta).


Véase M. Seoane, Con el ojo izquierdo. Mirando a Bolivia, Buenos Aires, Juan Perroti, 1926, pp. 16-17 (subrayado nuestro).


Carta de Manuel Seoane a Luis Heysen, Buenos Aires, 22 de enero de 1927, en Heysen, Temas y obras del Perú, p. XXXII.


Véase Ricardo Melgar Bao, "Militancia aprista en el Caribe: la sección cubana", Cuadernos Americanos, VII, 37, México, enero-febrero de 1993, p. 218.


Véase Jacobo Hurwitz, "Porqué no estoy con el APRA", Justicia, Montevideo, 21 de agosto de 1928, p. 3 (agradezco a Hernán Topasso la cesión de una copia de este artículo).


Véase V. R. Haya de la Torre, "La misión admirable de Magda Portal en las Antillas". También Manuel Seoane dio cuenta del éxito de la gira de la poeta: "Cuatro años después, en 1932, pasé por San Juan, Ponce y Mayagüez, ciudades puertorriqueñas, y en todas ellas aún duraba la huella de Magda Portal. Sus conferencias sobre problemas sociales, sobre la penetración imperialista, llamaron la atención de mujeres y hombres". M. Seoane, "Escorzo de Magda Portal"; ambos textos reproducidos en Magda Portal. Su vida y su obra, Buenos Aires, Claridad, 1937, pp. 7 y 14.


Cit. por Iñigo García-Bryce, "Magda Portal, revolucionaria peregrina: el exilio y el APRA como partido continental, 1926 -1945", 2007 (mimeo).


Véase Luis Tejada, "La influencia anarquista en el APRA", Socialismo y Participación, 29, Lima, marzo de 1985.


V. R. Haya de la Torre, Impresiones de la Inglaterra imperialista y la Rusia soviética, Buenos Aires, Claridad, 1932, p. 91.


Carta de V. R. Haya de la Torre a E. Ravines, Londres, 17 de octubre de 1926 (destacado nuestro), reproducida en P. Planas, Los orígenes del APRA. El joven Haya, Lima, Okura, 1986, pp. 204-205.


Curiosamente, esas prácticas específicamente intelectuales pudieron ser reconocidas como tales y rechazadas por algunos de quienes rompían con Haya hacia el comunismo, como Jacobo Hurwitz, de un modo que recuerda las posteriores invectivas contra el "intelectualismo" de Mariátegui deslizadas por algunos apristas. Al referirse en el texto antes citado a las conferencias que Haya había dado en Estados Unidos y luego México en 1927/28, Hurwitz señalaba que esas prácticas comportaban "la negación de la lucha de masas otorgando la exclusiva a los intelectuales". Hurwitz, "Por qué no estoy con el APRA".


Cit. en Daniel Reedy, Magda Portal. La pasionaria peruana. Biografía intelectual, Flora Tristán Ediciones, Lima, 2000, p. 79.


Cit. en Sánchez, Haya de la Torre o el político, p. 164.


V. R. Haya de la Torre, "Qué persigue el Centro de Estudios Antiimperialista del APRA en París", en Obras Completas, tomo 1, Lima, Juan Mejía Baca, 1977, p. 143.


E. Pavletich, "Nuestro Frente Único de Trabajadores Manuales e Intelectuales", Revista de Avance, 37, La Habana, junio de 1927, cit. en Melgar Bao, "Militancia aprista en el caribe...", p. 213.


M. Portal, "El nuevo poema hacia una estética económica", Repertorio Americano, XVII, 15, 16 y 17, San José de Costa Rica, 20 y 27 de octubre y 3 de noviembre de 1928. La perspectiva de Portal se hallaba en sintonía con la que Manuel Seoane expresaba en la revista vanguardista Guerrilla, sobre la poeta Blanca Luz Brum (que, expulsada del Perú, había recalado también en Buenos Aires). Decía allí Seoane: "Opinamos que el arte, y muy especialmente la poesía -profunda versión del espíritu- refleja, expresa o tácitamente, clara o confusamente, la realidad circundante o el propio mundo interior, que nuestra filiación marxista nos hace señalar como efecto de aquella. Es decir, siempre retractación del ambiente social". (Guerrilla, 6, Buenos Aires, junio de 1928, p. 2, cit. en Reedy, Magda Portal, p. 118).


Véase Martín Bergel, "Implicancias políticas de la categoría de ‘trabajo intelectual' en el pensamiento del reformismo universitario latinoamericano. El caso del joven Haya de la Torre (1918-1930)", ponencia presentada al V Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología del Trabajo (ALAST), Montevideo, 18 al 20 de abril de 2007.


Véase M. González Prada, "El intelectual y el obrero", en Textos. Una antología general, México, UNAM, 1982, pp. 191-192.


V. R. Haya de la Torre, "Moral Revolucionaria", en Bohemia Azul, Lima, 7, 1 de enero de 1924, pp. 24-25.


Véase Haya de la Torre, Impresiones de la Inglaterra imperialista, p. 12.


Haya de la Torre, "La Reforma Universitaria y la realidad social", en Obras Completas, tomo 1, p. 127.


Sánchez, Haya de la Torre o el político, p. 15.


V. R. Haya de la Torre, "¿Qué es el APRA?", en Obras Completas, tomo 1, pp. 130-131 (subrayado nuestro).


Carta de Haya a R. Rolland, Londres, 11 de julio de 1926 (sección Correspondencia del Fondo Rolland, Sala Manuscritos de la BNF de París).


Carta de Haya a S. Wapnir, México, 26 de marzo de 1928, publicada en Claridad, 160, Buenos Aires, 9 de junio de 1928.


V. R. Haya de la Torre, "El despertar de la América Latina", Revista de Filosofía, 13, 25, 1, Buenos Aires, enero de 1927.

No hay comentarios:

Publicar un comentario